martes, 10 de abril de 2018

Inquisición y Sexo: Los delitos de solicitación

Los delitos de solicitación fue una constante preocupación dentro de la Iglesia, ya que fue uno de los delitos más extendidos dentro de la Iglesia Católica, y lo peor de todo, es que manchaba su buen nombre, ya quera un delito que afectaba directamente a sus curas y sacerdotes.

¿Qué era el delito de solicitación?
Cornelis Corneliszoon van Haarlem (1562 - 1638)

Estos delitos se producían durante el sacramento de la confesión y reciben este nombre porque el sacerdote "solicitaba" algún tipo de favor sexual al penitente. Es decir, el confesor se aprovechaba de su autoridad y la intimidad de la que gozaba para obtener algún trato carnal con la persona que se estaba confesando.

Este tipo de comportamiento fue habitual por parte de sacerdotes y frailes confesores, considerándose un mal endémico asociado a este sacramento, especialmente a partir del siglo XI, con la extensión de las órdenes mendicantes. Y es que mientras el clero secular estaba algo más controlado al tener su radio de acción más centralizado; los miembros de las órdenes mendicantes, al tener una vida más itinerante, podían confesar a un mayor número de mujeres.

Y como muestra un botón, el testimonio recogido durante un proceso de solicitación efectuado por la Santa Inquisicón en el Nuevo Mundo:

 "Asimismo testifica contra él una Joana de Vera, mujer casada, de edad de veinte y seis años, que entrando en un confissionario a confesar con él, el reo le dijo muchas palabras amorosas y aficionadas y muy ocasionadas para mal fin. Y luego inmediatamente la confesó y ésto le aconteció más de seis veçes. Y después, estando mal dispuesta en su casa, fue allá este reo y tuvo con ella tocamientos de manos en los pechos, piernas y muslos della, abrazándola y besándola teniendo delectación y polución".
- Proceso por solicitación en confesión  al jesuita Luis López  (Lima, 1578)


Tipos de Delitos

Estos delitos englobaban todo tipo de conductas y comportamientos: desde delitos de palabra, donde el confesor animaba a sus feligreses a describir con todo lujo de detalles sus pecados sexuales,  pasando por aquellos que realizaban insinuaciones y comentarios con una clara carga sexual.

Pero lógicamente, los más graves eran aquellos que pasaban de las palabras a los hechos, confesores que pedían favores sexuales a cambio de absolver de sus pecados a sus pobres feligreses o que se masturbaban mientras escuchaban sus confesiones más íntimas, o aquellos que se aprovechaban de su posición de poder para realizar toda clase de tocamientos, sabiendo que no iban a ser denunciados, ya que ellos representaban a la máxima autoridad moral de la zona.



Incluso no faltaban aquellos confesores más avispados que no dudaban en emplear supuestas doctrinas teológicas para convencer a sus feligresas. Así conocemos el testimonio dónde el confesor esgrimía ante su atónita penitente que "era muy ordinario que los padres de espíritu conociesen carnalmente a sus hijas de confesión, y aun a la más virtuosa, porque esta guardaría más secreto”.

Por no hablar, de aquellos que se hacían pasar por médicos y realizaban toda clase tocamientos o incluso aquellos que prometían toda clase de regalos y prebendas a cambio de favores sexuales. Como bien recoge este testimonio recogido en el Archivo de la Inquisición de Canarias:

"Y el dicho fraile, viendo que esta declarante se escandalizaba de lo que le había dicho, le dijo que no se espantase de aquello, que él era hombre de carne y había de volver a la naturaleza, y que otras señoras tan honradas como ella se acometían aquellas cosas y que podía venir.., de noche, como que venía a rezar a la iglesia, y que a un canto de ella podía tener cuenta carnalmente con esta declarante. Y que le daría tres o cuatro reales y que cuando viniese a la Ciudad le enviaría un sombrero o alguna cosa buena que pidiese".
- Archivo de la Inquisición de Canarias (VIII, 7)

Y es que los confesores no sólo administraban este sacramento dentro de la Iglesia, ya que no era raro que el sacerdote acudiese a la casa de sus parroquianas o incluso los más osados las invitaban a su propia casa, por lo que era fácil encontrar momentos de absoluta intimidad para cometer estos delitos de solicitación.

