sábado, 26 de octubre de 2019

Imperia: La primera cortesana

Parte I: El Concilio de Constanza: prostitutas, cortesanas y una estatua.
Parte II: Imperia, la primera cortesana.
Parte III: Cortesanas poetisas, prostitución en la Italia del Renacimiento.

--------------------------0000000--------------------------

 

Imperia: el nacimiento de un mito


Aunque conocemos bastantes detalles de la vida de Imperia Cognati durante su vida en Roma, poco o nada sabemos de lo que sucedió durante su estancia en Constancia, más allá de lo relatado por la pluma y la imaginación de Balzac en su obra "La Bella Imperia", donde nos narra, el ambiente lascivo de aquel Concilio y las intrigas urdidas por esta enigmática mujer.


"Era Imperia la más preciosa y caprichosa de las mujeres de mundo, además de pasar por ser la más inteligentemente bella y la que mejor se las componía para engatusar a los cardenales, galantear a los más rudos soldados y opresores de pueblos. Era dueña de valerosos capitanes, arqueros y señores, deseosos de servirla en todo. Con sólo una palabra podía acabar con la vida de aquellos que se mostraban impertinentes.

La derrota de un hombre no le costaba más que una gentil sonrisa; y a menudo por muy Señor de Baudricourt que era, un capitán del Rey de Francia le preguntaba, haciendo burla de los abades, si aquel día debía matar a alguien para ella. Excepto los potentados del alto clérigo con los cuales Doña Imperia componía finalmente su ira, los tenía a todos bajo su férula por la virtud de su pico y de sus amorosos modales, que tenían a los más virtuosos e insensibles apresados como los pajarillos en liga. Por eso, vivía tan querida y respetada como las verdaderas damas y princesas, y se le daba el trato de señora…”

Retrato de Imperia en "El Parnaso" de Rafael como la poetisa Safo.

Es evidente que su presencia tuvo que causar estragos entre los grandes prohombres allí reunidos, y conociendo el carácter mujeriego del Emperador, parece claro que tuvo que fijarse irremediablemente en ella. 


Aunque nunca sabremos hasta qué punto su influencia tuvo algo que ver en la elección del nuevo Papa, el cardenal Otón de Colonna, elegido en 1417 bajo el nombre de Martín V, un miembro de una de las familias aristocráticas romanas más antiguas y con mayor influencia de su época. 

Esta elección dio fin al Gran Cisma de Occidente, tras casi cuarenta años de disputas, y volvió a situar a Roma (ciudad donde residía Imperia) como sede del trono de San Pedro, recuperando su grandeza, tras más de un siglo de saqueos,  abandono y guerras, tanto externas (con la vecina Pisa) como internas (lucha encarnizada entre las principales familias de la ciudad). El Papa, por fin, volvía a ser una sola persona y se asentaba en la ciudad eterna tras haber habido sedes papales en lugares tan dispares como Pisa, Aviñón e incluso ¡Peñíscola!


La primera cortesana: Imperia Cognati


'El triunfo de Galatea' de Rafael.
Imperia aparece en el centro del cuadro
Imperia, nacida en torno al año 1486, fue hija de Diana di Pietro Cognati, una famosa prostituta romana, su padre tuvo que ser algún personaje importante de la corte romana, por lo que muchos han querido atribuirle la paternidad a Paris de Grassis, maestro de ceremonias del Papa Julio II, ya que el testamento de Imperia estaba firmado bajo el nombre de Imperia de Paris.

A pesar de sus orígenes tuvo una educación excelsa, ya que nada más entrar en el mundo de la prostitución fue conocida por su encanto e inteligencia, convirtiéndose en el prototipo de mujer cortesana: refinadas, cultas, poetisa y versada en toda clase de artes.
 

Fue apodada "La Divina" o  "La Reina de las Cortesanas". Su origen, aunque incierto, se sitúa en la ciudad de Roma, y destacó no sólo por su belleza, sino también por su inteligencia, su trato elegante y distinguido, y su habilidad en diversas artes como la poesía o el arpa. 

Por ello, ha sido considerada la primera cortesana, una figura que se popularizó enormemente en la Italia del Renacimiento.


Retrato de A. Chigi
Su belleza y sus encantos hizo acrecentar enormemente su fama siendo cortejada por toda la corte eclesiástica y nobiliaria romana, aunque parte de su éxito residía en presentarse como una mujer inalcanzable, por lo que seleccionaba muy bien a sus amantes.

El gran amor de su vida fue el banquero Agostino Chigi, al que apodaban "el banquero más rico del mundo", que financió el alto nivel de vida de Imperia, manteniendo un palacio en Roma, así como una villa rural a las afueras de la ciudad.


Otra de esas leyendas que corren en torno a su figura es sobre el lujoso estilo de vida que llevaba. Se cuenta que su casa estaba tan llena de riquezas y obras de arte como el palacio de un príncipe, por lo que cuando el embajador español en Roma asistió a su vivienda y se atragantó no le quedó más remedio que escupir sibre un sirviente de Imperia, ya que era lo único en aquella casa que podía ser mancillado.

Entre la lista de amantes que tuvo hubo banqueros, como Agostino Chigi o Angelo di Bufalo, poetas como Blosio Palladio o Filippo Beroaldo, altos cargos eclesiásticos como el cardenal Jacopo Sadoleto o el bibliotecario papal Tommaso Inghirami, y ¡cómo no!, no podía faltar un genio del renacimiento como el pintor Rafael.

Entre sus amantes se encontraba el genio del renacimiento Rafael, que no dudó en pedir sus servicios como modelo para inmortalizar su belleza en varias de sus obras.


Según los historiadores del arte su retrato aparece en varias obras realizadas por Rafael:
- La primera de ella sería "El triunfo de Galatea" obra encargada por el banquero Chigi para decorar su villa, posteriormente conocida como Villa Farnesina.
- También aparece en los frescos que decoran la tumba del banquero en la Iglesia de Santa María de la Paz (Roma) representada como una de cuatro sibilas que acompañan a un ángel.
- Y por último, como la poetisa Safo en "El Parnaso", una espectacular pintura mural realizada en el Palacio del Vaticano.


Frescos de la Iglesia de Santa María de la Paz (Roma).
Imperia sirvió de modelo para representar a una de las sibilas.

Era tal su belleza que se popularizó la frase de que Roma había sido dos veces bendecida por los dioses: Una vez bajo los auspicios del dios Marte, el dios de la guerra, que les dio el Imperio Romano; y otra vez por la gracia de Venus que les otorgó la belleza de Imperia

Muerte

Tuvo una hija llamada Lucrecia a la que nunca le faltó de nada, no sólo por las riquezas de su madre, sino por la protección que siempre le ofreció su más que probable padre, el banquero Chigi. A la muerte de su madre, Lucrecia heredó su enorme fortuna.

Sobre la muerte de Imperia corren toda clase de rumores: algunos apuntan que se suicidó envenenándose por un mal de amor, otros por un asunto de honor donde el Papa Julio II exigió su muerte. Y es que este tipo de muerte trágica siempre adorna más la bibliografía de un personaje tan fascinante como Imperia. Pero el famoso poeta Pietro de Arentino, contemporáneo de Imperia, escribió que la primera de las cortesanas murió en su lecho "rica, venerada y digna en su propia casa.

Los funerales fueron todo un acontecimiento en Roma ya que fueron financiados por Agostino Chigi e Imperia fue enterrada con todos los honores en la Iglesia de San Gregorio al Celio en Roma.


Podéis ampliar la información sobre la interesante figura de estas mujeres cortesanas cuya figura se popularizó en las ciudades estado italianas durante el Renacimiento en nuestra entrada: Cortesanas poetisas: La prostitución en la Italia del Renacimiento.

 

Bibliografía


https://www.laviajeraempedernida.com/constanza-el-lago-y-las-cortesanas-del-concilio/

 https://www.opinion.com.bo/articulo/ramona/el-concilio-de-constanza/20140511235000666898.html

https://periodicoirreverentes.org/2012/11/08/ciertos-lugares-imperia/
https://www.opinion.com.bo/articulo/ramona/el-concilio-de-constanza/20140511235000666898.html

jueves, 24 de octubre de 2019

El Concilio de Constanza: Prostitutas, cortesanas y una estatua.


Parte I: El Concilio de Constanza: prostitutas, cortesanas y una estatua.
Parte II: Imperia, la primera cortesana.

--------------------------0000000--------------------------


Quién tenga la suerte de poder viajar al lago Constanza, una maravilla de la naturaleza, por algo es llamado la "costa azul alemana", podrá descubrir con asombro, si se acerca a la ciudad del mismo nombre, cómo a la entrada de su puerto les recibirá la enorme escultura de una provocativa mujer .

La mujer va vestida con unas finas gasas transparentes, que se abren para mostrarnos sus larguísimas piernas y su ropa interior. El vestido, abrochado con un cinturón, apenas cubre sus prominentes y redondeados pechos.

