- Parte I: Regencia, matrimonio y un bastardo real
- Parte II: Los amantes de Isabel II
- Parte III: Los Borbones en pelota
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Parte II: Los amantes de Isabel II
En la anterior entrada ya vimos como Isabel II se adentró desde muy joven en el terreno de la sensualidad y el erotismo, y aquelló que probó le gustó. Si a eso sumamos su carácter fogoso, apasionado, inquieto y caprichoso tenemos a una mujer rebosante de ardor sexual.
Y para colmo de males, por el otro lado tenemos un marido incapaz, ya fuese por un problema médico o por su orientación sexual, lo que convirtió el matrimonio en un problema de estado, ya que la "cuestión de Palacio" amenazaba con convertirse en un sonado escándalo. La reina, insatisfecha sexualmente, amenaza con el divorcio, y sugiere que la noche de bodas nunca se consumó el matrimonio. Francisco de Asís, humillado ante las continúas infidelidades de su mujer, amenaza con abandonar el Palacio Real.
Este cóctel explosivo sólo se pudo detener con la herramienta que mejor soluciona cualquier problema... ¡el dinero! Se rumorea que Francisco resignado a la situación de rey consorte (y cornudo) optó por chantajear a la reina por sus continuas infidelidades, exigiendo dotes económicas cada vez que el protocolo le obligaba a reconocer a un nuevo hijo o cada vez que pillaba in fraganti a la reina en una de sus infidelidades.
Y como veremos a continuación, sus amantes no fueron, ni uno, ni dos, sino que fueron pasando y alternándose durante toda su vida, desde su infancia hasta su vejez...
Retrato de Isabel II de España. |
El general bonito
Su primer gran amor fue el general Francisco Serrano, poco después de casarse encontró consuelo en este gallardo militar, 20 años mayor que ella, y que rápidamente se convirtió en su favorito, en una relación que duró un par de años.
En ese tiempo Serrano, que ya era un militar de enorme prestigio, empezó su fulgurante ascenso político, convirtiéndose en el favorito de Isabel, dándole una gran influencia dentro de la política del país.
El general Serrano. |
El encargado de tomar esa decisión fue Narváez, otro militar, que como el propio Serrano, siempre estuvieron obsesionados con el poder político, que resolvió esta crisis institucional en 1848, reconciliando a la reina con su esposo (o al menos consiguiendo que guardasen las formas de manera pública, conviviendo conjuntamente) y apartando de la vida pública a Serrano varios años.
Francisco Serrano fue su primer gran amor, la reina con tal sólo 16 años cayó rendida ante aquel impetuoso y valeroso militar, de tan buena planta, que Isabel le llamaba "el general bonito". Serrano le enseñó el camino del deseo, la pasión y el sexo, fue el primer hombre que le rompe el corazón y volverá a la política posteriormente, hasta que finalmente, 20 años después de su romance, el propio Serrano encabezará la revolución del 68 "La Gloriosa", que terminará con el exilio de la propia Isabel... cosas del amor y el poder....
Manuel Lorenzo de Acuña y Devite, marqués de Bedmar
Se quedó la reina sin su "general bonito" y Francisco de Asis volvió a Palacio como signo de reconciliación, pero Isabel, joven y enamoradiza, rebosante de ardor juvenil, pronto quedó prendada de un joven y atractivo marqués. El marqués de Bedmar, un grande de España, con el que compartía la afición por los bailes, teatros y casinos.
Aunque casado, el marqués se deja querer, y la reina, arrebatada de deseo, le envía tórridas cartas de amor: "yo te adoro con una locura y un frenesí que no te puedo explicar". El carácter fogoso, caprichoso e inmaduro de la reina hacen que los amantes vayan pasando por la alcoba real, con cada vez menos recato.
El "pollo Arana"
Isabel II y su hija "la Araneja" por Winterhalter, 1852 |
Pero el escándalo estaba servido, ya que por todos era sabido que no era hija natural del rey consorte, sino de José Ruiz de Arana y Saavedra, conocido como "el Pollo Arana", un noble guapo y valiente, que cautivó a la reina en uno de esas fiestas de baile que tanto gustaban a Isabel. Por eso, la princesa siempre llevó consigo el sobrenombre de "La Araneja", ya que nadie dudaba de la paternidad de Arana.
Su romance que se alargó entre los años 1850-1856 era considerado tan escandaloso que muchos Grandes de España se excusaron de asistir al bautizo de la niña alegando los más diversos motivos, un desplante ante la vida disoluta que vivía Isabel II.
