domingo, 24 de junio de 2018

Matrimonio, divorcio y adulterio en Bizancio

Estamos en el año 615 d.C.; en la ciudad de Éfeso, Leoncio, un artesano de 25 años trabaja en el taller de un importante alfarero de la ciudad. Sus amigos y compañeros de trabajo le apremian a que busque pronto una esposa y tenga hijos ¿quién sino va a cuidar de él cuando sea anciano? Como es un joven perteneciente a las clases populares, su padre le arregla el matrimonio con la tercera hija de un comerciante de la ciudad. Tras un par de reuniones entre los padres de familia, pronto se cierran los acuerdos matrimoniales y la composición de las dotes respectivas.

Recreación de Bizancio.
Su futura esposa, de nombre Elia, acaba de cumplir los 15 años, la edad ideal para empezar a buscar marido. Los padres conciertan una reunión y los jóvenes se conocen, ambos jóvenes están contentos con la elección de sus padres; él es un joven bastante trabajador y con buena fama en el taller; ella es bastante guapa, tímida y su padre un próspero comerciante heleno. Por lo que en tan sólo unos meses ambos jóvenes se casan en una modesta iglesia de la ciudad por el rito cristiano.

El matrimonio es feliz y pronto llegan los hijos al matrimonio; en total tuvieron hasta 5 hijos, de los cuales, sólo tres lograron sobrevivir hasta la edad adulta. Después del quinto hijo, y tras un parto muy sufrido, Elia decide "vivir como hermano" con su marido, y no arriesgarse a tener más hijos.

Elia se convierte en una eficiente ama de casa, los modestos ingresos de su marido son suficientes para que ella no se vea obligada a trabajar, aunque como se le da bien la costura, consigue unos ingresos extras confeccionando vestidos para sus vecinas. Normalmente sólo sale de casa para ir al mercado o ir a la iglesia a rezar, aunque una vez al mes suele ir al baño de mujeres a disfrutar de un rato de ocio.

A pesar de la fortaleza física de su marido, unas fiebres se llevan a Leoncio en el año 640 d.C., Elia, como cualquier mujer bizantina, tiene el derecho a heredar el dinero y las posesiones de su marido y a administrarlo como a ella le plazca. Aunque por suerte, su primogénito, de nombre Nicéfolo, que cuenta ya con 24 años ha demostrado ser un joven respetuoso y buen trabajador, que se gana la vida en el puerto como estibador. Elia descansa tranquila todas las noches, sabe que cuando ya no pueda valerse por sí misma, sus hijos cuidarán de ella.

Recreación ideal de Bizancio.
Este podría ser el retrato de un matrimonio común de cualquier familia que hubiese vivido en época del Imperio Bizantino. Hemos mencionado algunos de los grandes rasgos que definirán el concepto del matrimonio es esta cultura: el intercambio de dotes económicas, la independencia económica de la mujer, el papel social de la mujer, el componente religioso en el matrimonio, ...

Por lo que a lo largo de este post iremos desgranando algunas de estas características, pero empecemos por un ligero esbozo de quizá el punto más importante: la imagen de la mujer en el mundo bizantino.


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Ser mujer en Bizancio


La sociedad del imperio Bizantino fue eminentemente patriarcal, ya que las mujeres no podían ocupar ningún cargo importante en el conjunto de la sociedad.  Y aunque dedicaremos una entrada aparte sobre la vida la mujer en bizancio, a grandes rasgos se puede decir que el papel de la mujer ideal estaba constituido por cuatro "etapas": La primera es la virgen, una joven que debe permanecer fiel a su padre y familia. La segunda, sería la etapa de esposa, para posteriormente ser madre y finalmente, viuda.

El papel de la mujer estaba enfocado al matrimonio como objetivo final para una mujer de respeto, siendo sus principales ocupaciones el cuidado del hogar y de los hijos.



Aunque en el caso de la sociedad bizantina, encontramos una gran diferencia respecto a otras sociedades de la época, ya que aunque la ley discriminaba a las mujeres, al menos les permitía gozar de un alto grado de independencia económica no visto hasta prácticamente nuestros días.

Mosaico bizantino.