Escultura de Imperia.

Pero que la belleza de su figura no os impida ver lo que sostienen sus manos: la figura de dos personajes desnudos, una ataviado como un rey, y el otro, como un Papa, son la representación del emperador Segismundo y el Papa Martín V, dos de los hombres más poderosos de su época, y como bien simboliza la escultura, a pesar de todo su poder, sus corazones estuvieron en manos de esta hermosa mujer.

¿Quién es esta misteriosa mujer? Imperia Cocagna, era su nombre, y según relatan las fuentes, era la cortesana más bella que hubo en su época. ¿Queréis conocer la historia que se esconde tras esta estatua? Pues acompáñanos a una de las épocas más convulsas para la cristiandad y os mostraremos como el sexo y el poder siempre han mantenido un estrecho vínculo, y la importancia histórica que tuvo Imperia, considerada como la primera cortesana de la historia.


La estatua


Esta singular escultura fue inaugurada en 1993, mide 9 metros y es obra de Peter Lenk. Como podrán suponer su inauguración fue todo un escándalo en la localidad, y es que ese puritanismo calvinista tan frecuente en estas tierras sigue muy vigente en la actualidad. Por suerte, la estatua se erigió sobre los terrenos privados pertenecientes a una compañía ferroviaria, por lo que la campaña pública para censurarla tuvo poco efecto. Además, poco a poco, se fue ganando el corazón de sus habitantes, convirtiéndose en uno de sus principales valores turísticos.

Para los más voyeristas podemos añadir que la estatua está situada sobre un pedestal que gira sobre su eje, por lo que cada cuatro minutos, la bellísima Imperia da una vuelta sobre sí misma, para que podamos admirar sus atributos sin problemas.

Como decíamos sobre sus manos sostiene dos personajes caricaturescos que personifican el poder terrenal y el poder espiritual... En su mano derecha se posa la figura del Emperador Segismundo que sostiene el globo imperial, en su mano izquierda se asienta el Papa cubierto por la tiara papal. Ambos poderes sucumben a la tentación, no sólo de la lujuria, sino también de la riqueza, del poder, de la ambición...

Aunque tal como dijo su creador: "Las personas de la bella Imperia no son ni el papa ni el emperador, sino saltimbanquis que se apoderaron de insignias del poder secular y espiritual. Libre a la interpretación histórica del observador decidir en qué medida los verdaderos papas y emperadores han sido, también, unos saltimbanquis."


Constanza


Nos situamos, estamos a las orillas de la ciudad de Constanza, ciudad que da nombre a este lago que hace frontera con tres países: Alemania, Suiza y Austria. Como podéis suponer esta maravilla natural ha sido un enclave histórico desde tiempos inmemoriales, tanto por su posición estratégica como puente sobre el Rin, como por ser un punto de cruce comercial de toda Europa,  por lo que numerosas culturas han dejado su huella en este territorio.

La pequeña ciudad de Constanza se convirtió en un importante paso comercial y durante los siglos X al XV ganó enorme protagonismo, tanto que allí se celebró el Concilio de Constanza, un intento de poner orden dentro de una Iglesia Católica dividida, corrupta, analfabeta y pecaminosa. Sus objetivos: finalizar con el Gran Cisma de Occidente, un hecho insólito, ya que hubo varios Papas gobernando simultáneamente y, por otro lado, intentar reformar la Iglesia.

Escultura en la entrada del puerto con el lago Constanza de fondo.


Marco histórico


La Iglesia, que durante todo el medievo había ido sufriendo diversas herejías y descontentos, entró en el siglo XIV en plena crisis institucional y de valores, desde su cabeza hasta sus pies. 


El cuerpo sacerdotal estaba formado por hombres analfabetos, sin apenas formación espiritual, muchos de ellos vivían abiertamente con su concubina, cuando no tenían familia directamente, a la gran mayoría se les acusaba de ser poco menos que borrachuzos y de abusar de su posición de poder para intimar con mujeres.

Su jerarquía era incluso peor, ya que a los vicios antes descritos sumaban una ostentación del lujo y de riqueza insultante, y una desmedida ansia por el poder. Los Papas no eran muy diferentes, hijos de poderosas familias que se aferraban al peligroso trono de San Pedro y ejercían su poder como cualquier otro noble.

A todo ello hay que sumar el desconcierto que suponía para los fieles el Cisma de Occidente, con la existencia de varios Papas al mismo tiempo, con sus propias cortes. En tiempos del Concilio de Constanza hubo hasta tres Papas gobernando al mismo tiempo.

En el momento de la proclamación del Concilio coexistían 3 Papas que se disputaban la silla de San Pedro


Si a este panorama de crisis espiritual sumamos la difícil situación social que vivieron los reinos medievales durante el siglo XIV tenemos el caldo de cultivo para el surgimiento de toda clase de movimientos religiosos que hicieron tambalear los cimientos de la Iglesia Católica. 


Entre las causas de este malestar social tenemos la llegada de la Peste Negra a Europa, así como un período de hambrunas generalizadas debidas a la concatenación de una serie de malas cosechas por un cambio climático que enfrió varios grados el clima de Europa; sin olvidar la siempre inquietante sombra acechante del poder musulmán, encabezado por el Imperio Otomano.

Retrato del emperador Segismundo.
Por lo que no nos puede extrañar que en una sociedad profundamente religiosa, y bajo este clima de inseguridad y zozobra, surgiesen toda clase de individuos, desde profetas que proclamaban el fin del mundo, visionarios que profetizaban el advenimiento de cristo, pasando por intelectuales reformistas que exigían la reforma de la Iglesia y aireaban la corrupción del trono de San Pedro.

Por todo ello, Segismundo de Hungría, el Emperador del Sacro Imperio Germánico, única persona con poder para proclamar un concilio ecuménico en lugar del Papa, intentó poner orden en la Iglesia convocando el Concilio de Constanza, el único celebrado en territorio alemán, y que se
alargó durante más de 4 años, entre 1414 y 1418.  Un período en el que la pequeña ciudad de Constanza vivió una eclosión económica con la llegada de más de 70.000 personas, entre ellos, las inmensas cortes que arrastraban tanto el Papa, como el propio emperador, como los embajadore de todos los países allí convocados.



Las cortesanas del concilio


Con la llegada del Concilio la ciudad prosperó rápidamente, y ante el gran número de visitantes pronto empezaron a eclosionar nuevas viviendas, mercados, fondas y hostales, ¡y como no! prostíbulos. A la ciudad llegaron monarcas, cardenales, nobles, eclesiásticos, soldados y toda clase de sirvientes, y tras el sonido de sus tintineantes monedas también se instalaron mercaderes, ladrones y sobre todo prostitutas.

Algunos historiadores apuntan que apaciguar los ánimos de los asistentes y contentar a los allí reunidos se hizo llegar de todas las ciudades próximas más de 700 mujeres públicas. Y que el propio emperador Segismundo escribió una misiva desde Constanza requiriendo los servicios de 1500 prostitutas más.

Panorámica de la ciudad de Constanza

Por muy devoto cristiano que fuese el Emperador esto de la castidad y la fidelidad conyugal no iba con él. Ya que aunque a su llegada a Constanza vino acompañado de su segunda esposa, Bárbara de Celje, viendo el ambiente que iba adquiriendo el concilio no dudó en enviarla rápidamente de vuelta a Hungría.

Y es que la afición del emperador por las mujeres de vida licenciosa era por todos sabidos. Por ejemplo, sabemos que en su visita a la ciudad de Berna en 1434, las autoridades de la ciudad abrieron las puertas de las casas de prostitución de forma gratuita tanto para él como para su ejército. Un detalle, que el emperador agradeció públicamente en su discurso a las autoridades locales, destacando su calurosa hospitalidad y que hubieran puesto a su disposición, y de su séquito, las casas de mujeres públicas durante tres días seguidos.

Prostíbulo medieval.

Otro testimonio sobre la vida licenciosa del Emperador nos lo ofrece el Papa Pío II, que en su novela erótica "Historia de los dos amantes", ¡sí! habéis leído bien... una novela erótica, aunque la escribió antes de ser Papa, y ¡claro está!, después tuvo decir que se arrepentía mucho de haberla escrito.

Pues en esta novela también nos habla del gusto de Segismundo por las mujeres, especialmente aquellas mujeres de alto rango, inteligentes y bellas, por lo tanto no es de extrañar que quedase prendado de nuestra Imperia:

"Por muchas partes se ha difundido con cuántos honores se recibió al Emperador Segismundo al entrar en la ciudad de Siena, de donde somos tú y yo.(...)  Una vez acabadas las ceremonias, cuando Segismundo se acercó a este palacio se encontró por el camino con cuatro mujeres casadas, casi idénticas en nobleza, belleza, edad y elegancia (...) Segismundo, aunque viejo, era proclive al deseo y le deleitaban especialmente las palabras de las mujeres, disfrutaba con sus encantos femeninos y nada le parecía más agradable que el aspecto de aquellas ilustres mujeres".