Pero el premio gordo para los confesores más lascivos eran los conventos de monjas, toda una tentación para muchos de estos hombres, más si sabemos, que muchas mujeres eran ingresadas en contra de su voluntad, por lo que no renunciaban voluntariamente a los placeres de la carne.

Así sabemos que un confesor de monjas de nombre, fray Juan Domínguez le pidió a una de las novicias "que le enseñase las piernas y los pechos y esta declarante se los enseñó a su ruego. Y el dicho confesor, estándoselas mirando con delectación, le dijo palabras torpes, sucias y de lujuria, nombrando las partes vergonzosas y naturales de esta declarante con los nombres más inmundos que tienen y pidiendo que se las enseñase".


El sacramento de la confesión

No hace falta recordar la importancia de la confesión como método de control social por parte de la Iglesia Católica. Quizá uno de los métodos más eficaces de toda la historia,  ya que no hay que recurrir al espionaje o a la fuerza, sino que es la propia persona que de "propia voluntad" confiesa sus más íntimos secretos. Bueno, sí algún alma libre no visitaba con regularidad al confesor, éste podía anotar este hecho y que el feligrés en cuestión fuese llamado al orden por más altas instancias, incluso ser llamado ante la propia Inquisición.

La confesión es el método de control social más sutil y eficaz de todos los tiempos, alcanzando a toda su población y con un mínimo coste.


Además, el acto de la confesión para las mujeres de la época implicaba mucho más, a veces, era el único vehículo para expresar sus temores, sus miedos, sus anhelos, fuera del estricto y controlador círculo familiar. Por lo que el confesor se convertía en la única persona a la que pedir consejo o ayuda, no sólo en problemas espirituales, sino también en los terrenales.

Todo esto hacía que la relación entre confesor y penitente fue muy estrecha, íntima, por lo que no es raro que muchas feligresas comentaran sus problemas conyugales, sus dudas o inquietudes sexuales con el confesor, ya que éste se convertía en la única figura de confianza dentro de su círculo más cercano. Recordar que, en esta época, las mujeres se casaban siendo apenas unas adolescentes, y normalmente con hombres mucho mayores que ellas, muchas veces siendo apartadas de su círculo familiar, por lo que podemos imaginar la importancia que adquiría la figura del confesor.


Las mujeres víctimas propicias...

Con todo ello, es sencillo suponer el poder de manipulación e influencia que podía alcanzar la figura del confesor para aprovecharse de aquellas mujeres más ingenuas, inseguras o temerosas, convirtiéndose en víctimas propiciatorias para los confesores más libidinosos. Y es que su figura, además, estaba rodeada de un halo de autoridad y obediencia.

Podemos imaginar que este tipo de delitos fueron demasiado habituales, no sólo por el gran número de casos recogidos en las fuentes, sino sobre todo si tenemos en cuenta lo difícil que tenía que ser para una mujer denunciar este tipo de delitos en aquella época. Ya que la sombra de la sospecha no sólo recaía sobre el sacerdote, sino también sobre la persona que denunciaba, ya que no era raro que la culpa finalmente cayese sobre la penitente.

Y es que la Inquisición se encargaba de recoger información sobre la honestidad y la familia de la mujer denunciante, por lo que también se juzgaba la moralidad pública de la denunciante, ya que no valía lo mismo el testimonio de una doncella de familia acomodada que el de una "mujer deshonesta en su vivir, y de gente muy ordinaria".