Las mujeres podían heredar las propiedades de sus padres y marido, las mujeres casadas podían gestionar sus dotes e incluso comprar o invertir en propiedades, tiendas o negocios sin necesitar el consentimiento de su marido. Las mujeres, además, también podían gozar de cierta educación cuando eran pequeñas, por lo que no era raro encontrar mujeres que supiesen leer o escribir, y no sólo mujeres de clases altas, cuyo acceso a la educación era mucho más sencilla, a través de turores personales.

Las leyes, en ausencia del marido, convertían a las mujeres en dueñas del hogar, con un control total de las propiedades y los intereses de los hijos.



 

Evolución del concepto de matrimonio


El concepto de matrimonio sufrió una mutación según se iba instalando el cristianismo en el Imperio Bizantino, especialmente entre las clases populares. En el mundo antiguo romano existían varias formas de plasmar un matrimonio, la más sencilla era que ambos cónyuges hiciesen una vida en común, sin ser necesario ningún tipo de rito o celebración oficial. 

Pero según fue ganando peso la Iglesia, el matrimonio fue adquiriendo mayor importancia en la sociedad y por lo tanto en la legislación.  


Roma, Santa Maria in Trastevere.
Mosaico. S.XIII
Este cambio de religión, Bizancio se convirtió al cristianismo en el 380 d.C.; trajo importantes cambios sociales. La principal preocupación de la Iglesia era cómo vivían las parejas bizantinas, por lo que empezaran a surgir numerosas reglamentaciones matrimoniales, tanto desde la legislación religiosa como civil. En sus inicios impidiendo los matrimonios mixtos religiosos, regulando los matrimonios consanguíneos , o la cantidad de matrimonios permitidos para una misma persona, buscando preservar la idea de la santidad del matrimonio cristiano.

Pero hay que tener en cuenta que esta tradición romana laxa del matrimonio se perpetuó durante buena parte de la Edad Media, así por ejemplo, la imposición de sacralizar un matrimonio con la presencia de un sacerdote que lo bendiga no se instauró hasta casi finales del primer milenio.

En conclusión, podemos decir que progresivamente la institución del matrimonio pasó de ser un hecho privado entre dos personas o dos familias a un acto oficial, un sacramento religioso, que se oficializa mediante una celebración religiosa, la escrituración u otras medidas externas como la transferencia de bienes.

Por último, añadir que, a grandes rasgos, y para no aburrir con tecnicismos, se pueden diferenciar dos tipos de matrimonios en el derecho bizantino: el matrimonio escrito y no escrito; y aquel que incluye transferencia de bienes o el que no.

Legislación y matrimonio


Hemos visto como el concepto de matrimonio fue ganando peso paulatinamente en la sociedad romana con la llegada del cristianismo, esto tuvo su reflejo en el mundo del derecho y la legislación.

Por lo que veremos como desde época imperial tardía se pone especial hincapié en legislar sobre aquellas cuestiones más imprescindibles para mantener este nuevo orden social, por lo que las cuestiones matrimoniales ocuparán un lugar preferente en la legislación medieval europea.

Hasta llegar a la situación en la que el matrimonio debía darse dentro de las leyes religiosas y legislativas del Imperio Bizantino, que regulaban de forma bastante específica como debía ser.


Edad del Matrimonio


La edad del matrimonio como en casi cualquier sociedad preindustrial era muy temprana. La legislación bizantina permitía que una niña se prometiera a la edad de 7 años, y aunque posteriormente se retrasó la edad a los 12 años, sabemos que hubo casos de niñas prometidas con tan sólo 5 años. 

La edad mínima para el matrimonio eran los 12 años para las chicas y 14 para los chicos. Por lo que normalmente todas las mujeres estaban casadas antes de cumplir los 18 años. 


Vestidos de mujer. Siglo VI d.C.
El motivo para que las parejas contrajesen matrimonio en edades tan tempranas responde a diversas necesidades: La primera, asegurar la virginidad de la novia, en una sociedad donde el máximo valor de una mujer era su virginidad, cuanto antes se casase menos riesgo a que la perdiese. El segundo gran motivo, era la alta tasa de mortalidad infantil que, sumada a la baja esperanza de vida de las personas, hacía necesario aprovechar al máximo los años más fértiles de una mujer, para que pudiese aportar el mayor número de hijos posibles al matrimonio.

Estos matrimonios a edades tan tempranas podían acarrear numerosos problemas para las mujeres, especialmente si se casaban con hombres ya adultos. Así sabemos, por ejemplo, que la hija de Andrónico II, con tan sólo 5 años se comprometió con el rey de Serbia, y debido a las prematuras relaciones sexuales sufrió lesiones irreversibles que le impidieron engendrar hijos.