 

Recordar que durante la Edad Media las mujeres públicas estaban agrupadas como cualquier otro gremio, con sus propios derechos y deberes dentro de la ciudad, al igual que cualquier otra profesión.


Normalmente estas casas de prostitución estaban agrupadas en torno a un barrio, y es que, por aquella época, la prostitución, aunque mal vista, estaba tolerada, siendo una práctica pública y visible. Aunque las mujeres que caían en el mundo de la prostitución solían ocupar una posición social baja y despreciable, muchas veces obligadas a lucir algún tipo de prenda distinguible (cintas amarillas en los brazos).

 

Pero de todas las prostitutas llegadas a la ciudad destacaron especialmente las cortesanas venidas de Roma, encabezadas por Imperia Cognati, que acompañaban al séquito de nobles y eclesiásticos provenientes de la ciudad eterna. 

 

 


Fotograma de la película "La ramera errante"
Vemos a las prostitutas con sus lazos amarillo como signo de diferenciación social.

Cortesanas italianas: el surgimiento de una nueva clase de prostitución


Tintoretto. 1576. Retrato de Veronica Franco.
Worcester Art Museum, Massachsetts.
Este grupo de cortesanas causaron admiración no sólo por su físico, sino sobre todo por sus habilidades en tan diversas artes como la poesía, la música, la pintura. Eran mujeres sofisticadas, cultas, refinadas, osadas y muy inteligentes, expertas en el arte de la seducción, muy alejadas del resto de prostitutas que se habían congregado en la ciudad alemana.

Algunos historiadores apuntan que el surgimiento de este tipo de "mujer de compañía" de lujo se debió precisamente a la postura cada vez más intransigente de la Iglesia sobre el amancebamiento de sus clérigos. Al prohibirles vivir con una mujer de manera estable y pública se dedicaron a disfrutar de la compañía de este otro tipo de mujeres: prostitutas que hacían las veces de amantes, pero también de compañeras de conversación, juegos y entretenimiento.

Por lo que muy pronto surgió en torno a la corte Papal un buen número de mujeres especializadas en tratar el ambiente distinguido y educado de la corte romana. Estas mujeres acompañaban a sus amantes en sus viajes, y en casos excepcionales como el Concilio de Constanza, se asentaban en la ciudad con ellos. Y es aquí, precisamente, en este Concilio, cuando la fama de estas cortesanas se extendió por toda Europa, ya que los nobles y príncipes llegados de todos los rincones de Europa se quedaron anonadados ante la belleza, la etiqueta, la conversación y las habilidades de estas mujeres.

Estas mujeres, sabedoras que su fortuna era tan efímera como su belleza, supieron acumular grandes fortunas jugando con las pasiones y sentimientos de sus numerosos amantes. Por lo que solían mantener una relación estable con algún cliente poderoso, al tiempo que flirteaban con otros hombres. 
Imperia retratada por Rafael como la poetisa griega Safo.

Para saber más sobre estas famosas cortesanas del renacimiento podéis visitar nuestra entrada de "Cortesanas poetisas: la prostitución en el Renacimiento", donde analizamos más profundamente la figura de estas mujeres

La celebración del Concilio supuso una conmoción para la comunidad católica de la época, ya que a pesar que uno de los objetivos de este concilio era regenerar el cuerpo de la Iglesia y ofrecer una imagen menos pecaminosa, en realidad supuso todo lo contrario. Convirtiéndose la ciudad en una nueva Babilonia del pecado, con la presencia de cientos de prostitutas y meretrices que convivieron públicamente con los eclesiásticos, nobles y caballeros allí reunidos.

No nos puede extrañar que una de las medidas tomadas en este Concilio fuese condenar a la hoguera por herejía al pobre Jan Huss (precursor de la reforma protestante), a pesar de haberle prometido salvoconducto si se presentaba allí a explicar sus postulados.  Y es que Huss pregonaba la desobediencia a la Roma, ya que vivía sumida en el pecado y no tenía ninguna autoridad moral sobre el resto de fieles. Imaginamos que todas sus ideas se vieron reforzadas al llegar a la ciudad y ver la vida depravada de las altas jerarquías eclesiásticas allí presentes.

Jan Huss, en el Concilio de Constanza.


Imperia: La primera de las cortesanas


Retrato de Imperia.
Aunque poco sabemos de los avatares de Imperia en su estancia en Constanza, su leyenda como mujer fatal en ese Concilio nace gracias a la pluma del escritor francés Balzac quien la inmortalizó en un texto denominado "La Bella Imperia", su biografía resulta tan interesante que hemos decidido realizarle un post sólo para ella, y es que pocas mujeres han tenido el honor de servir de musa para uno de los grandes artistas del renacimiento como Rafael.

No podemos despedir este post sin recordar que existe otra novela que utiliza el trasfondo de este concilio como parte de su trama, titulada "La ramera errante" de Iny Lorentz, donde una honrada doncella es arrojada por engaños al mundo de la prostitución. Esta novela ha sido llevada a la televisión con un telefilm de escasa calidad del mismo nombre, tendré que hacer el esfuerzo de ver la película para terminar de documentar el post.




Bibliografía


https://www.laviajeraempedernida.com/constanza-el-lago-y-las-cortesanas-del-concilio/

 https://www.opinion.com.bo/articulo/ramona/el-concilio-de-constanza/20140511235000666898.html

https://periodicoirreverentes.org/2012/11/08/ciertos-lugares-imperia/
https://www.opinion.com.bo/articulo/ramona/el-concilio-de-constanza/20140511235000666898.html

sábado, 12 de octubre de 2019

La vestimenta de las prostitutas en Roma: entre la infamia y la lujuria


Como cada año en Mérida se celebra el Emerita Lúdica, unas jornadas donde se recrea la vida y costumbres de la Antigua Roma, y dónde cada año, cada vez más gente decide participar vistiéndose como los antiguos romanos. Hay un grupo de mujeres recreacionistas que todos los años se visten como prostitutas, luciendo espectaculares vestidos rojos con gasas transparentes... Así que decidí escribir un artículo sobre la vestimenta de las prostitutas en el mundo romano. Pensando, pobre de mí, que iba a ser un post rápido y sencillo.

Legionario, prostituta y esclavo.
Del grupo recreacionista Emerita Antiqua


Pero la historia no deja de sorprendernos, y por eso me encanta escribir en este blog, especialmente en temas que necesitan cierta investigación.... Y es cuando crees que se sabe todo acerca de un tema, cuando más indagas en él, cuantas más fuentes consultas, más dudas surgen, más datos contradictorios emergen, por lo que decides indagar más y más... hasta descubrir con asombro que muchas veces damos por ciertos datos o fuentes parciales, carentes de contextos o de difícil interpretación, que se repiten una y otra vez en todas las webs.

Y cómo suele pasar en muchos temas relativos a la sexualidad en la cultura romana la "verdad histórica" depende mucho de las respuestas que estés buscando. ¿Cómo vestían las prostitutas romanas? La respuesta más sencilla sería que la comunidad científica no sabe a ciencia cierta cómo vestían, o que vestían de formas tan variadas (según época, nivel adquisitivo, nivel social, zona geográfica, meteorología, o incluso modas) que no hay una única respuesta.


Una cara de la cultura romana: sobriedad y recato.



Seguramente si os digo que os imaginéis cómo va vestida una mujer romana os vengan a la mente vestidos muy sensuales, con escotes de infarto, paños con transparencias y colores muy llamativos... Y es que la mayoría de películas y series ambientadas en Roma nos han mostrado a la mujer romana, como una mujer frívola, seductora, y muy, muy sexy.

Protagonistas femeninas de la serie 'Spartacus'
Pero la realidad es muy diferente, en una sociedad tan machista y clasista como la romana, la mujer, y por mujer nos referimos a la ciudadana romana, a la matrona, iba muy tapada, especialmente en público, muchas veces cubriendo manos y cabeza, obligada siempre a salir acompañada en los espacios públicos.

Y aunque no se puede negar que la mujer romana era presumida y le gustaba vestir bien e ir a la última moda, como bien vimos en este artículo sobre la primera manifestación de mujeres en la Roma Antigua, todo ello, siempre, guardando el decoro y el pudor que se le exigía a una buena matrona romana.

La vestimenta en Roma, bueno en nuestra sociedad también, encerraba todo un significado sobre los diferentes estratos sociales. De un sólo vistazo se podía saber si una mujer era una patricia, plebeya, liberta o esclava, si era viuda, casada o virgen, si era una ciudadana, una sacerdotisa o una prostituta, o si era pobre, rica o muy rica.

La propia sociedad romana imponía unas reglas de vestir que permitían identificar el status social o el poder de cada individuo, y no sólo por una cuestión de materiales o calidad de los tejidos, sino con toda una simbología implícita en cada prenda.


