Mucho podemos debatir aquí el porqué de esa afición, algunos argumentarán que esa obsesión casi enfermiza por el sexo era propia de los Borbones. Su propia madre, la reina María Luisa de Parma, gozó de una vida repleta de placeres y supuesto libertinaje sexual, a costa de los disgustos de su cornudo marido, el rey Carlos IV.
La educación moral de la reina, muy alejada del puritanismo católico de la corte hispánica, causó gran escándalo en su época, ya que venía influenciada por las costumbres de las cortes de Francia e Italia, mucho más permisivas en esto de la sensualidad y el erotismo.
María Luisa de Parma |
Otros dirán que estas visitas continúas a los prostíbulos eran debidas a sus traumas sexuales y su nefasta y casi nula actividad sexual conyugal. Ya vimos en este post, Fernando VII y sus gran sable, como el enorme falo que tenía el rey, derivado de una enfermedad genital, tuvo que complicar muchos sus relaciones conyugales, por lo que sólo mujeres muy instruidas en el placer de amar pudieron satisfacer sus impulsos sexuales.
El rey putero
Pero a diferencia de otros reyes que acudían a los prostíbulos a escondidas y sin querer levantar mucho revuelo, el Rey felón no tuvo problemas en acudir a sus escapadas nocturnas acompañado de todo su séquito y vestido con toda la pomposidad propia de un rey.
Fueron tan habituales sus escapadas nocturnas del Palacio de Oriente que la discreta escalera que era utilizada para salir de palacio de forma anónima pasó a ser conocida como "La Fernandida".
Aguador de Madrid, 1802. |
Otro de sus compañeros habituales era un tal Perico Chamorro, un antiguo aguador de la Fuente del Berro, que gracias a sus contactos en la noche madrileña y su carácter campechano y desvergonzado, pronto hizo buenas migas con el monarca, al conseguir con facilidad cualquier capricho del monarca, ya fuesen mujeres, vino o locales nocturnos donde seguir de fiesta.
En una época repleta de intrigas políticas, donde Fernando VII aplicó una política de terror político, donde la delación y el chivatazo era moneda frecuente en el pago de antiguas afrentas. Este Chamorro entró al servicio del rey, bajo el nombre de Pedro Collado, con el único fin de espiar a sus sirvientes y dar debido informe al monarca.
Hubo una época que estas salidas nocturnas fueron casi diarias, tan es así, que se rumorea que su segunda esposa, la portuguesa María Isabel de Braganza, sabedora de las continuas escapadas nocturnas de su marido, una noche le esperó en Palacio vestida como las rameras de la capital.
Este trío recorrió todos los cafés, tabernas y prostíbulos de moda de la época... Por la tarde visitaban elegantes cafés como el Lorenzini o el Cruz de Malta, al anochecer se desviaban a las tabernas del Arco de Cuchilleros y tugurios flamencos del barrio de Lavapiés, como el Cuclillo o el Traganiños, y finalmente, de madrugada visitaban algún prostíbulo, el más famoso de todos ellos fue el burdel de Pepa la Malagueña.
Para que veamos en qué ambientes se movían el rey y su troupe se rumorea que una noche tuvo un encontronazo con un famoso bandolero de la época, llamado Luis Candelas, y es que el rey en su visita a un prostíbulo se encaprichó de la amante del bandolero, una tal Lola "La naranjera". Pero ante los deseos de un rey, poco se puede hacer, y el orgulloso y bravucón bandolero tuvo que tragarse su orgullo, y hacerse a un lado durante el romance del rey.
Por suerte, este romance duró poco tiempo, ya que el rey sólo estuvo enamorado realmente de una sola mujer... la famosa prostituta Pepa la Malagueña.
El burdel de Pepa la Malagueña.
Este burdel, situado en la calle Ave María, cerca de la puerta de Alcalá, era el más frecuentado por el monarca, no sólo por el vino y el ambiente festivo del local, sino porqué acabó enamorado de la regente del popular burdel. Como narra Vidal Sales en su "Crónica íntima de las reinas de España": "le servían el buen vino a palo seco que tanto le complace tomar en la laxitud posterior a su jaraneo y lascivo rebullir con la Malagueña o sus opulentas pupilas..."
Algunas fuentes interesadas en presentarnos al monarca como un lascivo sátiro sexual nos hablan que Pepa la Malagueña era la encargada de suministrar al rey nuevas y jóvenes conquistas con las que calmar su insaciable apetito sexual.
Otros historiadores se inclinan más a pensar que sus continuas visitas a este burdel era por su historia de amor con la meretriz Pepa la Malagueña.
La prueba de todo ello serían la protección que el rey otorgó a la Malagueña, ya que la instaló en una casa cercana a Palacio, y finalmente, para guardar las formas, la casó con un militar llamado Francisco Marzo Sánchez, que casualmente siempre estaba destinado fuera de Madrid, y con el que nunca llegó a vivir.
Majas en el balcón (1808-1814), de Francisco de Goya. |
Se supone que de este matrimonio nacieron dos hijos: Manuela, nacida en 1817 y Francisco, nacido dos años después. Aunque las habladurías otorgan esta paternidad a Fernando VII, que ante los problemas de concebir un varón heredero al trono, buscó de todas las formas posibles reconocer a este tal Francisco como su hijo y heredero al trono.
Pero con la Iglesia y las instituciones hemos topado, porque por muy rey absolutista que seas, no se puede, de la noche a la mañana, coger a un bastardo real y convertirlo en heredero a la Corona.
Este apasionado romance terminó, y nuestra protagonista, Pepa la Malagueña, ya conocida como Josefa de Montenegro, se convirtió en la amante oficial del duque del Infantado, Pedro Alcántara de Toledo.
La conspiración del Triángulo
Fueron tan habituales sus escapadas a los prostíbulos madrileños que incluso se urdió un plan para derrocar al rey absolutista aprovechando una de sus correrías nocturnas.
Esta conspiración encabezada por el general liberal valenciano Vicente Richart buscó en un principio secuestrar al rey en un burdel para obligarle a proclamar la Constitución de 1812. Aunque visto lo difícil de la empresa, se decantaron por asesinarlo en las inmediaciones de la Puerta de Alcalá o hacerlo en el interior del famoso prostíbulo de Pepa la Malagueña.
Finalmente, la conspiración fue descubierta, ante el chivatazo de dos soldados implicados en el asunto, ya que una cosa es secuestrar al rey y obligarle a proclamar una constitución, y otra muy distinta participar en un regicidio.
Tras la caída de la conspiración, supuestamente dirigida por un grupo masón, fueron apresados más de cincuenta personas, es decir, todos los liberales que aún andaban por la capital, aunque ante la falta de pruebas sólo se puedo juzgar y condenar a horca a sus principales cabecillas, el general Richart y el barbero Baltasar Gutiérrez
En el patíbulo. |
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ResponderEliminarexcelente resumen histórico .
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