Como era habitual el matrimonio no era cosa de amor, normalmente eran las familias las que acordaban el enlace, atendiendo más bien a cuestiones económicas o hacendísticas que a la opinión que pudiesen tener los futuros esponsales. Hay que pensar que era dífícil que una simple niña se opusiese a la opinión de su familia sobre el matrimonio concertado, aunque en caso de negarse siempre podía optar por entregarse a Dios.

¿Matrimonios por amor?


Aunque existe cierta idea general que esto de casarse por amor es un concepto relativamente contemporáneo, hemos visto en nuestro ejemplo como en la mayoría de familias humildes, aunque los matrimonios los organizasen los padres, sí que se tenía en cuenta que existiese cierta compatibilidad entre los futuros esposos, o al menos se podía tener en cuenta su opinión. También si los jóvenes habían crecido juntos en un mismo pueblo o barrio y se conocían y se llevaban bien, era probable que las madres, siempre conocedoras de todo lo que les pasa a sus hijos, intentasen arreglar ese matrimonio a través de sus maridos.

Pero en una sociedad tan patriarcal como la bizantina, donde las mujeres, incluso antes de dar sus primeros signos de madurez sexual, eran estrechamente vigiladas y controladas, es difícil imaginar un matrimonio por amor, como lo conocemos actualmente.


Otro caso distinto eran los matrimonios entre familias ricas y poderosas, donde primaban mucho más  intereses económicos o hacendísticos a la hora de programar el matrimonio de los hijos.

A todo esto, hay que sumar la edad de los futuros esposos, y analizar que capacidad de crítica o de rebeldía podía tener una niña, apenas entrada en la adolescencia, para oponerse a la opinión de sus progenitores.

 


Aunque seguramente la mejor idea sobre el amor en el matrimonio nos los traslada el arzobispo de Constantinopla Juan Crisóstomo, cuando decía que "El amor mutuo y la dedicación de los esposos era una realidad atesorada, un remanente de la existencia paradisíaca original de la primera pareja", es decir, la gente no se casaba por el amor, sino que el amor surgía cuando la gente se casaba.

Para aquellas personas de corazón más romántico decirles que sabemos que, incluso entre las clases sociales más altas, existieron historias de amor románticas, como bien refleja su literatura. Relatos de amor cuyos protagonistas solían ser un hombre común o un caballero torturados de amor al ver que su amada ingresaba en un convento.



Acuerdos Matrimoniales


Durante la ceremonia de los esponsales, y para garantizar el cumplimiento del compromiso, la familia del novio se comprometía con los "arra sponsalicia", un regalo que en caso de romper el compromiso se quedaba la familia de la novia; en el caso contrario, si era la novia la que rompía el compromiso tenía que devolver los arra, más una suma económica equivalente.

Por contra, la familia de la novia era la encargada de aportar un elemento esencial para cerrar el acuerdo matrimonial: la dote. Y aunque el marido tenía derecho a administrar la dote, ésta seguía perteneciendo a la mujer de por vida. Así, si el marido fallecía o si había divorcio la dote volvía a la mujer, o en caso de que muriese la mujer y ésta no hubiese aportado hijos, la dote volvía a la familia de la mujer.

Anillo de boda

En el contrato matrimonial también se le solía exigir al marido una donación para la esposa, denominada "donatio propter nuptias" o "hipóbolon", equivalente a la mitad o a la tercera parte de la dote. En los documentos posteriores al siglo X se menciona otra donación matrimonial por parte del hombre denominada "theóretron". Estas cuotas pasaban a manos de la mujer o de los hijos en casa de fallecimiento del marido. 


Ritual del matrimonio


La celebración del matrimonio implicaba un complejo ritual con numerosos actos simbólicos y ceremonias. Se iniciaba con un baño ritual donde la novia se purificaba, después se dirigía a la novia vestida de blanco, dónde el novio la esperaba. Después del típico sermón, la pareja era bendecida por el sacerdote encargado de conducir la ceremonia y los coronaba con unas coronas matrimoniales. La ceremonia terminaba con el intercambio de anillos y bebiendo la sangre de cristo del mismo cáliz.

