martes, 1 de mayo de 2018

Remendadoras de virgos: Devolver la virginidad a las doncellas

En esta entrada vamos a intentar desentrañar los secretos de uno de los oficios más desconocidos y raros del mundo, un oficio que se mueve entre la leyenda y la realidad, estamos hablando de la "remendadora de virgos", mujeres encargadas de "devolver" la virginidad a sus clientas.

Su figura se envuelve en un halo de misterio, no sólo por la propia naturaleza de su trabajo, mujeres que vivían al borde de la legalidad, que sobrevivían haciendo toda clase de trabajos como alcahuetas, curanderas, brujas o incluso prostitutas. Sino, sobre todo, porque las plumas de nuestros más ilustres literatos han contribuido a magnificar su leyenda, apareciendo estas "zurcidoras de virginidades" en obras de Fernando de Rojas, Cervantes, Quevedo o Lope de Vega, convirtiéndose en una figura recurrente dentro de la novela picaresca española, por lo que no sabemos si fue un trabajo realmente tan extendido como nos hacen suponer en sus obras o fue un personaje literario fruto del imaginario colectivo de aquellos tiempos.

En la Celestina de Fernando Rojas se cuenta la historia de la más famosa alcahueta, maestra de “facer virgos”, que rehizo, según propia expresión miles de ellos, y que llegó a vender, como virgen hasta en tres ocasiones a una sirvienta suya, para satisfacer los caprichos de un embajador francés. 


También nos ha llegado a través de escritos, la historia de una famosa prostituta, que llegó a engañar, a incautos clientes, vendiendo hasta en nueve ocasiones su supuesta virginidad. Por lo que comprobamos como expresiones como remenda virgos, zurcidora de virginidades o reedificar doncellas, fueron habituales en la literatura picaresca española.

La alcahueta, de Gerard van Honthorst, 1625.

La importancia de la virginidad

La virginidad de las mujeres ha representado históricamente uno de los bienes más preciados que podía tener una familia, no sólo por una cuestión de honor y honra familiar, sino también en su versión más materialista, ya que durante muchos siglos el matrimonio ha sido una mera cuestión económica entre familias, donde los sentimientos de los esponsales poco o nada importaban.

Por lo que la virginidad de la casadera era fundamental para negociar un buen acuerdo económico o para ampliar los bienes o el patrimonio de su familia. Por todo ello, la presencia de un himen intacto se creía (muy erróneamente) que era signo definitivo de virginidad (incluso hoy en día ese mito sexual sigue estando bastante extendido, asociando virginidad a la presencia de un himen intacto).

Todo ello fue conformando una mitología en torno a la virginidad de la mujer y la pureza de espíritu de la mujer virgen. 


Maja y Celestina,
de Goya.
Por lo que no nos puede extrañar que numerosas leyendas nos hablen del carácter sagrado de la virginidad frente a la magia negra o los seres mágicos (una leyenda muy extendida era que sólo una virgen era capaz de acercarse a un unicornio).

Tan extendida estaba la creencia del "estado de gracia" de la mujer virgen que numerosos tratados médicos aseguraban que la orina de virgen era capaz de curar ciertas enfermedades o incluso que los mordidos por una serpiente venenosa debían yacer rápidamente con una mujer virgen para expulsar su veneno.

Con todo ello, no nos puede extrañar que hayan existido testimonios notariales de pérdida accidental del virgo o actas notariales donde se certificaba la virginidad de tal o cual doncella. Y nos podemos imaginar la importancia que ha tenido el concepto de virginidad en nuestra cultura, ya que este tipo de testimonios se extienden desde la Edad Media hasta prácticamente el siglo XX.

Como ejemplo citamos este testimonio notarial de 1495:
"Pidió  testimonio  Juan  Gómez  dorador  y  María Rodríguez su mujer como estando María su hija de seis años poco más o menos jugando con otra su hija de 4 años  y  vimos  saltando  sobre  un  tinajón  y  subiendo  y descendiendo en el tinajón se le abrieron las piernas y le corrió sangre y le corrompio parte de su virginidad y la llevaron luego a la partera de Montilla y para guarda de su derecho pidieron a (varios testigos) que viven en la dicha casa y lo vieran". 

