Artículo publicado en la revista 'Feria' del Ayuntamiento de Mérida
Todas las ciudades guardan sus secretos, apartados rincones donde dos amantes se susurraron palabras de amor prohibidas, inscripciones que guardan las hazañas amatorias de hace siglos, lugares donde se dio rienda suelta a las más bajas y sórdidas pasiones, piedras que aún callan íntimas caricias que solo ellas vieron, antiguos manuscritos de letras ilegibles que esconden miles de pequeñas historias…
Muchos de estos secretos aún pueden contemplarse si uno pasea atento entre las milenarias piedras de nuestra ciudad, otros han quedado olvidados bajo las inmutables arenas del tiempo, y otros aún aguardan a ser descubiertos en algún olvidado legajo o esperan ser desenterrados por el paletín de algún arqueólogo. Y el protagonista principal de la mayoría de estos secretos es el amor, el erotismo, la pasión, los celos, en definitiva, el sexo, o si prefieren una palabra no tan escandalosa, la sexualidad humana.
Aunque hoy en día, aún, nos estamos desprendiendo de la imagen restrictiva del sexo que nos impuso la religión católica, hay que recordar que desde el mismo momento de la fundación de esta ciudad, la sexualidad fue considerada un elemento imprescindible para la prosperidad de Emerita Augusta.
La sexualidad era considerada una fuerza positiva, generadora de vida, de fertilidad y de buen augurio, como bien atestiguan los numerosos y escondidos falos que visten algunos de nuestros monumentos más emblemáticos.
Falo del puente romano de Mérida. |
Y es que si algo nos enseña la historia es que conceptos (supuestamente) universales como el amor o la moral sexual han ido variando enormemente a lo largo de los siglos, como bien atestigua un grafiti romano de claro carácter homosexual, conservado en una de las columnas romanas expuestas en la Alcazaba, donde se lee: Suriano, que esto escribió, abusó de Mevio, adornando esta hazaña sexual con representaciones fálicas.
Estas contradicciones entre sexualidad y moral pública tienen su mejor reflejo en el mundo de la prostitución, ya que su concepción y aceptación, según los vaivenes de la historia, ha ido variando enormemente.
En Roma, se consideraba que el sexo por placer era algo aceptado e incluso beneficioso, por lo que la prostitución fue una práctica de lo más habitual y natural, tanto, que hasta se cree que una lápida de mármol conservada en el Museo Romano podría ser la representación de una cortesana de lujo.
Posteriormente, durante la Edad Media, a pesar de que la Iglesia no veía su práctica con buenos ojos, se aceptó que fuese regulada y controlada por las propias ciudades, que veían en estos lupanares una suculenta fuente de ingresos extra. En Mérida, las tabernas y mesones se situaban cerca de las puertas del recinto amurallado, entre la Plaza de Santiago (Parador Nacional) y en el Arrabal de Santa Eulalia (Rambla), zonas de obligado paso para aquellas personas que entraban en la ciudad.
Incluso se sabe que el propio Ayuntamiento hizo rehabilitar en 1542 un mesón situado en el cruce de las actuales calles de San Salvador y Almendralejo, y convertirlo en una mancebía que cumpliese con todas las normas de decoro y sanidad, por lo que se nombró a un padre de putas que se encargase del cuidado y el mantenimiento de las meretrices, así como del buen funcionamiento del local.
Tiempo después, con Felipe IV, se inicia la prohibición reglamentada de la prostitución, aunque como pueden adivinar, estas medidas nunca fueron muy efectivas. Incluso en una época tan represiva y oscura para la sexualidad de los españoles como fue el franquismo, los prostíbulos siguieron siendo habituales en nuestra ciudad, contando con nuestro propio “barrio chino”, situado junto al Puente Romano en unas casas paralelas al río, las cuales más de una vez se vieron afectadas por las crecidas del Guadiana, que se las llevó con muchos de sus secretos.
Crecida del río Guadiana |
Pero estos secretos no son sólo cosa del pasado, tened por seguro que durante esta feria, nuevos e íntimos secretos serán concebidos: un joven cantará su amor hacia su amada con una pintada en una fachada a la que solo ella prestará atención; un matrimonio de 50 años volverá a tener una noche de lujuria desenfrenada, haciendo sonrojar a la vecina de abajo; un hijo obtendrá el valor de mirar a los ojos a su padre y confesarle que es gay; y bajo la mágica luz de los fuegos artificiales, dos adolescentes se darán su primer beso.
Y aunque con la llegada de este siglo XXI parece que la sociedad emeritense ha logrado desprenderse de muchos de sus tabúes y complejos sexuales.
No es fácil liberarse de una moral sexual que durante siglos se ha basado en la represión del placer, en el rechazo a lo diferente y en la invisibilización de la sexualidad femenina.
Por ello, aunque hoy en día lucimos con mucho orgullo una gran bandera LGTB en una rotonda, al mismo tiempo, unos vándalos destrozan el Monumento a la Diversidad situado en el parque de las Siete Sillas.
Por ello, muchos padres y madres, muy modernos ellos con sus iPhones de última generación, siguen rechazando que sus hijos e hijas reciban clases de educación sexual en el instituto, no digamos ya en el colegio.
Monumento a la diversidad sexual en Mérida. |
Por ello, a pesar de que tenemos toda la información a un solo clic de distancia, un gran número de adolescentes siguen repitiendo falsos mitos sobre la sexualidad y, lo que es más grave, perpetuando conductas machistas.
Por ello, aún existen muchas mujeres que no saben lo que es un orgasmo porque nadie les ha explicado que el placer está en sus manos.
Y por todo ello, creemos que es necesario seguir manteniendo vivo uno de esos pequeños secretos que se esconden entre las callejuelas de Mérida, una pequeña tienda, algo difícil de encontrar (como buen secreto que se precie) y donde una vez que entras te das cuenta de una verdad tan simple como universal: que la sexualidad humana es tan rica y variada, que no existe una sola forma de entenderla; que la sensualidad, el erotismo y el placer son expresiones naturales del ser humano; y
que la mejor forma de combatir los prejuicios y terminar de derribar esas barreras morales que nos han hecho concebir el sexo como algo sucio es con dos palabras: educación y cultura.
Artículo publicado en la revista Feria del Ayuntamiento de Mérida
Moisés Reixach / Esther Calvo
Propietarios de la Boutique Erótica Pussycat
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http://www.merida.es/descargas/festejos/2017-feria-septiembre-revista.pdf
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