Una vez terminada la ceremonia oficial la pareja se dirigía a casa del novio seguida de toda la comitiva nupcial que entonaba canciones nupciales llamadas "epithalamia", de claro carácter jocoso y algo subidas de tono, para animar a los novios a consumar el matrimonio en la habitación, mientras el resto de invitados seguía de celebración.

Mosaico religioso.


Divorcio


A pesar de la libertad absoluta que existió en el derecho romano para la disolución unilateral del matrimonio, bajo el gobierno de los emperadores cristianos, se empezó a cuestionar el divorcio, por el carácter sagrado que adquiría el matrimonio. 


Por lo que, tras numerosas regulaciones, finalmente fue Justiniano el que sentó las bases sobre el derecho al divorcio en el mundo bizantino.

Las causas de divorcio para el varón eran:
- Que la mujer conociese un crimen de alta traición y no lo revelase.
- Que la mujer fuese adúltera
- Intento de asesinato contra el marido.
- Actos moralmente sospechosos contra la voluntad del marido (pasar la noche fuera del hogar, participar en banquetes o baños colectivos con otros hombres, etc)

Las causas de divorcio para la mujer eran:
- La participación del marido en crímenes de alta traición.
- Atentado contra la vida de la mujer.
- Atentado contra el honor de la mujer (ser acusada falsamente de adulterio).
- Relación extraconyugal estable del marido.

Después existían otros motivos como podían ser la impotencia o la esterilidad de alguno de los miembros del matrimonio, la elección de la vida monástica o un cautiverio de larga duración. Pero como vemos el divorcio sólo podía darse por causas muy graves dentro del matrimonio, siendo un estigma social para la mujer divorciada, lo que provocaría que su vida se volviese aún más difícil. Así que la única solución para cualquier mujer que se divorciase era ingresar en un convento.



Adulterio


Se daba por hecho que una mujer debía obedecer siempre a su marido y serle fiel, por lo que el adulterio era un delito bastante grave, especialmente si la infiel era la mujer. 


Mosaico de la emperatriz
Teodora de Bizancio
Aunque en los primeros siglos las penas podían contemplar la muerte de los adúlteros, con el paso de los siglos, se fue suavizando la legislación a penas de mutilación (se les cortaba la nariz), destierro, penas económicas o encierros en conventos. El marido, sólo era sancionado, si cometía adulterio con otra mujer casada. El derecho canónico también contemplaba graves penas para las adúlteras como podía ser la excomunión o penitencias.

Pero si a alguien hay que agraedecer el aumento de los derechos de las mujeres en la cultura bizantina es a la emperatriz Teodora, quién se involucró personales en las reformas legales y espirituales de Justiniano, sobre todo en aquellas que otorgaban mayores derechos a las mujeres, especialmente los de las mujeres de más baja extracción social.

Así entre sus logros podemos destacar la prohibición de la prostitución forzosa, el aumento de derechos para la mujer en los casos de divorcio y en los referentes a sus derechos de propiedad, y fue quien promulgó la prohibición de asesinato sobre las mujeres que habían cometido adulterio.


Bibliografía


Guiglielmo CAVALLO y OTROS: El Hombre bizantino; Alianza Ed. Madrid, 1994.
Alice‑Mary TALBOT: La Mujer en Bizancio Medieval; 153‑184


Women and marriage in Early Byzantium
https://globalconnections.champlain.edu/2015/04/17/women-and-marriage-in-early-byzantium/

Spyros Troianos, EL DIVORCIO EN EL DERECHO BIZANTINO
Y POSBIZANTINO, Ivs Fvgit, 20, 2017, pp. 443-448, Universidad de Atena



viernes, 15 de junio de 2018

Termas y prostitución: El espectacular burdel de Tesalónica

En la antigua ciudad griega de Tesalónica, capital del orgulloso reino de Macedonia, se encontró a finales de los 90 uno de los hallazgos arqueológicos más fascinantes que se recuerdan si hablamos de sexualidad y erotismo en el mundo antiguo.

El equipo de arqueólogos, bajo el sol abrasador de Grecia, se encuentran excavando un conjunto termal situado en pleno centro de la ciudad histórica, un yacimiento importantísimo para comprender la historia de la ciudad, ya que no hay muchos vestigios del siglo II a.C. que estén tan bien conservados.

Pero en plenas excavaciones salta la sorpresa, poco a poco, se va desenterrando una llamativa jarra de vino de terracota con un pico en forma de falo y decorada con relieves de Hermes, Afrodita, abejas y uvas, todos ellos símbolos relacionados con el placer, la sexualidad y la fertilidad.

