martes, 6 de agosto de 2019

La vida amorosa de Isabel II: Un matrimonio desastroso y un bastardo real

La vida amorosa de Isabel II de España:
- Parte I: Regencia, insatisfacción matrimonial y un bastardo real
- Parte II: Los amantes de Isabel II
- Parte III: Los Borbones en pelota

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Parte I: Regencia, insatisfacción matrimonial
y un bastardo real


La vida amorosa de Isabel II fue tan variada y tan llena de sobresaltos como su propio reinado: guerra civil entre carlistas e isabelinos, pronunciamientos militares, exilio político, ...

Dos aspectos fundamentales marcaron su vida, condicionando su personalidad y posteriores acciones políticas: la ausencia de un ambiente familiar afectivo y la inadecuada formación cultural y política para una mujer destinada a regir los destinos de una nación.

- Huérfana de padre, con apenas tres años de edad, su madre, encargada de la regencia, se interesó más en su rehacer su vida al lado de su amante que en su propia hija. Por lo que el único interés que mostró en su hija era como poder controlarla y manipularla para sus propios fines e intereses.

- La ausencia de un núcleo familiar que le sirviese de protección hizo que su educación cayese en manos de las familias políticas de la época, y ni progresistas ni moderados mostraron el menor interés en preparar a Isabel II para el gobierno, sabiendo que cuanto más ignorante fuese, más fácil sería servirse de ella y manipularla a su antojo.

 El conde de Romanones dio de ella una descripción bastante ilustrativa en cuanto a su personalidad: “A los diez años Isabel resultaba una retrasada; apenas si sabía leer con rapidez; la forma de su letra no era elegante, sino la propia de las muchachas del pueblo; (...)Odiaba la lectura; no había libros, por atrayentes que fueran que la llamaran la atención; su único entretenimiento eran los juguetes y los perritos;  (...). De este ambiente nada selecto y aun netamente ordinario, se resintió toda su vida”.

En cuanto al carácter de Isabel II, sus contemporáneos la definieron como una mujer de carácter alegre y generoso, pero también caprichoso y excesivamente apasionado y temperamental, que se tradujo en una vida sexual igual de impulsiva.

No sólo utilizó el sexo como una forma de escapar de un matrimonio roto desde el principio, satisfaciendo sus pasiones amorosas con guardias, nobles o militares, sino que utilizó su arrolladora sexualidad como herramienta para ejercer un poder político que se le negaba continuamente desde las instituciones políticas.


Como última pincelada a su personalidad, y como suele ser habitual en nuestros muy católicos monarcas, tuvieron que convivir con esa contradicción entre una sexualidad desbordante y un ferviente catolicismo. Una vez satisfechas sus pasiones corría a confesar sus pecados ante la camarilla de curas y monjas beatas que siempre la rodeó, como el padre Claret o Sor Patrocinio, que tuvieron una poderosa influencia en la vida de la reina.

El padre Claret tira de una soga sujeta al cuello del cornudo Francisco de Asís mientras sor Patrocinio le apremia con un látigo, en su huida al exilio francés.
- Ilustración de "Los Borbones en pelota"



De casta le viene al galgo... La regencia de María Cristina


Isabel II no tuvo una infancia fácil, su padre Fernando VII, el "peor rey que tuvo esta nación de pésimos reyes", murió cuando ella sólo tenía 3 años. Por lo que tuvo que ser su madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, quién ejerció la regencia durante la minoría de edad de Isabel (1833-1840)

Aunque esa regencia no fue nada fácil de sostener, no sólo por cuestiones políticas (guerras carlistas) sino también por cuestiones morales... Y es que la reina no tardó mucho tiempo en olvidar a su difunto marido, ya que a los dos meses ya paseaba con su primer amante oficial. El agraciado era un sargento de la Guardia Real, llamado Fernando Muñoz.

La reina regente María Cristina de Borbón y Dos Sicilias.

Y a pesar de querer acallar los rumores sobre la vida amorosa de la reina regente, había algo que era imposible ocultar... los continuos embarazos de María Cristina, por lo que os podéis imaginar el papelón público al que se enfrentaba la reina, que lejos de cumplir su papel de mujer viuda y guardar el debido, y muy católico, luto a su marido, paseaba amantes y embarazos.

Los españoles, que de siempre hemos sido muy tercos y cerrados para unas cosas, pero para asuntos del cachondeo, la mofa y el escarnio público no nos gana nadie... Pronto aireamos todos estos asuntos de palacio: "La regente es una dama casada en secreto y embarazada en público" se comentaba con fina ironía en las tabernas del país.