Esto de la vestimenta no era cosa de broma, como bien atestigua el edicto "Ademptata pudicitia", en el que se regula diferentes sanciones por delitos relacionados con el acoso e insinuaciones amorosas a determinadas mujeres, es decir, a mujeres "honorables", siendo su vestimenta el factor más claro a la hora de determinar la condición social de la mujer.

Pintura mural de la "Villa de los misterios", Pompeya.
Se pueden apreciar los distintos vestidos que utilizaban las mujeres romanas.

Es decir, el código de vestimenta de la mujer era importante para determinar la conducta punible del agresor, ya que si una mujer honorable iba vestida como correspondía, ningún agresor podría justificar su comportamiento ante la justicia. Todo ello, nos refleja la violencia a la que estaba sometida el resto de mujeres en la sociedad romana, como por ejemplo las prostitutas, sobre las que no exisitía ningún tipo de protección jurídica en casos de abusos o violaciones que pudiesen sufrir en plena calle.

Por eso era importante que cada mujer vistiese acorde a su rango social. Aunque toda esta legislación en torno a cómo iba vestida la mujer parece indicar que estas normas, en el día a día, no se cumplían a rajatabla, y que las formas de vestir variaban por modas, comodidad, climatología, ... haciendo que realmente no fuese tan fácil distinguir las diferentes clases sociales sólo a través de la vestimenta.

Mosaico del siglo IV d.C., Villa de Teseo,  Zona Arqueológica de Paphos, Chipre.
Por ello, parece que existió cierta tradición, posteriormente recogida en ley, que obligaba a prostitutas y mujeres de conducta sexual inmoral a vestir de determinada manera, especialmente cuando paseaban en lugares públicos.

Las mujeres sorprendidas en adulterio eran despojadas de la stola, que caracterizaba a la matrona, y obligadas a llevar la toga.


También está muy extendida la teoría que las prostitutas desde tiempos antiguos estaban obligadas a llevar una túnica corta y oscura, o llevar el cabello sin recoger, e incluso se les obligó a ir descalzas. Aunque estos rasgos pueden servir también para definir su condición de esclavitud. La duda es ¿son rasgos propios y exclusivos de las prostitutas? o ¿más bien es una asociación entre esclavitud y prostitución?


Lo único definitivo y casi seguro es que el atuendo de las mujeres respetables era fácilmente distinguible del resto de las mujeres de la sociedad romana. Lo que no parece tan claro es que hubiese una distinción entre las clases bajas romanas, ya que los esclavos no llevaban ningún tipo de prenda especial. Por lo que en realidad sería imposible distinguir entre una ciudadana pobre, una esclava o una prostituta. 


Cortesanas en un banquete. Podemos ver como llevan vestidos con gasas transparentes.


¿Estaban las prostitutas y/o mujeres adúlteras obligadas a vestir determinadas prendas?

A partir de esta pregunta surgen toda una serie de debates en el seno de la comunidad científica: ¿estaban obligadas prostitutas y adúlteras a vestir con una toga masculina? ¿esta obligación sólo afectaba a mujeres adúlteras o se extendía también a las prostitutas? ¿cómo de estricta era esta ley? ¿por qué obligarlas a vestir una prenda que era exclusiva de los ciudadanos romanos?

Aunque en los primeros tiempos de la República hombres y mujeres vestían con toga, poco a poco, se fue imponiendo la tradición que sólo los ciudadanos masculinos romanos la vistiesen. Prohibiendo su uso a esclavos, libertos, extranjeros y mujeres. Con una sola excepción, prostitutas y mujeres condenadas por infidelidad.

No se sabe cuándo, ni por qué se empezó a cambiar esta moda, imaginamos que al son de las conquistas romanas y la llegada de la influencia y modas griegas y orientales, los ricos ciudadanos romanos se quisieron distinguir del resto de habitantes que poblaban la capital del mundo. Hasta llegar al punto de diferenciar las dignidades y cargos de cada ciudadano, así como su estrato social con un código de vestimenta propio, incluyendo a prostitutas y mujeres condenadas por infidelidad.

Alguna otra fuente señala que este cambio de vestimenta de las mujeres fue por culpa del teatro. Y es que por lo visto en el siglo II a.C. se puso muy de moda la comedia "togata", por contraposición a la "paliata". La diferencia es que la togata se basa en la vida cotidiana romana (vestimenta, protagonistas,...) y la paliata tenía grandes influencias griegas. Por lo que se apunta que es probable que en estas populares comedias las prostitutas estuviesen caracterizadas llevando una toga; y esa tradición del teatro pasó a las calles de Roma.

Una costumbre que se recogería en la "Lex Iulia", obligando a prostitutas y mujeres infieles a usar toga  (toga muliebris), y prohibiéndoles el uso de determinadas prendas, como la estola o las cintas en el pelo (vittae), cuyo uso estaba restringido a las matronas romanas.


Impresionante fresco representado a Hércules y Ónfale. Tercer estilo pompeyano.
Museo Arqueológico de Nápoles.
Fuentes clásicas

Si acudimos a las fuentes clásicas, por sorprendente que pueda parecer, aportan muy poco a la polémica de la vestimenta de las mujeres infames en lugares públicos. Por supuesto que contamos con detalladas descripciones de los vestidos de las prostitutas DENTRO del prostíbulo, pero muy poco, por no decir nada, de su vestimenta FUERA de los burdeles.

A ello hay que sumar algunos términos latinos que pueden dar a confusión a la hora de su traducción, como el término "moecha", al no saber si se refiere a adúlteras, prostitutas o se refiere ambas y se aplica a todas las mujeres de sexualidad inmoral.

El más claro ejemplo de esta imposición de una vestimenta especial en los lugares públicos nos lo brinda Marcial en su epigrama titulado:

A cada uno lo suyo
¿Regalas vestidos de [color] púrpura y violeta a una adúltera manifiesta? ¿Quieres darle los regalos que merece? Envíale una toga.
(Marc. II, 39)

Aunque este epigrama establece esa relación entre adulterio y el uso de la toga muliebris, no permite saber el alcance y la profundidad de esa relación.

Fresco de Pompeya.
Prostituta vestida sólo con una banda para resaltar sus pechos.

El mismo Marcial nos ofrece otro epigrama donde hace un chascarrillo sobre la obligación de las adúlteras a llevar la toga:

La confusión era fácil
Había visto al eunuco Telis en toga. Numa dijo que era una condena por adulterio. 

(Marc. X, 52)
  
Como vemos relaciona el uso de la toga con las mujeres condenadas por adulterio. Marcial hace un chiste sobre la naturaleza "femenina" de los eunucos, su posible condición de esclavo sexual, y por ello, el uso de la toga como "castigo".


Más interesante nos parece este testimonio de Juvenal, que viene a romper con las clasificaciones estrictas sobre el uso de la toga que habitualmente se citan en numerosas páginas sobre la vestimenta romana, ya que critica que un legislador use una toga más parecida a la de una prostituta que la que le corresponde por estatus social.

Este párrafo es muy interesante, no sólo porque nos relata la variedad de togas que se podían usar, extiéndase al tipo de vestimenta en general, sino porque nos ofrece otra "prueba" sobre la obligación de usar toga a las mujeres condenadas por adulterio. 

 "(...) Pero, ¿qué no harán los demás, cuando tú, Crético, te pones una toga de organdí y mientras la gente se emboba con tu traje lanzas soflamas contra Próculas y Politas? 
 Fabula es adúltera, que se la condene, si quieres, y también a Carfinia: aunque culpable no se pondrá una toga semejante. "Pero julio abrasa, me muero de calor" Actúa desnudo: la locura es menos vergonzosa. ¡Valiente indumentaria (...)"

 (Sátiras, II, 65-70)

Escena erótica de  la 'Casa de la Farmesina', Museo Nacional de Roma.

Según estos testimonios parece claro que las mujeres adúlteras, ¿pero también las prostitutas?, estaban obligadas a vestir esta famosa toga muliebris, que seguramente también tuviese un color característico... Por lo que las prostitutas y las adúlteras no sólo tenían que vestir una prenda diferenciada, sino también lucir colores de ropaje diferentes para evitar posibles confusiones.

Parece claro que tenían prohibido lucir el color blanco, reservado a las matronas. Por lo que no sería de extrañar que estuviesen obligadas a lucir una toga corta y de color parduzco, un color asociado históricamente a las prostitutas.

Esta diferenciación social de la prostituta, aunque nos pueda parecer una costumbre antigua, siguió vigente a lo largo de los siglos venideros, se mantuvo durante tanto tiempo que incluso dio lugar al nacimiento de una expresión muy castiza: irse de picos pardos. Y es que, como ya explicamos en esta entrada, en color parduzco siempre estuvo muy vinculado a la prostitución.