Vasija de evidente forma fálica, hallada en el conjunto termal de Tesalónica.


A pesar de la peculiaridad de la pieza, el equipo de arqueólogos no se deja llevar por la emoción, ya que es habitual encontrar objetos eróticos, o incluso de claro tintes pornográficos, en espacios cotidianos de hace 2000 años.

Pero pronto fueron apareciendo más y sorprendentes objetos de clara intención erótica: jarras y ánforas de motivos sexuales, numerosísimas lucernas eróticas, e incluso ¡dildos! También he leído que durante una exposición en el museo de Tesalónica sobre estos hallazgos estuvo expuesta una ingeniosa máquina sexual accionada con una manivela, aunque no he podido encontrar más información sobre la existencia de este aparato.

Jarra de vino con motivo fálico.


Ya no había lugar a dudas, éstas no eran unas simples termas. Esta excavación vino a confirmar las sospechas que muchos arqueólogos mantenían sobre la estrecha vinculación entre el mundo de las termas y el mundo de la prostitución. Las sorpresas no dejaban de llegar a este yacimiento, y es que, junto a las termas, se encontró otro edificio del que pronto se descubrió su función... un magnífico burdel de dos plantas comunicado directamente con las termas.

Estamos pues ante un yacimiento único y extraordinario, una excavación que vendría a confirmar la existencia de termas sexuales en la Antigüedad.


Un paseo por el burdel de Tesalónica


Nos encontramos en el siglo II a.C., la rica y orgullosa ciudad de Tesalónica, ahora bajo dominación romana, es una ciudad próspera y nudo de comunicaciones entre Bizancio y Roma, además su puerto acoge mercaderes provenientes de todo el Mediterráneo.

Junto a su ágora, el mercado de la ciudad, podemos encontrar una indicación que nos señala la existencia de unos baños, y junto a estas termas encontramos un edificio de dos plantas rebosante de actividad, con hombres entrando y saliendo. De su interior brotan los sonidos de Baco, risas, chistes, y ruido de vasos y jarras de vino.  Nada más entrar en la taberna, nos recibe una "camarera" de extremada belleza, nos pregunta si somos nuevos en la ciudad y que con mucho gusto nos enseñaría las instalaciones...

Reconstrucción ideal del ágora de Atenas.

Estupefactos sólo podemos asentir con la cabeza, mientras seguimos con la mirada a la camarera que vestida con un lino casi transparente nos dice que la sigamos...

Lupanar de Pompeya.
La planta inferior es una populosa taberna de bancos corridos y mesas de madera, donde aparte de vino, se sirven copiosas comidas. Espinas de pescado, huesos de aves e incluso un huevo de avestruz encontraron los arqueólogos en esta estancia, lo que nos indicaría que se celebraban extravagantes servicios de comidas.

La grácil camarera nos dice que la acompañemos a la planta superior, por lo que subimos por unas escaleras de madera a lo que parece un laberinto de pequeñas habitaciones. La estancia está decorada con lascivas pinturas eróticas y los sonidos que salen de esas habitaciones, apenas tapadas con unas cortinas, son otros.

Son los sonidos de Afrodita, que se mezclan en la pesada y cargada atmósfera de la estancia:  gemidos de placer, promesas de amor, fingidos orgasmos, alabanzas a la belleza y obscenas exigencias amatorias... Al fondo, una habitación más amplia, se reserva para un público más selecto, donde según nos cuenta nuestra anfitriona se ofrecen espectáculos erótico-burlescos.

Frescos de con pinturas eróticas de Pompeya.

Volvemos a la planta baja, y la camarera nos dice que nos va mostrar el por qué muchos marineros y comerciantes no dudan en hacer escala en Tesalónica... esquivamos borrachos, mesas y sillas y nos dirigimos a una puerta situada en el lateral de la taberna. Y aunque el paso de los siglos hayan borrado cualquier decoración, podemos imaginar que tanto la puerta como el pequeño corredor que hay tras ella están decorados con motivos marinos y eróticos....

Según vamos descendiendo notamos como la temperatura sube y es que tras abrir otra puerta, no podemos dejar de salir de nuestro asombro, nunca antes, mis infatigables ojos de viajero habían visto algo así...