Miguel Tenorio de Castilla
Miguel Tenorio de Castilla. |
Otro de sus grandes amores fue Miguel Tenorio de Castilla, un brillante intelecutal de la época. Estuvo licenciado en leyes, fue poeta y periodista, siendo nombrado varias veces gobernador civil y diplomático, hasta que acabó como Secretario particular de Isabel desde 1859 hasta 1864, momento en que 0'Donnell le apartó de la corte.
Algunos historiadores sospechan que tuvo que ser el padre de las hijas nacidas por esas fechas: María del Pilar, María de la Paz y/o María Eulalia. Y es que tras la proclamación de "La Gloriosa" y el exilio forzado de los Borbones, Miguel Tenorio se exilió junto a ¿su hija? la infanta María de la Paz de Borbón, falleciendo ambos en el exilio en Alemania.
Una larga lista de amantes
Estos primeros escarceos amorosos le abrieron las puertas a mundo de placeres ocultos y sensualidad desbordante que ya no pudo, ni quiso, refrenar...
El día a día de la reina Isabel se convirtió en un carrusel de sus principales vicios: Iba de fiesta en fiesta y a menudo se acostaba a altas horas de la madrugada para despertar a media tarde. Se vestía ayudada por sus cámaras y devoraba con glotonería todo lo que pusieran por delante sus camareras. Por la tarde, despachaba rápidamente los asuntos de estado que concerniesen ya que prefería dedicar las tardes a juegos y paseos. Cuando llegaba la noche volvía a lucir sus mejores galas y se iba al teatro o a algún baile, sin importarle las habladurías sobre su nuevo amante de turno.
¡Eso sí! Todo ello lo compensaba acudiendo a diario a la Iglesia, era muy beata y siempre le gustó estar rodeada de curas y monjas, tan es así que cuando el padre Claret renunció a su puesto ante la vida disoluta de su pupila y los oídos sordos que hacía de sus castas recomendaciones, la propia Isabel pidió al Papa que intercediese para que el clérigo volviese a Palacio.
Un papa, Pío IX, que cuando le concedió la Rosa de Oro de la cristiandad a Isabel II, dicen que justificó dicho reconocimiento diciendo: "Es puta, pero pía". Y tan pía, ya que donaba una generosa dote anual para las arcas papales por lo que Pío IX le correspondía otorgándole toda clase de bendiciones.
Aparte de esta dote anual, y como bien critica la siguiente ilustración de "Los Borbones en pelota", una información aparecida en la época hablaba sobre el pago de una enorme fortuna a Pío IX por la compra de una bula papal para el perdón de sus pecados carnales.
Entre la larga lista de amantes que tuvo la reina figuran numerosos hombres relacionados con las artes como José Mirall, cantante catalán; Tirso de Obregón, famoso barítono o Temístocles Solera, poeta y libretista de óperas italianas. La afición de la reina por el teatro y la música hizo que entablara amistad con numerosos compositores y cantantes, por lo que los mentideros madrileños se especulaba que estas amistades iban mucho más allá de simples paseos por las arboledas del Retiro.
El marido de Isabel, aunque cornudo, callaba y aguantaba las continuas infidelidades de la reina, incluso no tuvo problemas en reconocer a los bastardos reales, siempre y cuando la Corona le asignase una nueva dote económica.
El otro prototipo de varón que encandilaba a la reina era el militar, de buena planta, varonil, vigoroso... es decir, el prototipo de hombre contrario a su marido. Así entre los principales amantes de este corte se le cuentan a los ya citados general Serrano, el marqués de Bedmar o José Santos de la Hera y de la Puente, nombrado conde Valmaseda por la propia Isabel II,
Entre sus romances más peculiares algunos autores citan a un dentista estadounidense llamado McKeon, incluso el toque exótico lo puso un amante turco-albanés, llamado Jorge, al que escribió encendidas cartas de amor:
"Sí, alma mía; sí, mi vida; sí, mi Jorge adorado, tú me enseñarás el albanés y el inglés y todos los idiomas, y yo te enseñaré a ti el lenguaje de mi alma, que es la tuya misma y que te adora infinito, infinito… Quiero que tú reposes de tus fatigas en mi pecho, que se abrasa de amor por ti…"
El apetito sexual de la reina era tan insaciable y su corazón tan caprichoso que no dudó en flirtear con su primo Carlos Luis de Borbón, infante de España y duque de Palma, que le doblaba la edad y encima era ¡¡un carlista convencido!!, que apoyaba públicamente a su rival en la disputa por la Corona.