La confesión. Raimundo de Madrazo Garreta


Solicitantes y... solicitadoras

Pero no siempre las mujeres eran víctimas de las acciones lascivas de los religiosos, algunos testimonios nos hablan que a veces eran ellas las que buscaban el afecto del confesor: desde mujeres que sólo necesitaban a alguien que las escuchase pasando por mujeres insatisfechas sexualmente hasta llegar a casos de auténtico acoso y derribo al pobre confesor.

Entre este grupo de mujeres destacaban las viudas, ya que no estaba bien visto socialmente que se volviesen a casar, por lo que si enviudaban jóvenes y ante la imposibilidad de conocer varón de otra forma, veían a su confesor como única válvula de escape a sus necesidades sexuales.

Como mejor ejemplo de todo ello, es que hasta hace pocos años era habitual que los sacerdotes viviesen con sus concubinas, mujeres que se hacían pasar por sus sobrinas, amas de casa, cuidadoras, etc., pero que eran de hecho la pareja sentimental del sacerdote.

El concubinato del clero fue un fenómeno muy habitual durante la Edad Media y Moderna.


Un intento de reforma moral de la Iglesia: Concilio de Trento

Sesión del Concilio de Trento, cuadro de Tiziano
Por lo que estos delitos de solicitación o "solicitatio ad turpia" fueron uno de esos estigmas habituales dentro de la Iglesia Católica, especialmente porque el clero se caracterizaba por su nula formación teológica, por lo que no nos puede extrañar que en el Concilio de Trento (1545-1563) en su afán reformador de la Iglesia Católica empezase a tomar medidas severas por la gravedad y extensión de este tipo de crímenes.

Aunque esta reforma no era debida a la preocupación de la Iglesia por sus fieles o por los abusos de poder de su cuerpo sacerdotal, sino era una cuestión de pura supervivencia. Y es que a partir del siglo XVI, Europa se vio sacudida por la reforma protestante, corriente cristiana que denunciaba los abusos y la corrupción moral del catolicismo romano, corriente que rechazaba la autoridad papal y el carácter sagrado de algunos de sus sacramentos, entre ellos, el de la confesión.

Por lo que pronto se vio obligada a iniciar una reforma profunda de todas sus instituciones e intentar atajar toda clase de abusos, como estos delitos de solicitación.

Y es que anteriormente al Concilio de Trento, el único delito que perseguía la Iglesia era aquellos casos donde la solicitación se realizase durante la confesión, es decir, si los hechos acaecían momentos antes o después del sacramento, la Iglesia no entraba a juzgar este tipo delitos. Además, estos casos se solucionaban dentro de la propia diócesis, por lo que un traslado del sacerdote a otra parroquia y problema resuelto...

Por lo que para cualquier sacerdote ligeramente avispado era tremendamente fácil esquivar cualquier tipo de castigo, ya que la Iglesia sólo consideraba delito si se "manchaba" el acto del sacramento en sí, dándole igual que la posible solicitación ocurriese en el contexto de la confesión.

Así que habría que esperar al Concilio de Trento para que la Iglesia empezase a tomar cartas en el asunto. Lo primero que se les ocurrió fue crear el mueble del confesionario, colocando una rejilla entre confesor y penitente para evitar que intimaran demasiado, aunque su uso tardó mucho tiempo en generalizarse.

La confesión, Giuseppe Molteni
Pero el mejor indicador de la gravedad del asunto fue que, a partir de 1559, se permitió que fuese la mismísima Santa Inquisición la encargada de perseguir y juzgar estos delitos. Aunque vemos que fue bastante difícil erradicar estos delitos, ya que se siguieron promulgando bulas y leyes, para frenar este fenómeno, como la bula de Gregorio XV, Universi Dominici Gregis, de 1622.

Es famoso el caso del párroco de Beniganim en el Reino de Valencia que fue juzgado en 1608 por haber solicitado, nada más y nada menos, que a 29 mujeres, "con palabras lascivas y amorosas para actos torpes y deshonestos". Y es que como podemos suponer, sólo en los casos más flagrantes las autoridades eclesiásticas actuaban, haciendo la vista gorda en la mayor parte de los delitos, ya que la Iglesia siempre ha sido de lavar sus trapos sucias de puertas para adentro.