Las espectaculares termas de Tesalónica


Una nube de vapor envuelve toda la habitación, enormes muros de piedra se alzan al fondo, una variedad de ricos y elegantes mosaicos cubren el suelo. En el centro podemos ver una piscina de agua caliente, y a su alrededor, nos encontramos 25 bañeras pequeñas y sencillas, dispuestas en círculo. En la otra habitación contigua nos señala que se encuentra las piscinas de agua fría y caliente.

Baños de Tesalónica

Toda la estancia se haya iluminada con numerosas lucernas decoradas con escenas pornográficas de toda clase y condición, por nuestro lado nos adelanta otra camarera cargada con una jarra cuya boca tiene forma fálica, y es que toda la estancia está decorada con motivos tan eróticos que harían sonrojar al mismísimo Pan.

Algunas bañeras están ocupadas por meretrices que nos invitan a entrar en ellas y gozar de sus placeres, en otras encontramos a hombres que saciados todos sus apetitos se relajan plácidamente, e incluso en algunas vemos como las meretrices cumplen los deseos y fantasías de algunos de sus clientes.

Ruborizados, decidimos abrir el apetito con una buena jarra de vino griego. Hicimos bien en hacer caso a aquel comerciante ateniense y parar en esta ciudad de lujos y excesos...

Casa de Ninfas


Todo este lujo descrito nos hace pensar que más que un simple prostíbulo este lugar era una "domus meretricius", un prostíbulo de alto stánding.


Las meretrices, como las antiguas hetairas griegas, no sólo se dedicaban al comercio sexual, sino que también entretenían a los hombres con toda clase de juegos y artes como la música, la danza o la interpretación.

Y es que entre los hallazgos más destacados se encuentran dos máscaras de arcilla verdirrojas que podrían indicar que las meretrices portasen estas máscaras en juegos y pantomimas eróticas; por lo que serían mujeres versadas en todo tipo de artes, mujeres cultas y refinadas, que se ganaron el respeto y la admiración de  los hombres que allí acudían.


Conclusión


Statue of Aphrodite, 1st-2nd cent. CE, Thessaloniki Archeology Museum
Estatura de Afrodita
Este pequeño paseo aunque pueda parecer algo exagerado, o una recreación fruto de la imaginativa y lasciva mente de un hombre del siglo XXI ante el erotismo exhuberante de aquella época, tiene grandes visos de ser cierto.

Y es que numerosos especialistas, como el profesor de la Universas de Salónica, Leónidas Tomaras, afirman que era normal que los hombres al finalizar su jornada de trabajo gozasen de un baño relajante antes de disfrutar de una buena jarra de vino o una comida.

El erótico ambiente de los baños y la taberna les invitaría a saciar también otra clase de placeres. "Fuera cual fuera el orden de los placeres, la visita formaba parte de un ritual cotidiano muy común", asegura Tomaras. Por lo que en época romana acabar la jornada tomando un baño relajante y compartiendo una jarra de vino en alguna tabernae cercana con tus amigos tenía que ser algo tan corriente como quedar, hoy en día, a echar un café con un amigo.

Sabemos que tanto los baños como el burdel fueron destruídos por el fuego, seguramente tras un importante terremoto ocurrido ¡¡a finales del siglo I d.C!!. Es decir, este burdel estuvo en funcionamiento durante más de dos siglos.

Por suerte para nosotros, este complejo fue consumido por las llamas, quedando todas estas piezas sepultadas, a salvo de la destrucción del tiempo y la moral.


Su descubrimiento avivó el debate sobre la relación entre el mundo de las termas y el mundo de la prostitución en la Antigüedad clásica, aunque eso ya es otra historia...



Bibliografía

Blázquez, J.M. y Cabrero, J.; Termas y prostíbulos de la antigua Roma, La Aventura de la Historia, núm. 53 (marzo 2003), pp. 90-93.
Bird, M.; Un burdel de Roma renace en Salónica, en https://elpais.com/diario/1999/01/10/cultura/915922801_850215.html


Sykia, Chalkidiki (Συκιά Χαλκιδικής) 2nd c. CE Archaeological Museum of Thessaloniki, ΜΘ 2659
Lagynos decorado con escenas eróticas..
Sykia, Chalkidiki 2nd c. CE Archaeological Museum of Thessaloniki, ΜΘ 2659



viernes, 1 de junio de 2018

El escándalo sexual de Felipe IV con una monja

Felipe IV podría pasar a la historia bajo las palabras del historiador alemán Pfandle: "Un Hércules para el placer y un impotente para el gobierno", y es que, este monarca no sólo tenía fama de promiscuo, como otros muchos reyes, sino de ser un auténtico adicto al sexo. Por su cama pasaron todo tipo de mujeres, de toda clase y condición, y como buena muestra de ello están los más de 40 hijos bastardos que dejó.