Pero con todo ello, no hay evidencias sobre que las prostitutas estuvieran obligadas a llevar la toga, no hay esculturas o pinturas murales que muestren la vestimenta pública de una prostituta, sólo que eran las únicas mujeres a las que estaba permitido su uso. Esto no significa que adúlteras y prostitutas sólo llevasen togas.

Ya que algunos estudiosos parecen indicar que esta denominación de mujer "togata" no implicaba necesariamente que vistiese  con una toga, sino que muchas veces esa referencia es una metáfora para referirse a las mujeres moralmente deleznables.


Escena erótica con prostituta romana.

Por último, ¿por qué adjudicar una prenda tan típicamente masculina a las prostitutas? Se supone porque eran mujeres cuyo deseo sexual iba en contra de la norma, siendo su deseo más parecido al del hombre que al que se le supone a una mujer. Además, al igual que los hombres, las prostitutas podían caminar solas por la calle, cosa que no ocurría con las mujeres honorables, que siempre debían estar acompañadas en los espacios públicos. 


La otra cara de la cultura romana: sensualidad y promiscuidad


Mujer ¿togata?
Pero como es muy habitual en la sociedad romana, una cosa es lo que se hacía de cara a la galería, y otra de puertas para adentro. Y una cosa es lo que dijesen las leyes, y otra, la realidad de las calles de Roma.

Por lo que  a las puertas de los prostíbulos la cosa cambiaba, allí las meretrices sí que podían lucir lujosos vestidos de seda, gasas transparentes, joyas y adornos, todo lo que hiciera falta para vender sus encantos.

Las meretrices de más alto standing lucirían vestidos y joyas, que envidiarían hasta las más ricas matronas romanas, incluso sabemos de meretrices de lujo que viajaban en sedanes:

"(...) tú en cambio, cuando te gusta la cara de una putilla vestida, vacilas, y dudas en hacer bajar a Quíone de su alta silla" (Juvenal III, 133-137)

Mientras que las prostitutas de más baja condición, se cubrían con harapos o lucirían sus cuerpos completamente desnudos, o simplemente vestirían como cualquier otra mujer pobre.

Pero con el paso del tiempo, y el relajamiento de las leyes, las meretrices fueron vistiéndose con ropajes cada vez más lujosos y sensuales, por lo que las mujeres romanas, cansadas de su aburrido estilo de vestir, copiaron e imitaron la forma de vestir de las prostitutas.


J.W. Godward, Athenaiss, 1908.
Un ejemplo de ello lo tenemos con los "Coa vestis", unos vestidos de seda,  elaborados en la isla de Cos,  famosos porque su tela era tan fina que transparentaba el cuerpo de la mujer. Este tipo de tejido primero fue utilizado por cortesanas griegas y romanas, pero causó tanto furor, que su uso pronto se extendió al resto de mujeres.

"... y se visten con velos que pasan por ropas como para excusar su aparente desnudez. Pero se puede distinguir el interior con más claridad que sus rostros, excepto por sus horrorosamente prominentes pechos que siempre llevan atados como prisioneros"
- Luciano, Amores.

El éxito de estos vestidos se seda fue tal que siguió vigente incluso con la llegada del cristianismo , levantado las críticas de los autores cristianos:

"Este raro tejido transparente delata un temperamento sin vigor, prostituyendo bajo una tenua capa la vergüenza del cuerpo. Además, no es un delicado vestido protector, pues no es capaz de cubrir la silueta de la desnudez".
- Clemente (El pedagogo, II)


A todo ello hay que sumar la nacionalidad de las prostitutas, ya que por ejemplo, en Italia muchas de las prostitutas eran de origen sirio o egipcio, por lo que su forma de vestir y maquillarse era propio de las modas de aquellas tierras orientales: mucho maquillaje, túnicas cortas y togas de colores brillantes. También usaban largas cadenas de oro que bajaban hasta la cintura.

Desnudez: Símbolo de esclavitud

Muchos autores también nos hablan que veces a las prostitutas se las mostraba completamente desnudas, no sólo como símbolo de su esclavitud, sino también para que el cliente pudiera observar con todo detalle la "mercancía" que iba a comprar o usar.

Mercado de esclavos, Jean-Leon Gerome.
Museo del Hermitage. San Petesburgo.

La desnudez era símbolo de la más baja categoría, por lo que las prostitutas que aparecían completamente desnudas se suponía que podían realizar los "servicios" más lujuriosos y depravados. De esta manera los prostíbulos más sórdidos seguramente presentasen a sus meretrices completamente desnudas. Juvenal en su "Sátiras" nos describe como la emperatriz Mesalina se coló en un lupanar y ofreció sus servicios como prostituta completamente desnuda y  "con pezones dorados" a la entrada de su habitación. El mismo autor en otro fragmento vemos como también asocia la desnudez con los lugares más sórdidos:

"Oiga el son de las castañuelas y esa palabras de las que se abstiene la prostituta que se ofrece en pelotas en el apestoso lupanar (...)"
- Sátira XI, 170-173
 

ACCESORIOS

Para acabar, si hablamos de la vestimenta de las prostitutas en Roma no podemos dejar de hablar de sus complementos, como el uso de pelucas, sostenes y maquillajes.

Como decíamos, en Roma era difícil ver a una mujer completamente desnuda, incluso las prostitutas siempre guardaban cierto pudor a la hora de mostrarse desnudas, por lo que muchas de ellas realizaban sus servicios con estrofio puesto. Una prenda interior que consistía en una banda para el pecho que realzaba los senos, y que se puede ver en numerosas pinturas murales.

Imaginamos que aquellas con los pechos más tersos o bonitos prescindieron de esta prenda, ya que como nos relata Catulo no era extraño que paseando por la zona de burdeles las prostitutas enseñaran sus pechos con descaro a los transeúntes.

Por otro lado, tenemos el uso de tintes para el pelo o pelucas que estuvo muy extendido entre las meretrices, especialmente cuando empezaron a llegar esclavas rubias procedentes del norte de Europa, por lo que muchos hombres romanos preferían la novedad de las cabelleras rubias.

Nos detenemos en este pasaje de la 'Sátiras' de Juvenal, donde critica la vida sexual de la emperatriz Mesalina, ya que nos describe algunos de los detalles que se han asociado a la prostitución:

Tan pronto como creía que su marido estaba dormido esta prostituta imperial vestía la capa que llevaba por la noche y salía de la casa acompañada de una esclava, puesto que prefería un lecho barato a la cama real. Disimulaba su cabello negro con una peluca rubia y se dirigía al lupanar de tapicerías gastadas, donde tenía reservada una cámara. Entonces tomaba su puesto, desnuda y con sus pezones dorados, atendiendo al nombre de Lyscisca y exhibiendo estómago de donde vienes, noble Británico”.



Pero no sólo pelucas usaban, ya que tal como nos comenta Juvenal (III, 62-68) muchas prostitutas para diferenciarse de las demás, portaban prendas propias de su región, lo que les daba un toque exótico: 

  "Ha tiempo ya que el Orontes sirio ha confluido en el Tíber y ha transportado consigo la lengua y las costumbres y las cuerdas oblicuas y el flautista, así como los tambores de su tierra, y las muchachas a las que mandan prostituirse alrededor del Circo. Id vosotros a quienes os agrada una zorra extranjera con su gorrito de colorines."

Como ya dijimos anteriormente la mujer romana era muy coqueta por lo que usaban una gran variedad de cosméticos, aunque un uso excesivo estaba mal visto y era considerado inmoral y propio de prostitutas.

Ya que numerosos autores criticaban a las prostitutas por el uso excesivo de maquillaje, aunque podemos entenderlo como algo normal, ya que su única fuente de ingresos dependía de su belleza física, por lo que es fácil suponer que acudieron a toda clase de ungüentos y cosméticos para parecer más jóvenes y bellas. 

Al parecer estos cosméticos baratos emitían olores bastante fuertes que al combinarse con los perfumes baratos que usaban para encubrir la falta de higiene y el propio olor que desprendían los prostíbulos, lugares insalubres de escasa ventilación, convertían a los burdeles en lugares bastante insalubres y malolientes.

Conclusión


A pesar de que son varios los autores clásicos que nos han hablado sobre esta costumbre, donde prostitutas y mujeres infieles estaban obligadas a vestir de manera diferenciada en los lugares públicos. Existe todo un debate dentro de la comunidad científica sobre este aspecto: Primero, sobre el alcance real de esta norma, ya que también resulta llamativo que sólo unos pocos autores nos hablen de esta ley, por lo que no sabemos hasta que grado era aplicada.

Existe otro segundo debate sobre si esta obligación de vestir la toga se aplicaba a todas las mujeres de moral sexual indebida, o sólo a las matronas infieles, y no a las prostitutas. Ya que en muchos textos se nos describe los ropajes insinuantes que lucían las meretrices, por lo que parece que estas leyes o costumbres, aunque existiesen, no se aplicaba, y muy pronto cayeron en desuso.