Y ni el exilio en Francia logró aplacar su fuego amoroso, ya que los amantes siguieron alternándose y pasando por el palacio Basilewski (hoy en día el actual hotel Majestic de París), lugar que se conviritió en la residencia oficial de Isabel II en el exilio, por lo que durante muchos años se conoció como el Palacio de Castilla (recordar que la reina Isabel estuvo más años en el exilio que gobernando).
Palacio Basilewsky, comprado por Isabel II durante su exilio, fue renombrado con el nombre de Palacio de Castilla, convirtiéndose en la residencia oficial de la reina hasta su muerte, |
Entre sus amantes más destacados en el exilio caben destacar al capitán José Ramiro de la Puente,
Hattman, un judío; o su queridísimo Carlos Marfori, quien le acompañó en los días más duros de su exilio.
Carlos Marfori
El último gran amante de Isabel II como reina de España fue Carlos Marfori, un antiguo panadero, pariente de Narváez, que por su vertiginoso ascenso social fue el que más críticas desató entre los enemigos de la Corona, ya que se le consideró un simple buscavidas que supo ganarse el corazón de la reina e ir acumulando cargos hasta alcanzar el rango de ministro de Ultramar en 1867.
Este nuevo amante reunía todos los encantos físicos que atraían a nuestra reina: era alto y fornido, moreno, y con bigote y patillas generosos. Así nos los describía Manuel del Palacio:
"Hombre vestido a lo jaque, con chaquetilla corta o marsellés abrochado, según las estaciones, amén de sombrero gacho,
polainas y demás adornos y arrequives. Su rostro, en armonía
con su traje, ostentaba unas enormes patillas de las llamadas de
«boca de jacha»".
Marfori, era valeroso y arrogante, con aires chulescos y gran mujeriego, ya había quedado embarazada a una sobrina de Narváez, por lo que se vio obligado a casarlo con ella, para salvaguardar la honra familiar.
Por su carácter, de hábil político y hombre decidido, supo ganarse la confianza de Isabel y conquistarla, acumulando más títulos y rangos. Acompañó a la reina al destierro, instalándose con ella en un hotel parisino, conocido como Palacio de Castilla.
Se guarda una carta de despedida de la reina Isabel a Marfori, fechada en París, en enero de 1875, escrita cuando la reina supo que Marfori había sido apresado y encarcelado en su vuelta a España, ya que los viejos rencores seguía latentes a pesar de la restauración de la monarquía en la figura de Alfonso XII.
"Quiero que estas palabras mías se graben en una
medalla que lleves como testigo de mi eterna gratitud por la
lealtad, abnegación y ejemplar desinterés con que me has
acompañado en mi desgracia, (...) Tú, que has sido el más fiel cortesano de mi
dolor, cuando la soledad y los desengaños me agobiaban, y que al lucir
para mí mejores días decides contra mi
voluntad separarte de mi lado, recibe al menos, como única recompensa,
que quieras aceptar la expresión indeleble del reconocimiento y del
cariño que te conservará siempre el corazón
de tu buena amiga, la reina Isabel".
José Ramiro de la Puente
Pero a rey muerto, rey puesto, y caído en desgracia Marfori, la reina no tardó en olvidar su historia de amor con nuevos e impetuosos amantes, el más conocido de todos ellos, por lo escandaloso de esta nueva relación fue José Ramiro de la Puente y González Adín, marqués de Altavilla.
Caricatura de Isabel II marchando, junto sus retoños, hacia el exilio francés. |
Esta descripción del cronista Pedro de Répide nos da una idea de la catadura moral de este nuevo amante, al que, a pesar de estar casado, le gustaba degustar la vida nocturna de París:
"Aquel farolón comprometía a la ex reina con sus jactancias, y después de separado de ella no ponía en sus palabras el
recato que todo hombre debe usar al referirse a sus triunfos
amorosos. Hasta cuando no hablaba dejaba conocer el mudo y
elocuente testimonio de un reloj de oro que le suscitaba demasiado frecuentes deseos de conocer la hora, y en el cual se
veía grabada esta inscripción: «A mi Ramiro, su Isabel»."
Llegó al Palacio de Castilla en noviembre de 1875 y rápidamente la reina lo designó como secretario personal. Su carácter alegre, desenfadado, fanfarrón y canallesco conquistó el corazón de la reina, que vio rejuvencer su corazón y logró olvidar sus penas con el carácter divertido de este militar.
Esta relación preocupaba, y mucho, a los políticos de la época, que veían con consternación la pésima influencia que ejercía este caballero sobre Isabel II.