Estábamos preparando una entrada sobre su azarosa vida sexual pero, como podéis imaginar, circulan tantas anécdotas sobre los devaneos amorosos de Felipe IV, y hay historias tan jugosas, que merecen un post aparte; como la que nos trae aquí; quizá, la más escandalosa, la que tuvo lugar en el recién fundado convento madrileño de San Plácido.

Cuentan las crónicas que el convento de San Plácido, situado en el barrio de Malasaña, fue testigo del insaciable apetito sexual de Felipe IV, que protagonizó un escandaloso hecho al intentar conquistar a una monja llamada Margarita de la Cruz.


Según se relata en un manuscrito anónimo el fundador del convento, un tal Jerónimo de Villanueva, protegido del Conde-Duque de Olivares, y buen conocedor de los gustos del monarca, informó a ambos de la presencia de una novicia de extraordinaria belleza de nombre Margarita de la Cruz.

Retrato de Felipe IV, por Diego Velázquez.

El rey, ávido de nuevas conquistas, no dudó en utilizar todos sus recursos para lograr colarse en secreto en el convento, utilizando para ello un pasadizo oculto que conectaba la casa de don Jerónimo con la carbonera del convento, y comprobar con sus propios ojos si eran reales las afirmaciones sobre su belleza. Y en efecto, la hermosura de Margarita era tal que el rey cayó rendidamente enamorado de esta mujer. Por lo que, tras unas primeras visitas de cortesía, el ardor del monarca le hizo solicitar a su nueva conquista sus primeros favores sexuales.

La pobre monja, asustada por el gravísimo pecado que estaba a punto de cometer, confesó los planes de su majestad a la priora Teresa del Valle, que planeó una estrategia para intentar frenar la libido incontrolable de Felipe IV.


Catafalco.
Así, llegado el día donde el monarca esperaba culminar su nueva conquista entró por el monasterio a través de la entrada secreta y cuando accedió a la celda se encontró una puesta en escena perfecta para hacer caer la pasión a cualquier buen cristiano. La monja estaba tendida sobre un improvisado catafalco (sepulcro cubierto con una tela negra) con la habitación repleta de flores e iluminada por cirios para que se viesen bien el crucifijo que sostenía, la falsa muerta, entre sus manos.

Como se pueden imaginar, este falso velatorio cumplió a la perfección su cometido y conmocionó a su muy católica majestad, que creía muerta a su prometedora amante. Pero pronto llegaron a oídos del monarca que todo había sido una treta de la abadesa, por lo que, como buen cazador, esto le espoleó aún más sus ganas de conseguir su ansiado "trofeo" y siguió con insistencia reclamando una visita a solas con Sor Margarita.

El asunto empezó a ser tan escandaloso que la propia Inquisición tuvo que intervenir.


Conde-Duque de Olivares, la persona más poderosa del mundo en su época.

 

Con la Iglesia hemos topado...


Fue el propio confesor personal de Felipe IV, el Inquisidor General Antonio de Sotomayor, quién inició el proceso para frenar definitivamente este sacrilegio. Como las figuras del Rey y de Olivares eran intocables, el proceso se centró contra el menos poderosos de todos los cómplices, el desdichado de Jerónimo de Villanueva, que acabó con sus huesos en la cárcel inquisitorial de Toledo el 30 de agosto de 1644. 

Para comprobar el poder que tenía el Santo Oficio, comentar que a pesar de ser amigo personal del Rey y del todopoderoso Conde-Duque, estuvo en la cárcel durante más de dos años, y sólo gracias a estos contactos pudo conseguir la absolución, pero pagando un alto coste: ya que no podía volver a pisar el convento de San Plácido, ni ponerse en contacto con sus monjas, también le impusieron una multa de 2.000 ducados, y lo peor de todo, tuvo que abandonar la Corte y pasar sus últimos días en la ciudad de Zaragoza.

Con la Iglesia hemos topado.