El epigrama "No pidas recato a mis epigramas" de Marcial (I,35) puede ser interpretado bajo esta visión... al igual que es imposible pedirle recato a sus epigramas, también parece imposible vestir a las prostitutas en los juegos florales o impedir que las meretrices luzcan la estola.


"Te lamentas, Cornelio, de que escribo unos versos poco serios y que no puede comentar el maestro en la escuela. Pero estos libritos, como los maridos a sus mujeres, no pueden deleitar si están capados. ¿Qué, si me mandas que entone un epitalamio sin las palabras del epitalamio? ¿Quién pone vestidos a los juegos Florales o permite a las meretrices el pudor de la estola? Tal es la norma que se les ha dado a los versos jocosos: que no pueden agradar si no son picantes. Por ello, abandonada tu severidad, te ruego que tengas consideración con mis retozos y juegos y no te empeñes en castrar mis libritos. No hay cosa más torpe que un Príapo capón."

Tampoco podemos olvidar que la condición jurídica de las prostitutas podía ser muy variada, tomando todo el arco que abarca desde mujeres libres que se inscribían como prostitutas para poder vivir libremente su sexualidad, pasando por las concubinas (amicae) que eran cortesanas de lujo o las posaderas que podían ejercer la prostitución puntualmente, hasta llegar al escalón más bajo que serían las esclavas.

Todo parece indicar que fue con la introducción de la "Lex Iulia" cuando se empezó a asociar el adulterio con el uso de la toga, aunque tampoco hay ninguna evidencia de una aplicación severa de esta ley.



J.W. Godward, El espejo
1899.
En estas nuevas leyes proclamadas por Augusto, donde hay un evidente interés en encauzar la sexualidad de sus súbditos, especialmente la de las mujeres, hacia los valores tradicionales de sobriedad, castidad, fidelidad, sumisión,... nos pone el foco de atención en dos hechos: 

Por un lado, la libertad sexual que vivió la mujer romana a principios del Imperio. Una libertad que Augusto intentó frenar con sus leyes de nueva moralidad. Y por otro, el intento de controlar esa sexualidad diferenciando de manera tan evidente a las mujeres honorables de las que no lo eran.

Así que llegamos a la conclusión que no sabemos con seguridad el tipo de prenda que las prostitutas lucirían en lugares públicos. Es evidente que tenían prohibido lucir ciertos ropajes pero ¿estaban obligadas a vestir como mujeres infames? o ¿podían vestir como cualquier liberta o esclava? ¿era fácilmente distiguible una prostituta de una matrona?

Muchas veces en estos casos la mejor opción es no creernos tan distintos a la sociedad romana y buscar paralelos con nuestra sociedad actual:





¿Hasta que punto la vestimenta es un código de diferenciación social? 

Que el tipo de vestimenta y complementos sirve como identificador social parece evidente. Pero tan evidente, como que hay mujeres de bajo nivel adquisitivo que saben vestir de manera muy elegante y fashion; y mujeres muy ricas que visten como cualquier otra mujer, y no van luciendo vestidos y complementos de Chanel, Gucci o Armani.

Estas posibles diferencias sociales se diluyen más en la vida cotidiana del día a día, y sólo se amplifican los días grandes, de fiesta, donde las mujeres suelen vestir sus mejores galas y joyas. 

Parece evidente que las mujeres romanas, para ir a comprar al mercado o ir a las termas, vestirían ropas cómodas y prácticas, guardando sus ropas y joyas más lujosas para determinadas festividades donde si se exponían de cara al público. 

Viñeta del cómic 'Murena'

Además, no hay pruebas que sustenten que las mujeres normalmente llevasen el traje simbólico de su rango y condición social, y sí muchas "quejas" de ciertos autores de que muchas de ellas no lo hacían. 


Así que como en la actualidad, las mujeres más presumidas, orgullosas, elegantes o distinguidas sí que querrían diferenciarse del resto de mujeres y siempre saldrían a la calle con las vestimentas propias de su rango social, aunque fuese pleno agosto y se muriesen de calor. - Antes muerta que plebeya -pensarían.

Por lo que intuimos que la mayoría de patricias romanas, por un sentido práctico de la vida, vestirían de forma no muy diferente a una plebeya o una liberta. 

Un ejemplo de esto nos lo ofrece Apiano en su "Historia de Roma", donde se queja amargamente que a finales de la República la gente se vestía como quería, no como debía:

«Ahora el pueblo romano está muy mezclado con los extranjeros, hay igualdad de ciudadanía para los libertos, y los esclavos se visten como sus amos. Con la excepción de los senadores, los ciudadanos libres y los esclavos llevan la misma ropa.»


¿Existe hoy en día algún tipo de vestimenta propia de prostitutas? 

Se podría decir sí, que cierta ropa como medias de rejillas, faldas muy cortas, el fetichismo con las prendas de cuero, o vestidos muy ajustados se han asociado tradicionalmente como ropa "característica" de prostitutas, ¿eso significa que todas las mujeres qué lleven esa ropa son prostitutas? ¡No! Cualquier mujer puede lucir esas determinadas prendas, según la moda, el momento o el estilo de cada una, pero es el conjunto, la actitud o el contexto el que te habla sobre si esa mujer es una prostituta o no.

Tipo de vestimenta moderna asociada a las prostitutas.

También tenemos el ejemplo contrario, prostitutas que se visten como cualquier otra mujer, intentando ocultar su identidad, o incluso prostitutas que lucen vestidos y complementos muy caros, que indican muy a las claras que sus clientes son hombres de alto nivel adquisitivo.

Todo esto también ocurriría en las calles de la Antigua Roma, puede ser que matronas y prostitutas se distinguiesen en las calles de Roma, pero no tan fácilmente como muchos autores han querido mostrar

Parece claro que existían ciertas prendas asociadas a la prostitución: Por un lado, tenemos la polémica toga muliebris, que no sabemos hasta que punto estaban obligadas a lucirla en lugares públicos. Y por otro, tenemos telas y gasas transparentes o de colores llamativos, pero que muy pronto levantaron las envidias de las matronas romanas, y se apropiaron de estas sensuales y atractivas prendas.

Como vemos el debate está abierto, por lo que os pido que no dudéis en participar, colaborar o criticar este artículo, y aportar otras fuentes, ideas o perspectivas sobre este asunto. ¡Nosotros estaremos encantados!



Bibliografía

https://arraonaromana.blogspot.com/2014/05/la-prostitucion-romana-en-plauto.html

https://domus-romana.blogspot.com/2015/02/vestes-matronae-lucir-elegante-en-roma.html

Zamora Manzano, José Luis; La industria del sexo en la época romana: categorización social de la prostituta, medidas fiscales y control de la administración, 2019.

Greek and Roman Textiles and Dress: An Interdisciplinary Anthology
editado por Mary Harlow, Marie-Louise Nosch

 Harlow, M.E. ‘Dressing to please themselves: clothing choices for Roman Women’ in Harlow, M.E. (ed.) Dress and identity (University of Birmingham IAA Interdisciplinary Series: Studies in Archaeology, History, Literature and Art 2), Copyright © 2012, Archaeopress, pp. 37-467

McGin, A.J., Thomas, 'Prostitution, sexuality, and the law in Ancient Rome'



sábado, 21 de septiembre de 2019

Los amantes de Isabel II de España

La vida amorosa de Isabel II de España:
- Parte I: Regencia, matrimonio y un bastardo real
- Parte II: Los amantes de Isabel II
- Parte III: Los Borbones en pelota

---------------------------00000---------------------------

Parte II: Los amantes de Isabel II


En la anterior entrada ya vimos como Isabel II se adentró desde muy joven en el terreno de la sensualidad y el erotismo, y aquelló que probó le gustó. Si a eso sumamos su carácter fogoso, apasionado, inquieto y caprichoso tenemos a una mujer rebosante de ardor sexual.

Y para colmo de males, por el otro lado tenemos un marido incapaz, ya fuese por un problema médico o por su orientación sexual, lo que convirtió el matrimonio en un problema de estado, ya que la "cuestión de Palacio" amenazaba con convertirse en un sonado escándalo. La reina, insatisfecha sexualmente, amenaza con el divorcio, y sugiere que la noche de bodas nunca se consumó el matrimonio. Francisco de Asís, humillado ante las continúas infidelidades de su mujer, amenaza con abandonar el Palacio Real.

Este cóctel explosivo sólo se pudo detener con la herramienta que mejor soluciona cualquier problema... ¡el dinero! Se rumorea que Francisco resignado a la situación de rey consorte (y cornudo) optó por chantajear a la reina por sus continuas infidelidades, exigiendo dotes económicas cada vez que el protocolo le obligaba a reconocer a un nuevo hijo o cada vez que pillaba in fraganti a la reina en una de sus infidelidades.

Y como veremos a continuación, sus amantes no fueron, ni uno, ni dos, sino que fueron pasando y alternándose durante toda su vida, desde su infancia hasta su vejez...