Ésto escribió el embajador español de París a Cánovas:
"La Reina, cada vez peor. Va a todas partes… con el amigo.
Pero lo que no creerá usted es que fue a comulgar el día de la
Concepción en la parroquia de Saint Pierre de Chaillot con él
y con la señora; cuando la Reina Cristina me lo contaba, le saltaban las
lágrimas de rabia. Quien esto hace, ¿cómo quiere usted que pueda
respetar ni sus palabras ni sus escritos?"
El duque de Miranda también informaba a Cánovas sobre la vida disoluta de este sujeto, su mujer y la reina, y el desprestigio que suponía la actitud de la reina para la institución monárquica:
"Ahora le da por ir a todas partes, de día al bulevar y de visitas, de
noche a los salones de los particulares… Pero lo que da al caso
trascendencia mayor y le reviste de circunstancias
que se prestan al ludibrio es que la señora va a todos estos sitios
acompañada de Puente y su mujer. Ésta llama la atención
por su enorme corpulencia; todos preguntan quién es y cuando le dicen el
nombre llueven las pullas y las burlas más sangrientas (...) y todos padecemos al
ver a la que es reina madre arrastrando por los suelos el decoro de una monarquía tan penosamente restaurada y tan rodeada aún de enemigos y peligros".
Y como a todos sus amantes lo cubrió de títulos y condecoraciones: Placa del Mérito Militar, Encomiendas de Isabel la Católica y de Carlos III, cruces de San Gregorio y del Sol de Persia por doquier…
El último amante
Isabel II. |
Pero su más fiel compañero será un enigmático húngaro de ascendencia judía, Josep Haltmann, de pelo negro y rizado y largos bigotes. Haltmann fue nombrado secretario de la reina, administrando con eficiencia la tesorería real, convirtiéndose en su último compañero de viaje hasta la muerte de Isabel II un 9 de abril de 1904.
Y como cuentan las malas lenguas, cuando Haltmann aparecía en los aposentos de la reina, sus servidores debían retirarse, quedándose a solas "charlando" hasta altas horas de la madrugada.
Una familia de bastardos reales
No nos puede extrañar que tras una vida sexual tan agitada Isabel lograse formar una familia bastante numerosa, a pesar de los abortos que tuvo y los nacimientos que no lograron alcanzar la edad adulta.
Oficialmente la reina tuvo doce embarazos, 2 abortos y 10 partos, de los que sólo cinco hijos lograron alzanzar la mayoría de edad.
Se ha especulado mucho que los dos primeros embarazos que tuvo, que acabaron en aborto, fueron posiblemente los únicos hijos legítimos de su marido, y nacieron muertos por la alta endogamia existente entre los cónyuges. Por ello, al resto de hijos alumbrados se les considera fruto de las relaciones extramatrimoniales de la reina.
De los infantes supervivientes tenemos:
- Isabel, nacida el 20 de diciembre de 1851, conocida como "La Araneja", y más tarde, como "La chata", hija de José Ruiz de Arana.
- Alfonso, futuro Alfonso XII, nacido el 28 de noviembre de 1857, y apodado "El Puigmoltejo", por ser hijo de Enrqieu Puigmoltó.
- Pilar, Paz y Eulalia, naciadas en 1861, 1862 y 1864, consideradas hijas de Miguel de Tenorio, viviendo una de ellas junto a su padre en el exilio en Alemania.
Caricatura de la lucha por la Corona española entre la familia de los Borbones "Una familia modelo", revista "La Flaca" |
Bibliografía:
Zavala, J.M.; Bastardos y Borbones: Los hijos desconocidos de la dinastía
Fontana, J. y Millares, R.; Historia de España.
Ríos Mazcarelle, M.; Diccionario de los Reyes de España.
http://www.tiempodehoy.com/cultura/historia/el-nacimiento-escandaloso-de-alfonso-xii
https://blogs.larioja.com/historias/2014/04/16/la-atribulada-vida-sexual-de-la-reina-isabel-ii-y-su-ginecologo-riojano/
https://blogs.larioja.com/historias/2016/12/22/forzo-salustiano-olozaga-a-la-reina-isabel-ii/
http://www.elespiadigital.org/images/stories/Documentos7/CR%C3%93NICAS%20REALES;%20ISABEL%20II.pdf
https://desdelaterraza-viajaralahistoria.blogspot.com/2014/09/isabel-ii-amante-y-madre.html
https://www.megustaleerenespanol.com/libros/bastardos-y-borbones/MES-016584/fragmento