Penas y castigos

Por regla general las penas y castigos para los solicitantes eran bastante indulgentes, ya que apenas se conocen casos donde la Inquisición acabase utilizando el tormento o penas de azotes o de condena a muerte hacia los sacerdotes infractores.

Las penas más comunes eran la abjuración de levi, es decir, limitarse a dar una leve reprimienda al confesor y aconsejarle mucha oración y ayuno, a ver si así se le quitaba la calentura... Otra de las penas más comunes era la multa económica, o en aquellos casos más claros, las penas solían ser la prohibición, temporal o de por vida, de administrar el sacramento de la confesión, normalmente acompañado de sentencias de reclusión en hospitales donde ayudar a pobres y enfermos. En aquellos casos más extremos uno de los castigos más severos era el destierro.


Inquisición de Edouard Moyse
Para finalizar, incluímos otro de los testimonios incluídos en el proceso por solicitación contra el jesuita Luis López, que saca a la luz el lado más oscuro y tenebroso de estos delitos de solicitación: un abuso de poder que muchas veces caía en tocamientos no consentidos, abusos o incluso violaciones:

«...el dicho reo se quedaba en casa de la dicha moza doña María algunas y muchas noches a la velar y guardar, durmiendo en un estrado junto a su cama. Y que una noche había tenido cópula carnal con ella y la había corrompido y habido su virginidad y se había quedado preñada. Y el reo echaba la culpa del preñado al demonio, diciéndo que él confesaba a su madre y hermanas y les daría a entender por libros cómo podía el demonio empreñar sin que la mujer lo entendiese. Y queriendo el reo otra vez tener cópula carnal con la dicha doña María, juntándose con ella questaba desnuda en la cama, había tenido pollución entre las piernas della. Y porque no había sido en el vaso natural le dijo el reo que no fue sino un acometimiento a pecar con ella, porque como fuese fuera del vaso no lo tiene por pecado mortal. Y porque la dicha doña María dijo a çierta persona: "mira vos lo que debe un hombre a una mujer que la adonçella, éso me debe a mí Luis López", el reo sabiéndolo, indignado contra ella, le dio muchos azotes con una disçiplina por piernas y brazos, descubriéndole sus vergüenzas. De lo qual ella, indignada y rabiosa, lo vino a denunçiar...»

- Proceso por solicitación en confesión  al jesuita Luis López  (Lima, 1578)




BIBLIOGRAFÍA

González Rincón, M.; La crítica sexual anticlerical en el Apókoposde Bergadís: la sollicitatio durante la confesión, Byzantion Nea Hellás, 29, 2010: 113 - 133  

Galván Rodríguez, E.; La praxis inquisitorial contra confesores solicitantes (Tribunal de la Inquisición de Canarias, años 1601-1700)

Sánchez-Oro Rosa, J.J.; Sexualidad, vida conyugal e Inquisición en Ciudad Rodrigo (siglo XVI-XVII), Centro de Estudios Mirobrigenses.

[En Internet]

http://www.miguelgarciavega.com/delito-de-solicitacion/

https://www.20minutos.es/noticia/253977/0/favores/sexuales/conquista/

Otorgar favores sexuales al confesor a cambio de la absolución de los pecados era una práctica habitual en México durante la etapa colonial, especialmente en los siglos XVIII y XIX, asegura un especialista mexicano, según Jorge René González, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y autor del libro "Sexo y confesión"

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Otorgar favores sexuales al confesor a cambio de la absolución de los pecados era una práctica habitual en México durante la etapa colonial, especialmente en los siglos XVIII y XIX, asegura un especialista mexicano, según Jorge René González, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y autor del libro "Sexo y confesión"

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