El asunto estaba siendo tan molesto para la Corona, que dicen las malas lenguas, que el mismísimo Conde-Duque de Olivares se presentó ante el inquisidor general que estaba instruyendo el caso y le espetó que tenía en sus manos dos decretos reales: Uno de los decretos era su renuncia al cargo y un retiro de oro a su ciudad natal con una abundante renta. El otro decreto era una orden de destierro en el plazo de 24 horas. No hace falta añadir que el inquisidor vivió el resto de sus días muy feliz en su Córdoba natal.

¿Por qué acabó una obra de arte del calibre del Cristo crucificado de Velázquez en este sencillo convento?


 A pecado nuevo, penitencia nueva.



Cristo crucificado, de Velázquez.
Aunque existe otra versión más plausible de lo que sucedió después del hecho del falso velatorio, y ahora vendría bien preguntarse ¿cómo es posible que en convento recién fundado tuviese obras de arte como un Niño Jesús de Montañés, un Cristo Yacente de Gregorio Hernández, un cuadro de 'La Anunciación' de Claudio Coello en su altar mayor o el mismísimo Cristo crucificado de Velázquez?

En esta otra versión se cuenta que el monarca se quedó bastante traumatizado al ver a la pobre monja tendida sobre el féretro, ¡¡hasta ese punto tuvo que llegar para escapar de sus insaciables apetitos sexuales!!, por lo que el rey arrastró enormes remordimientos de conciencia durante toda su vida. Recordar que, Felipe IV, fue un ferviente católico, por lo que no tendría que ser fácil vivir consigo mismo y sus continuos arrebatos amorosos.

Eran tan grande la culpa que sentía por todo lo acontecido que, para limpiar su conciencia, realizó importantes regalos a la congregación, el más sonado fue el incunable cuadro de Velázquez.

Pero según un manuscrito anónimo del finales del siglo XVII, titulado 'Relación de todo lo suzedido en el casso del Convento de la Encarnazión Benita' se nos narra que el monarca también incluyó otro regalo. Un fabuloso reloj que en los cuartos tocaba difuntos, en recuerdo del lúgubre episodio que había ocurrido en el interior del convento, y que así siguió sonando hasta la muerte de la pobre Sor María.

Una de espías...


La Anunciación de Claudio Coello
Y por si esta historia fuera poco rocambolesca, aún guarda una sorprendente historia de espías...  El Papa, Urbano VIII, interesado siempre en guardar documentos comprometedores pidió que le enviaran una copia del proceso abierto por la Inquisición. Por lo que el Consejo de la Inquisición envió a su notario, Alfonso de Paredes, a Roma con una valija diplomática con toda la documentación.

Olivares trató de borrar todo rastro de este proceso, y por supuesto, evitar que ese informe llegase a manos del Papa, pero el mensajero ya había partido hacia el Vaticano, por lo que movilizó a toda su red de espionaje y embajadores españoles de Nápoles, Sicilia, Génova y Roma para que atrapasen al molesto mensajero e interceptasen los informes, se cuenta que incluso mandó un retrato robot del tal Alfonso de Paredes.

Los servicios secretos españoles, que por aquel entonces eran los mejores del mundo, lograron prender al mensajero antes que llegase a Roma, y la arquilla sellada fue devuelta a Madrid intacta, vía Nápoles. El Conde-Duque nada más recibir ese peligroso informe lo quemó en la chimenea de la cámara real, en presencia del mismo rey.

Como recomendación final os invitamos a visitar la iglesia y el convento de San Plácido, situadas en el populoso barrio madrileño de Malasaña. 


El convento ha sido restaurado hace pocos años, y en él aún vive una comunidad de monjas, por lo que si solicitáis hora seguramente os puedan hacer una visita guiada por el edificio, y contaros éste, y otros muchos secretos que guarda el convento.

Convento de San Plácido. Madrid.


Bibliografía



Huerta MAC. El convento de San Plácido: Historia, arte y leyenda en el corazón de Madrid. La librería; 2003. 95 p.

Puyol Buil, Carlos (1993). Inquisición y política en el reinado de Felipe IV. Los procesos de Jerónimo de Villanueva y las monjas de San Plácido, 1628-1660. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

https://www.somosmalasana.com/conociendo-san-placido-unos-muros-con-historia-y-leyenda/

 https://bayucablog.wordpress.com/2011/04/15/felipe-iv-el-pasmado/