Retrato de Isabel II de España.

El general bonito


Su primer gran amor fue el general Francisco Serrano, poco después de casarse encontró consuelo en este gallardo militar, 20 años mayor que ella, y que rápidamente se convirtió en su favorito, en una relación que duró un par de años.

En ese tiempo Serrano, que ya era un militar de enorme prestigio, empezó su fulgurante ascenso político, convirtiéndose en el favorito de Isabel, dándole una gran influencia dentro de la política del país.


El general Serrano.
Su romance, tan apasionado como cada vez más público, se convirtió en un grave problema político y todo un escándalo, por lo que se decidió cortar por lo sano y cesar al general en todas sus funciones y trasladarlo fuera de Madrid.

El encargado de tomar esa decisión fue Narváez, otro militar, que como el propio Serrano, siempre estuvieron obsesionados con el poder político, que resolvió esta crisis institucional en 1848, reconciliando a la reina con su esposo (o al menos consiguiendo que guardasen las formas de manera pública, conviviendo conjuntamente) y apartando de la vida pública a Serrano varios años.

Francisco Serrano fue su primer gran amor, la reina con tal sólo 16 años cayó rendida ante aquel impetuoso y valeroso militar, de tan buena planta, que Isabel le llamaba "el general bonito". Serrano le enseñó el camino del deseo, la pasión y el sexo, fue el primer hombre que le rompe el corazón y volverá a la política posteriormente, hasta que finalmente, 20 años después de su romance, el propio Serrano encabezará la revolución del 68 "La Gloriosa", que terminará con el exilio de la propia Isabel... cosas del amor y el poder....


Manuel Lorenzo de Acuña y Devite, marqués de Bedmar


Se quedó la reina sin su "general bonito" y Francisco de Asis volvió a Palacio como signo de reconciliación, pero Isabel, joven y enamoradiza, rebosante de ardor juvenil, pronto quedó prendada de un joven y atractivo marqués. El marqués de Bedmar, un grande de España, con el que compartía la afición por los bailes, teatros y casinos.

Aunque casado, el marqués se deja querer, y la reina, arrebatada de deseo, le envía tórridas cartas de amor: "yo te adoro con una locura y un frenesí que no te puedo explicar".  El carácter fogoso, caprichoso e inmaduro de la reina hacen que los amantes vayan pasando por la alcoba real, con cada vez menos recato.


El "pollo Arana"


Isabel II  y su hija "la Araneja"
por Winterhalter, 1852
Después de dos partos, de dudosa parternidad, donde los niños nacieron muertos, al tercer parto por fin Isabel dio a luz a un niña sana, que llamaron María Isabel. Fue inmediatamente proclamada princesa de Asturias y de esta forma la Corona se aseguraba su ansiado heredero.

Pero el escándalo estaba servido, ya que por todos era sabido que no era hija natural del rey consorte, sino de José Ruiz de Arana y Saavedra,  conocido como "el Pollo Arana", un noble guapo y valiente, que cautivó a la reina en uno de esas fiestas de baile que tanto gustaban a Isabel. Por eso, la princesa siempre llevó consigo el sobrenombre de "La Araneja", ya que nadie dudaba de la paternidad de Arana.

Su romance que se alargó entre los años 1850-1856 era considerado tan escandaloso que muchos Grandes de España se excusaron de asistir al bautizo de la niña alegando los más diversos motivos, un desplante ante la vida disoluta que vivía Isabel II.


Miguel Tenorio de Castilla

Miguel Tenorio de Castilla.

Otro de sus grandes amores fue Miguel Tenorio de Castilla, un brillante intelecutal de la época. Estuvo licenciado en leyes, fue poeta y periodista, siendo nombrado varias veces gobernador civil y diplomático, hasta que acabó como Secretario particular de Isabel desde 1859 hasta 1864, momento en que 0'Donnell le apartó de la corte.


Algunos historiadores sospechan que tuvo que ser el padre de las hijas nacidas por esas fechas: María del Pilar, María de la Paz y/o María Eulalia. Y es que tras la proclamación de "La Gloriosa" y el exilio forzado de los Borbones, Miguel Tenorio se exilió junto a ¿su hija? la infanta María de la Paz de Borbón, falleciendo ambos en el exilio en Alemania.


Una larga lista de amantes


Estos primeros escarceos amorosos le abrieron las puertas a mundo de placeres ocultos y sensualidad desbordante que ya no pudo, ni quiso, refrenar... 


El día a día de la reina Isabel se convirtió en un carrusel de sus principales vicios: Iba de fiesta en fiesta y a menudo se acostaba a altas horas de la madrugada para despertar a media tarde. Se vestía ayudada por sus cámaras y devoraba con glotonería todo lo que pusieran por delante sus camareras. Por la tarde, despachaba rápidamente los asuntos de estado que concerniesen ya que prefería dedicar las tardes a juegos y paseos. Cuando llegaba la noche volvía a lucir sus mejores galas y se iba al teatro o a algún baile, sin importarle las habladurías sobre su nuevo amante de turno.

¡Eso sí! Todo ello lo compensaba acudiendo a diario a la Iglesia, era muy beata y siempre le gustó estar rodeada de curas y monjas, tan es así que cuando el padre Claret renunció a su puesto ante la vida disoluta de su pupila y los oídos sordos que hacía de sus castas recomendaciones, la propia Isabel pidió al Papa que intercediese para que el clérigo volviese a Palacio.

Un papa, Pío IX, que cuando le concedió la Rosa de Oro de la cristiandad a Isabel II, dicen que justificó dicho reconocimiento diciendo: "Es puta, pero pía". Y tan pía, ya que donaba una generosa dote anual para las arcas papales por lo que Pío IX le correspondía otorgándole toda clase de bendiciones.

Aparte de esta dote anual, y como bien critica la siguiente ilustración de "Los Borbones en pelota", una información aparecida en la época hablaba sobre el pago de una enorme fortuna a Pío IX por la compra de una bula papal para el perdón de sus pecados carnales.

Isabel II, con un rosario en la mano, abrazada en la cama a Carlos Marfori. El papa Pío IX inciensa a la pareja, flanqueado por Luís Gnzalz Bravo y por Fco de Asís. Al fondo, sor Patrocinio en actitud servicial.
- Ilustración de "Los Borbones en pelota"

Entre la larga lista de amantes que tuvo la reina figuran numerosos hombres relacionados con las artes como José Mirall, cantante catalán; Tirso de Obregón, famoso barítono o Temístocles Solera, poeta y libretista de óperas italianas. La afición de la reina por el teatro y la música hizo que entablara amistad con numerosos compositores y cantantes, por lo que los mentideros madrileños se especulaba que estas amistades iban mucho más allá de simples paseos por las arboledas del Retiro.

El marido de Isabel, aunque cornudo, callaba y aguantaba las continuas infidelidades de la reina,  incluso no tuvo problemas en reconocer a los bastardos reales, siempre y cuando la Corona le asignase una nueva dote económica.


El otro prototipo de varón que encandilaba a la reina era el militar, de buena planta, varonil, vigoroso... es decir, el prototipo de hombre contrario a su marido. Así entre los principales amantes de este corte se le cuentan a los ya citados general Serrano, el marqués de Bedmar o José Santos de la Hera y de la Puente, nombrado conde Valmaseda por la propia Isabel II,


Entre sus romances más peculiares algunos autores citan a un dentista estadounidense llamado McKeon, incluso el toque exótico lo puso un amante turco-albanés, llamado Jorge, al que escribió encendidas cartas de amor:

"Sí, alma mía; sí, mi vida; sí, mi Jorge adorado, tú me enseñarás el albanés y el inglés y todos los idiomas, y yo te enseñaré a ti el lenguaje de mi alma, que es la tuya misma y que te adora infinito, infinito… Quiero que tú reposes de tus fatigas en mi pecho, que se abrasa de amor por ti…"

El apetito sexual de la reina era tan insaciable y su corazón tan caprichoso que no dudó en flirtear con su primo Carlos Luis de Borbón, infante de España y duque de Palma, que le doblaba la edad y encima era ¡¡un carlista convencido!!, que apoyaba públicamente a su rival en la disputa por la Corona.

Y ni el exilio en Francia logró aplacar su fuego amoroso, ya que los amantes siguieron alternándose y pasando por el palacio Basilewski (hoy en día el actual hotel Majestic de París), lugar que se conviritió en la residencia oficial de Isabel II en el exilio, por lo que durante muchos años se conoció como el Palacio de Castilla (recordar que la reina Isabel estuvo más años en el exilio que gobernando).

Palacio Basilewsky, comprado por Isabel II durante su exilio, fue renombrado con el nombre de Palacio de Castilla, convirtiéndose en la residencia oficial de la reina hasta su muerte,

Entre sus amantes más destacados en el exilio caben destacar al capitán José Ramiro de la Puente, 
Hattman, un judío; o su queridísimo Carlos Marfori, quien le acompañó en los días más duros de su exilio.