Esta obsesión por la virginidad hizo que se extendiesen toda clase de teorías absurdas sobre las características que tenía que presentar una mujer virgen, tanto en su aspecto externo, como durante su primera relación sexual.


Así, ciertas características físicas, como la aparición de pequeñas venas en el ojo o holluelos en la nariz eran identificados como muestras seguras de virginidad. Otros signos claros, más relacionados con la pubertad que con la virginidad, eran tener un vello púbico largo y liso, o tener los pechos pequeños y firmes o que el capuchón recubriese todo el clítoris.

Y ¡cómo no! no podía faltar la (falsa) prueba más certera e inequívoca de todos los tiempos para certificar la supuesta virginidad de una doncella, que hubiese sangrado durante el desfloramiento. Por lo que fue una prueba habitual entre la nobleza y la realeza que se exhibiera públicamente el pañuelo manchado de sangre de la noche de bodas.

Las mujeres de los mil y un oficios: Celestinas, brujas, alcahuetas, curanderas, prostitutas...

Describir a estas mujeres nos daría para un post aparte, por lo que dejaremos que sea Sempronio, uno de los personajes de 'La Celestina' quien nos de una idea de cómo la sociedad veía a estas mujeres:

" ¡Yo te lo diré! Días ha grandes que conozco en fin desta vecindad una vieja  barbuda  que  se  dice  Celestina,  hechicera,  astuta,  sagaz en cuantas maldades hay. Entiendo que pasan de cinco mil virgos los que se han hecho y deshecho por su autoridad en esta ciudad. A las duras peñas promoverá y provocará a lujuria, si quisiese."


Unas páginas más adelante es Pármeno quien le presenta a Calisto a la famosa Celestina, quién nos explica cómo se ganaban la vida este tipo de mujeres:

"Ella tenía seis oficios, conviene a saber: labrandera, perfumera, maestra de hacer afeites y de hacer virgos, alcahueta y un poquito hechicera. Era el primero oficio cobertura de los otros, so color del cual muchas mozas destas sirvientes entraban en su casa a labrarse y a labrar camisas y  gorgueras  y  otras  muchas  cosas..."

Y aunque la literatura siempre nos ha transmitido una imagen negativa de estas curanderas, sin lugar a dudas:

Tuvieron una gran importancia social, especialmente en ambientes plebeyos y pobres, donde las múltiples habilidades y conocimientos de estas mujeres fueron de gran utilidad para la mayor parte de la población, especialmente para las mujeres.


Entre otras, para aquellas que necesitaban restituir su virtud, perdida en algún momento de pasión juvenil. Aunque en esta España de la picaresca no faltó quién vendía y remendaba varias veces la virginidad de la misma moza o prostituta, como una fuente de ganar dinero.

" Hacía con esto maravillas: que cuando vino por aquí el embajador francés, tres veces vendió por virgen una criada que tenía".
- La Celestina.

Eran tan hábiles en este oficio, que no sólo eran capaces de engañar a ingenuos suegros y maridos, sino incluso a los más expertos en artes amatorias, ya que aplicaban técnicas de todo tipo, incluso utilizando elementos que simulaban la pérdida de sangre.


Técnicas para remendar virgos

Todo esto hizo que se tirase de inventiva y picaresca para desarrollar toda clase de argucias para simular virginidades o asegurarse unos resultados que no dejasen ninguna sombra de duda sobre la honradez de la doncella. Existiendo métodos tanto para asegurar el sangrado de la mujer como para restituir el himen de la doncella.

La mejor referencia al uso de ambas técnicas nos la proporciona Pármeno cuando habla de los utensilios de trabajo de la Celestina: 

"Esto  de  los  virgos,  unos  hacía  de  vejiga  y  otros  curaba  a punto. Tenía en un tabladillo, en una cajuela pintada, unas agujas delgadas de pellejeros, e hilos de seda encerados y colgadas allí raíces de hojaplasma y fuste sanguino, cebolla albarrana y cepacaballo".
- La Celestina.