Más ahínco pusieron sus enemigos carlistas en difamar a la reina popularizando coplas y canciones como esa que decía:
Clamaban los liberales
Que la reina no paría
¡Y ha parido más muñecones
Que liberales había!


Una niña como reina de España


Retrato de Isabel II.
Todos estos escándalos de la Corte, que al ser protagonizados por una mujer alcanzaban un matiz mucho más grave, provocó que la regencia se apartara de María Cristina y cayera en manos del general Espartero, y finalmente se adelantase la mayoría de edad de Isabel II a trece años, para que pudiese reinar.

Pero a los 13 años, siendo una niña, nadie puede reinar, y eso lo sabía, su madre, pero también todos los políticos, militares y servidores palaciegos, que buscaron de cualquier forma y a cualquier precio acceder a esa niña, sin apenas protección familiar, y muy fácilmente manipulable, para así satisfacer sus intereses políticos.

De su madre, Isabel heredó un temperamento caprichoso, impulsivo y una ardiente sensualidad que manifestó desde edad muy temprana, con reiteradas e insolentes preguntas sobre el sexo que puso en más de un apuro a sus sirvientes y a sus ayas.

Muchos historiadores han querido ver en la agitada vida sexual que llevó la reina una consecuencia de los traumas que sufrió de pequeña, no sólo por un continúo estado emocional de desamparo, sino también por diversas situaciones de índole sexual que vivió siendo una niña, con una acusación de violación de por medio...


La ¿violación? de la reina Isabel II


Con apenas 14 años de edad la reina ya se vio inmersa en un escándalo de índole sexual... Un posible caso de violación o abuso sexual por parte de uno de sus preceptores, el político progresista Salustiano de Olózaga.

La versión oficial nos relata que Salustiano, nombrado presidente del Consejo de Ministros, trató de presionar a la reina para obtener la disolución de las Cámaras, de mayoría conservadora, y la forzó a firmar el documento bajo el uso de la violencia e intimidación de la joven reina.

Un joven Salustiano de Olózaga dando un discurso político en el café Lorenzini de Madrid.
La estafeta de Palacio.

Todo ello pasó en la noche del 28 de noviembre de 1843, en la alcoba del Palacio Real de la propia Isabel II, según la propia declaración que hizo la reina ante las Cortes, mediante un escrito leído por el moderado González Bravo, unos días después:

"Olózaga se interpuso y echó el cerrojo de esta puerta. Me agarró del vestido y me obligó a sentarme. Me agarró la mano hasta obligarme a rubricar. Enseguida Olózaga se fue, y yo me retiré a mi aposento. Antes de marcharse Olózaga me preguntó si le daba mi palabra de no decir a nadie lo ocurrido, y yo le respondí que no se lo prometía".

Esa carta, dictada a viva voz por la reina, provocó tal escándalo que convulsionó el panoroma político español, y es aquí donde entran toda clase de teorías:


Teoría conspirativa:


Todo fue un montaje por parte de la facción más conservadora para hacerse con el control del país, tal y como sucedió. Es decir, un golpe de Estado encubierto con el que los moderados se hicieron con el poder. 


Retrato de Narváez.
Y es que no sólo Salustiano Olózaga cayó en desgracia, teniendo que huir del país ante el temor de ser fusilado ante las acusaciones que se estaban levantando contra su persona. Sino, que con él, cayó todo el ala progresista, lo que permitió al partido moderado, ocupar el poder durante 10 años, en la conocida como "década moderada", con Narváez como líder, y aprobando la Constitución de 1845, una nueva constitución bastante conservadora y restrictiva con los nuevos avances sociales que la población exigía.

Según esta teoría, la facción conservadora sabedores de las intenciones de Olózaga, mandaron a la marquesa de Santa Cruz, aya de la reina, a espiar los movimientos en los despachos reales, por lo que cuando la marquesa informó a Narváez y González Bravo de la firma de tal documento, corrieron a toda prisa a Palacio a intentar frenar dicho documento.

Por lo que entre unos y otros, alarmaron de tal modo a la reina, presionándola sobre el documento que había firmado, que buscaron una excusa para justificar el porqué la reina había firmado dicho decreto. Como argumenta el académico García Nieto en su ensayo "Los sucesos de Palacio del 28 de noviembre de 1843", no se sabe si fue cosa solo de la reina excusarse bajo el tema de la violencia o fue un plan urdido entre todos para desacreditar al líder de la oposición y asegurarse el poder.


Teoría amorosa:


Portada del ensayo:
"Un drama político"
Algunos historiadores, con Ricardo de la Cierva a la cabeza y su novela "El triángulo: alumna de la libertad", afirmaban que don Salustiano había sido en realidad el primer amante de la reina, encargado de desflorarla y que mantuvieron una relación amorosa, gracias a la arrolladora personalidad del político, con fama de galán y conquistador.