Carlos Marfori


El último gran amante de Isabel II como reina de España fue Carlos Marfori, un antiguo panadero, pariente de Narváez, que por su vertiginoso ascenso social fue el que más críticas desató entre los enemigos de la Corona, ya que se le consideró un simple buscavidas que supo ganarse el corazón de la reina e ir acumulando cargos hasta alcanzar el rango de ministro de Ultramar en 1867.

Este nuevo amante reunía todos los encantos físicos que atraían a nuestra reina: era alto y fornido, moreno, y con bigote y patillas generosos. Así nos los describía Manuel del Palacio:

"Hombre vestido a lo jaque, con chaquetilla corta o marsellés abrochado, según las estaciones, amén de sombrero gacho, polainas y demás adornos y arrequives. Su rostro, en armonía con su traje, ostentaba unas enormes patillas de las llamadas de «boca de jacha»".

Marfori, era valeroso y arrogante, con aires chulescos y gran mujeriego, ya había quedado embarazada a una sobrina de Narváez, por lo que se vio obligado a casarlo con ella, para salvaguardar la honra familiar.

Francisco de Asís, con los ojos vendados, alumbra una escena que transcurre en la alcoba real. En ella, el padre Claret bendice a la reina y a Carlos Marfori, vestido de pastelero.
- Los Borbones en pelota

Por su carácter, de hábil político y hombre decidido, supo ganarse la confianza de Isabel y conquistarla, acumulando más títulos y rangos. Acompañó a la reina al destierro, instalándose con ella en un hotel parisino, conocido como Palacio de Castilla.

Se guarda una carta de despedida de la reina Isabel a Marfori, fechada en París, en enero de 1875, escrita cuando la reina supo que Marfori había sido apresado y encarcelado en su vuelta a España, ya que los viejos rencores seguía latentes a pesar de la restauración de la monarquía en la figura de Alfonso XII.

"Quiero que estas palabras mías se graben en una medalla que lleves como testigo de mi eterna gratitud por la lealtad, abnegación y ejemplar desinterés con que me has acompañado en mi desgracia, (...) Tú, que has sido el más fiel cortesano de mi dolor, cuando la soledad y los desengaños me agobiaban, y que al lucir para mí mejores días decides contra mi voluntad separarte de mi lado, recibe al menos, como única recompensa, que quieras aceptar la expresión indeleble del reconocimiento y del cariño que te conservará siempre el corazón de tu buena amiga, la reina Isabel".

José Ramiro de la Puente


Pero a rey muerto, rey puesto, y caído en desgracia Marfori, la reina no tardó en olvidar su historia de amor con nuevos e impetuosos amantes, el más conocido de todos ellos, por lo escandaloso de esta nueva relación fue José Ramiro de la Puente y González Adín, marqués de Altavilla.

Caricatura de Isabel II marchando, junto sus retoños, hacia el exilio francés.

Esta descripción del cronista Pedro de Répide nos da una idea de la catadura moral de este nuevo amante, al que, a pesar de estar casado, le gustaba degustar la vida nocturna de París:

"Aquel farolón comprometía a la ex reina con sus jactancias, y después de separado de ella no ponía en sus palabras el recato que todo hombre debe usar al referirse a sus triunfos amorosos. Hasta cuando no hablaba dejaba conocer el mudo y elocuente testimonio de un reloj de oro que le suscitaba demasiado frecuentes deseos de conocer la hora, y en el cual se veía grabada esta inscripción: «A mi Ramiro, su Isabel»."


Llegó al Palacio de Castilla en noviembre de 1875 y rápidamente la reina lo designó como secretario personal. Su carácter alegre, desenfadado, fanfarrón y canallesco conquistó el corazón de la reina, que vio rejuvencer su corazón y logró olvidar sus penas con el carácter divertido de este militar.

Esta relación preocupaba, y mucho, a los políticos de la época, que veían con consternación la pésima influencia que ejercía este caballero sobre Isabel II. 


Ésto escribió el embajador español de París a Cánovas:

"La Reina, cada vez peor. Va a todas partes… con el amigo. Pero lo que no creerá usted es que fue a comulgar el día de la Concepción en la parroquia de Saint Pierre de Chaillot con él y con la señora; cuando la Reina Cristina me lo contaba, le saltaban las lágrimas de rabia. Quien esto hace, ¿cómo quiere usted que pueda respetar ni sus palabras ni sus escritos?"

El duque de Miranda también informaba a Cánovas sobre la vida disoluta de este sujeto, su mujer y la reina, y el desprestigio que suponía la actitud de la reina para la institución monárquica:

"Ahora le da por ir a todas partes, de día al bulevar y de visitas, de noche a los salones de los particulares… Pero lo que da al caso trascendencia mayor y le reviste de circunstancias que se prestan al ludibrio es que la señora va a todos estos sitios acompañada de Puente y su mujer. Ésta llama la atención por su enorme corpulencia; todos preguntan quién es y cuando le dicen el nombre llueven las pullas y las burlas más sangrientas (...) y todos padecemos al ver a la que es reina madre arrastrando por los suelos el decoro de una monarquía tan penosamente restaurada y tan rodeada aún de enemigos y peligros". 

Y como a todos sus amantes lo cubrió de títulos y condecoraciones: Placa del Mérito Militar, Encomiendas de Isabel la Católica y de Carlos III, cruces de San Gregorio y del Sol de Persia por doquier…

El último amante


Isabel II.
Con el paso de los años y la proclamación de Alfonso XII como rey, los últimos años de la reina en el exilio se van convirtiendo en soledad. Las antiguas visitas de políticos, militares, nobles y buscavidas en general, que buscaban el favor de la reina van desapareciendo, sus antiguos amigos van muriendo, y el silencio y la soledad se van instalando en el Palacio de Castilla. Le acompañan en estos últimos años de exilio la duquesa de Almodóvar y el conde de Parcent, que residen con ella en el hotel.

Pero su más fiel compañero será un enigmático húngaro de ascendencia judía, Josep Haltmann, de pelo negro y rizado y largos bigotes. Haltmann fue nombrado secretario de la reina, administrando con eficiencia la tesorería real, convirtiéndose en su último compañero de viaje hasta la muerte de Isabel II un 9 de abril de 1904.

Y como cuentan las malas lenguas, cuando Haltmann aparecía en los aposentos de la reina, sus servidores debían retirarse, quedándose a solas "charlando" hasta altas horas de la madrugada.


Una familia de bastardos reales


No nos puede extrañar que tras una vida sexual tan agitada Isabel lograse formar una familia bastante numerosa, a pesar de los abortos que tuvo y los nacimientos que no lograron alcanzar la edad adulta.

Oficialmente la reina tuvo doce embarazos, 2 abortos y 10 partos, de los que sólo cinco hijos lograron alzanzar la mayoría de edad.


Se ha especulado mucho que los dos primeros embarazos que tuvo, que acabaron en aborto, fueron posiblemente los únicos hijos legítimos de su marido, y nacieron muertos por la alta endogamia existente entre los cónyuges. Por ello, al resto de hijos alumbrados se les considera fruto de las relaciones extramatrimoniales de la reina.

De los infantes supervivientes tenemos:

- Isabel, nacida el 20 de diciembre de 1851, conocida como "La Araneja", y más tarde, como "La chata", hija de José Ruiz de Arana.
- Alfonso, futuro Alfonso XII, nacido el 28 de noviembre de 1857,  y apodado "El Puigmoltejo", por ser hijo de Enrqieu Puigmoltó.
- Pilar, Paz y Eulalia, naciadas en 1861, 1862 y 1864, consideradas hijas de Miguel de Tenorio, viviendo una de ellas junto a su padre en el exilio en Alemania.


Caricatura de la lucha por la Corona española entre la familia de los Borbones
"Una familia modelo", revista "La Flaca"




Bibliografía:


Zavala, J.M.; Bastardos y Borbones: Los hijos desconocidos de la dinastía

Fontana, J. y Millares, R.; Historia de España.

Ríos Mazcarelle, M.; Diccionario de los Reyes de España.

http://www.tiempodehoy.com/cultura/historia/el-nacimiento-escandaloso-de-alfonso-xii

https://blogs.larioja.com/historias/2014/04/16/la-atribulada-vida-sexual-de-la-reina-isabel-ii-y-su-ginecologo-riojano/

 https://blogs.larioja.com/historias/2016/12/22/forzo-salustiano-olozaga-a-la-reina-isabel-ii/

http://www.elespiadigital.org/images/stories/Documentos7/CR%C3%93NICAS%20REALES;%20ISABEL%20II.pdf

https://desdelaterraza-viajaralahistoria.blogspot.com/2014/09/isabel-ii-amante-y-madre.html

https://www.megustaleerenespanol.com/libros/bastardos-y-borbones/MES-016584/fragmento