De aquí se deduce con claridad que la Celestina empleaba dos técnicas distintas: una era la introducción en la vagina de una pequeña vejiga con sangre que se rompía en el coito, simulando la desfloración; y otra el recosido del virgo con agujas de pellejero e hilos propios de cirujanos. Además tenía reserva de plantas medicinales para restañar la sangre en caso de hemorragia.

Aunque quizá uno de los mejores métodos para convencer al incauto marido o amantes de la virginidad de una mujer fuesen sus dotes de interpretación, cerrar mucho los muslos, hacer fuerza con los músculos del suelo pélvico, y fingir cierto dolor y desconocimiento sobre las artes amatorias.

a.- Técnicas para simular sangrados

En aquellas uniones de mayor importancia, donde se realizaba in situ la famosa prueba del pañuelo, lo más sencillo era contar con la complicidad de la comadrona. El truco más sencillo, que ella misma, al explorar la vagina, rasgase con sus uñas la pared vaginal de la doncella hasta hacerla sangrar.

Pero había toda clase de métodos para simular sangrados, desde aquellos más peligrosos, como introducir una pequeña sanguijuela en el interior de la vagina de la mujer, o algunos más sencillos como colocar en el fondo de la vagina, vísceras de animales mezcladas con sangre, como vejigas de pescados rellenas de sangre.


Sanguijuelas para uso medicinal.


b.- Técnicas para simular virginidad

Trotula de Salerno.
Pero las habilidades de estas alcahuetas iban mucho más allá, ya que eran inclusos capaces de restaurar hímenes desaparecidos. La técnica más empleada era zurcir, con pequeñísimas agujas, finos pellejos de vejiga a los restos de la membrana desgarrada, si el himen ya había desaparecido por completo, éste se sustituía por pequeñas y finas hojas, colocadas y sujetas hábilmente.

Otros métodos se basaban en la aplicación de ciertos cataplasmas que introducidos en el interior de la vagina simulaban una especie de membrana. Uno de los más famosos fue el elaborado por una de las primeras mujeres ginecólogas de la historia, Trotula de Salerno, que vivió allá por el siglo XII, y que en su compendio sobre medicina de la mujer, el famoso "Passionibus Mulierum", ofrecía una fórmula para estrechar la vulva y simular la virginidad:

 "Toma sangre de serpiente, tierra de Armenia, corteza de granada, clara de huevo, masilla y agallas - una onza de cada cosa o tanto como se quiera. Redúcelo a polvo y hiérvelo todo junto en agua calentada. Introduce en la vagina una parte de esta combinación. O bien toma agallas, zumaque, llantén, brionia, alumbre y aceitunas enanas; cuécelo en agua de lluvia y con este cocimiento aplica fomentos a las partes privadas".

La crema de la condesa

Uno de los remedios más famosos fue el llamado "crema de la condesa", un remedio recogido en la "Farmacopea Matritense" (1823), que se elaboraba con base de agallas de encina o roble y otras plantas astringentes que se usaban "para constringir los orificios muy dilatados". El famoso médico Andrés Laguna decía de esta crema: “aprieta y cierra las partes bajas que, sentándose sobre el preparado, se pueden vender mil veces por vírgenes las que desean más parecer que ser doncellas”.

Sobre el curioso nombre de esta leyenda se cuenta que una joven criada vivía con una condesa ya entrada en años. La criada preocupada porque ya había perdido su virginidad y quería casarse fue a visitar a la curandera del pueblo. La anciana celestina le recetó que se preparase un baño con esta receta y que esperase hasta que el remedio hiciese efecto. La joven criada preparó el baño y cuando ya tenía todo listo entró la condesa en la habitación, quién creyendo que la criada le había preparado el baño para ella, se sumergió en la bañera. Cuenta la leyenda que el marido de la condesa fue el máximo beneficiario de esta confusión, ya que esa noche comprobó lo milagroso, y placentero, de esta receta.