Álvaro Figueroa, conde de Romanones, en su ensayo "Un drama político, Isabel II y Olózaga" también apunta en ese sentido, y cree que lo sucedido fue un arrebato amoroso de una noche, Isabel impresionada por el carácter del político se dejó hacer, y Olózaga, por esa vanidad masculina, de atribuirse el desvirgamiento de una mujer, ¡y qué mujer!, nada más y nada menos que la reina de España, la sedujo sin más contemplaciones.


Al día siguiente, Isabel II arrepentida por haberse dejado llevar por la pasión amorosa y al estar tan presionada por sus más directos colaboradores,  intentó revocar la firma del decreto argumentando la utilización de la fuerza física.


No puedo dejar de recoger otra teoría aún más conspirativa, que nos habla que Olózaga formaba parte de la orden masónica y que le fue encomendada la misión de seducir a la reina niña por encargo de la Orden para manipularla en favor de sus intereses.

Retrato de Olózaga
Nunca sabremos que ocurrió realmente aquella noche en la habitación de la reina entre Olózaga e Isabel II. Por todos es sabido, que ambos mantenían una excelente amistad, ya que durante meses el político riojano fue su mentor. También resulta extraño que una reina reciba en solitario y en sus aposentos privados a un ministro a altas horas de la noche.

¿Qué pasó en aquella cámara real? Nunca lo podremos saber, lo único cierto es que aquel incidente marcó el inicio del reinado de Isabel II, y las consecuencias de todo lo ocurrido aquella noche, empezó a forjar su exilio y sus "tristes destinos".




Desastroso matrimonio:


Como a toda reina soltera, lo primero que se le trató de buscar fue un marido, y no era asunto baladí, ya que un matrimonio real era una cuestión de estado que afectaba al equilibrio de la política internacional europea.

Así que tras mucho discutir, y con apenas 16 años, tomaron la decisión de casarlo con su primo Francisco de Asís. Era la opción que menos molestaba a cualquier otra facción política, pero seguramente fue la peor decisión para la joven Isabel, que cuando se enteró de la designación final exclamó: "¡No! Con paquita, no!"

Y es que Francisco de Asís era un hombre muy afeminado, sobre el que corrían infinidad de rumores sobre su sexualidad: una malformación en el pene le impedía mear de pie, y una más que evidente homosexualidad hizo que se le conociese por los motes de Doña Paquita y Paco Natillas.

Grabado de los reyes Isabel II y Francisco de Asís


Así definió el historiador Pierre de Luz al monarca:

“Pequeño, delgado, de gesto amanerado, de voz atiplada y andares de muñeca mecánica. En la intimidad lo llamaba el pueblo Paquita, Doña Paquita, Paquita Natillas o Paquito Mariquito. Le gustaban los baños, los perfumes, las joyas y las telas finas”.

Cuenta la leyenda que la propia reina comentó sobre la noche de bodas:
"¿Qué podía esperar de un hombre que en la noche de bodas llevaba más encajes que yo?". 


Incluso el carácter de ambos contrayentes era totalmente dispar: Francisco de Asís era culto, refinado, presumido, tranquilo, incluso sumiso, le gustaba la soledad y vivir en tranquilidad. Isabel era todo lo contrario: inculta, extrovertida, amante de fiestas, pasional, le gustaba el trato con el pueblo y tenía un gran sentido del humor.

No nos puede extrañar que el pueblo popularizase esta letrilla durante la celebración de la boda:

Isabel tan frescachona y
Don Paquito tan mariquito

La desastrosa noche de bodas, sumado a la exuberante sensualidad de la reina, y al descaro con el que paseaba Isabel a sus amantes hizo que el matrimonio pronto empezara a resquebrajarse. Además, Francisco de Asís harto que su suegra, su mujer, los políticos, le ninguneasen y no le permitiesen tomar ninguna decisión política, pronto abandonó el lecho conyugal, trasladando primero sus pertenencias a otra ala del palacio, y más tarde, marchándose a vivir al Pardo, como signo de protesta ante el descarado romance que mantenía la reina con el general Serrano.

Ilustración caricaturesca del rey consorte como cornudo mayor del Reino.
Los Borbones en Pelota.
El rey consorte no pedía que la reina no tuviese amantes, sino que fuera más discreta de cara al público, y que sus amantes al menos le tratasen con el debido respeto. Y es que Francisco de Asís también tuvo sus propios amantes masculinos, aunque sus relaciones siempre fueron muy discretas y menos fogosas, ya que durante toda su vida siempre estuvo acompañado de un apuesto y joven aristócrata llamado Antonio Ramón Meneses, que incluso le siguió en sus años en el exilio. 