Imagen extraída de:
http://www.esenciasdeliebana.es/wpcproduct/pomada-virginal-o-de-la-condesa/

Existieron infinidad de remedios de este tipo, hecho que nos hablaría de la preocupación real de las mujeres por este tipo de problemas: baños de consuelda, espolvorear la vulva con una serie de preparados que incluían productos de toda clase, desde talco o almidón hasta llegar al uso de la cal viva.

Y aunque hoy en día esto nos puede parecer muy anacrónico, la himenorrafia, es decir, la técnica de sutura del himen, se siguen practicando en numerosas culturas del mundo, conociéndose aquí en España bajo el nombre de zurcido japonés, ya que en el mudo gitano y musulmán se sigue practicando.


Fuentes escritas:

Todas estas técnicas y remedios no eran algo nuevo, empleándose desde la antigüedad como bien atestigua Galeno, quién ya recomendaba el uso de plantas astringentes para que la vagina de la mujer se estrechase y pareciese virgen.

Todos estos conocimientos se fueron transmitiendo por tradición oral entre comadronas y curanderas, hasta acabar recogidos durante la Edad Media en libros de carácter médico, donde se compilaron todos estos saberes ginecológicos, como el conocido libro del siglo XII, de Trotula de Salerno, donde se recogían varias recetas constringentes de la vulva usando elementos como el alumbre, las gallae o el nitrum; o el popular uso de sanguijuelas en el interior de la vagina, para que creasen costras y que éstas se rompiesen durante la penetración para asegurar el sangrado de la mujer.

La literatura del Siglo de Oro:

Pero no sólo en tratados médicos se recogieron todos estos saberes, la literatura popular también nos ha hablado de todo esto, especialmente los escritores del Siglo de Oro.

Una de las novelas que mejor retrata el mundo donde vivían estas remendadoras de virgos es la obra de Francisco Delicado, "La lozana andaluza", texto que describe la vida de los bajos fondos, durante el siglo XVI, de una ciudad tan populosa como pecaminosa como la ciudad eterna de Roma, y es que esta novela recoge muy bien la vida de prostitutas y celestinas. Durante una conversación entre la Lozana y un despensero, este último dice:

"Espera un poco y tal seréis como ella. Mas sobre mí que no compréis vos casa, como ella, de solamente quitar cejas y componer novias. Fue muy querida de romanas. Esta fue la que hacía la esponja llena de sangre de pichón para los virgos".

En esta misma novela, la Lozana experta en esta clase de remedios, le ofrece a una mujer conocida como la Napolitana, sus servicios como remendadora de virgos, y nos habla de "sellar" la vagina:

"Yo, señora, vengo de Levante y traigo secretos maravillosos que, máxime en Grecia, se usan mucho las mujeres, que no son hermosas, procurar de sello y, porque lo veáis, póngase aquesto vuestra hija, la más morena".



Para finalizar nuestro artículo que mejor que acabar con uno de los satíricos poemas de Francisco de Quevedo donde nos describe con mucha mala leche a una de estas celestinas:




Bibliografía

Montero Cartelle, E. y  Herrero Ingelmo, M.C., La ‘renovación de novias’ en La Celestina y otros autores,  Celestinesca, 36 (2012): 179-208., Universidad de Valladolid.

http://parnaseo.uv.es/Celestinesca/Celestinesca36/07_Monterno_Enrique.pdf

http://cuitasmedicas.blogspot.com.es/

http://idd0073h.eresmas.net/casas4u5.htm


1 comentario:

  1. Bueno, yo pienso que si realmente fuera un personaje ficticio no estaría tan extendido en la literatura de aquella época por tantos autores, para mi esta figura existía y lo interesante es saber ahora por qué desapareció y cómo lo hizo sin dejar huella. Artículo muy interesante, gracias por compartirlo

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