A pesar de todos estos rumores, el matrimonio real tuvo varios hijos, aunque siempre bajo la sospecha de ser fruto de las infidelidades de la reina, ya que hay historiadores que creen que el matrimonio jamás se llegó a consumar.


Fotografía del matrimonio real.
Casi era más preocupante que tuvieran hijos legítimos que ilegítimos, ya que el grado de consanguineidad era demasiado alto, incluso para un enlace real, eran primos hermanos ¡¡por partida doble!! por lo que los hijos de ambos sumaban hasta ocho veces el apellido Borbón.

Pero la reina, no tuvo suerte ni con su matrimonio ni con sus hijos, ya que aunque se les reconocen 12 embarazos oficiales, varios de ellos terminaron en  abortos o los neonatos fallecieron al cabo de muy poco tiempo, por lo que sólo cinco sobrevivieron a la edad adulta.

En definitiva, fue un matrimonio abocado al fracaso desde el primer momento, con un marido incapaz de satisfacer las necesidades amorosas de Isabel, por lo que siendo como era una mujer fogosa y temperamental, no dudó en llenar ese vacío con numerosos amantes.


La discutible paternidad del futuro rey de España


En una España que tuvo que sufrir tres guerras civiles en el siglo XIX por la falta de heredero varón de Fernando VII, el nacimiento de hijo varón sano (1857) hizo que todo el pueblo de Madrid estallase de júbilo cuando se anunció desde Palacio que la reina Isabel había tenido un varón.

Con este nacimiento se evitaba entrar en una nueva guerra carlista y el joven príncipe, Alfonso de Borbón, terminaría ciñéndose la corona de España bajo el nombre de Alfonso XII (1874-1885).


Se celebró en toda la capital del reino, y en las tabernas y calles pronto empezaron a tronar las salves al "Puigmoltejo", y es que con ese apodó se conoció a Alfonso XII, ya que toda la historiografía oficial parece reconocer que el padre no fue el rey consorte, sino un gallardo militar, llamado Enrique Puigmoltó, un capitán de Ingenieros, cuya cercanía a la reina, ya había dado mucho que hablar meses antes del nacimiento del ansiado príncipe de Asturias.

Pero si ese recién nacido evitaba otra guerra carlista,
¿qué importaba quién fuera el padre?


Isabel II con su hijo Alfonso XII.
El romance de Puigmoltó con la reina se alargó durante tres años, tiempo durante el cual consiguió toda clase de condecoraciones y prebendas: fue nombrado Vizconde de Miranda cuando la reina se enteró del embarazo, le fue otorgada la Gran Cruz de San Fernando,...

Sólo tras el nacimiento del bastardo real, y tras las presiones de políticos, amigos y hasta el mismo Papa, se consiguió mantener las apariencias y forzaron a Puigmoltó a alejarse de la Corte y volver a su Valencia natal, donde siguió con su fulgurante carrera y cobrándose sus favores reales.

Una carta de 1857, escrita por Giovanni Simeoni, representante de los Negocios de la Santa Sede en la capital parece confirmar la presunta paternidad de Puigmoltó:

"...que el general Narváez había hablado fuertemente con Isabel II de la obligación de acabar con el escándalo (el romance con el militar valenciano), que habiéndose sido en estos últimos meses tan enérgicas las expresiones, que la misma Reina, llorando, le repuso: "¿Es que deseas que aborte?”.






Bibliografía:


Zavala, J.M.; Bastardos y Borbones: Los hijos desconocidos de la dinastía

Fontana, J. y Millares, R.; Historia de España.

Ríos Mazcarelle, M.; Diccionario de los Reyes de España.

http://www.tiempodehoy.com/cultura/historia/el-nacimiento-escandaloso-de-alfonso-xii

https://blogs.larioja.com/historias/2014/04/16/la-atribulada-vida-sexual-de-la-reina-isabel-ii-y-su-ginecologo-riojano/

 https://blogs.larioja.com/historias/2016/12/22/forzo-salustiano-olozaga-a-la-reina-isabel-ii/

http://www.elespiadigital.org/images/stories/Documentos7/CR%C3%93NICAS%20REALES;%20ISABEL%20II.pdf

https://desdelaterraza-viajaralahistoria.blogspot.com/2014/09/isabel-ii-amante-y-madre.html

https://www.megustaleerenespanol.com/libros/bastardos-y-borbones/MES-016584/fragmento

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