martes, 3 de septiembre de 2019

Reyes medievales españoles y el sexo

Durante todo el verano hemos estado hablando de sexo e historia en Canal Extremadura Radio, por lo que cada semana hemos dedicado un especial a nuestros monarcas más recientes, empezamos hablando de los Borbones hasta llegar a los Austrias, adentrándonos sin tabúes en su personalidad, sus pasiones, sus vicios y sobre todo en sus amores.

Pero se acaba el verano, y con él, nuestra sección veraniega, y para concluir este repaso a la sexualidad de nuestros reyes hispánicos, hemos decidido finalizar la sección haciendo un repaso rápido a algunas cuestiones sexuales relativas a nuestros monarcas visigodos, astures, leones o castellanos.

Y es que la importancia del sexo en la historia está fuera de toda duda y las historias aquí contadas son un buen ejemplo de todo ello.


La Cava saliendo del baño
por Isidoro Lozano.

RODRIGO, LA PÉRDIDA DE UN REINO POR UNA VIOLACIÓN


¿Quién dijo que el sexo no es importante en la historia? Un hecho fundamental en el devenir de la historia de la península ibérica viene precedido por un desafortunado encuentro sexual. Y es que según cuenta la leyenda, Don Rodrigo (710-711), rey visigodo violó a la hija de Don Julián, conde de Ceuta. Don Julián clama venganza o al menos restaurar la honra de su hija casándola con el rey. Pero antes los oídos sordos del rey visigodo, se decidió a cobrar su merecida venganza permitiendo y ayudando a las huestes musulmanas a cruzar el estrecho.

Seguramente la invasión musulmana se hubiese producido, con o sin la ayuda del gobernador de Ceuta, ya que la fractura del reino visigodo era evidente, y el auge del imperio musulmán imparable, aunque, tal vez, si la invasión se hubiese retrasado unos años hubiese surgido alguna figura capaz de aglutinar a todas las facciones visigodas y poder hacer frente a las tropas musulmanas.

ALFONSO II DE ASTURIAS "EL CASTO"


Alfonso II protagonizó un largo y próspero reinado del 791 al 842, expandiendo las fronteras de su reino, y no menos importante, descubrió la tumba del apóstol Santiago. Pero si lo traemos aquí es por su apodo, que como bien indica, nos hace ver que no era una persona muy lujuriosa. Y es que como nos informan las crónicas de la época, parece que ser no mantuvo ningún tipo de relación sexual, ni siquiera con su esposa, por lo que fue un rey sin herederos.

Y que un rey no trate de asegurar su dinastía con algún heredero parece bastante extraño, por lo que parece evidente que tuvo que tener o algún problema fisiológico (impotencia, esterilidad) o era una persona asexual o homosexual al que no atraían las mujeres. Nunca lo sabremos, pero la Iglesia supo vender esta castidad como una virtud y de ahí su buen reinado.

Estatua de Alfonso II el casto.


ALFONSO VIII DE CASTILLA y SU AMOR PROHIBIDO


La mayoría de reyes en cambio fueron mucho más mujeriegos, y realmente no importaba el número de amantes o bastardos que tuviese siempre que todo se encuadrase dentro de las normas sociales de la época.

Alfonso VIII.
Y aquí está el problema de Alfonso VIII (1158-1214) que se enamoró de Doña Fermosa, aunque su nombre real era Raquel, y el problema, como pueden adivinar por su nombre, es que era una judía toledana. Así que, si eres mujer, y encima de otra religión, prepárate porque te van a cargar de las culpas de todos los males acaecidos durante su reinado.

Y es que las crónicas nos cuentan que la pasión amorosa vivida entre el monarca y su bella amante fue tal que durante siete meses (o siete años, según la versión) se entregaron a los placeres del amor encerrados dentro de los lujos del palacio real, olvidándose el rey de cumplir con sus obligaciones reales, la más importantes de todas, dar guerra al musulmán.

Por lo que tras la derrota de las tropas cristianas en Alarcos frente a los musulmanes muchos no dudaron en culpar al rey, por su retiro amoroso, de la derrota. Incluso no faltó quién lo achacó a un castigo divino ante la afrenta de aquel amor heterodoxo.

Por lo que los nobles y buena parte del Consejo Real conspiraron para deshacerse de la amante del rey, origen de muchas de las desavenencias familiares y nobiliarias del reino, que veían con recelo el ascenso de varios judíos en la corte real. Para tal fin, organizaron una cacería real, alejando durante varias jornadas al rey de su queridísima amada, por lo que sin la protección del poderoso monarca, la joven fue degollada sin más contemplaciones.

A la vuelta de la cacería la furia del rey fue aplacada bajo argumentos de todo tipo: nobles, clérigos, familiares, adujeron toda clase de excusas para llevar a cabo tal acto. Tan es así, que el rey arrepentido de su impuro amor se retiró en penitencia a la Iglesia de Illescas.




LOS SANTOS: Fernando III de Castilla y León (1217-1252) y Luis IX de Francia (1226-1270)



Teniendo en cuenta que la Iglesia prohibía practicar sexo la mayor parte del año, algunos reyes obtuvieron su apodo por seguir fervientemente las recomendaciones de la iglesia en materia sexual, es decir, por fornicar sólo los días que estaban permitidos... y si nos ponemos a echar cuentas estos días eran los justitos:

El sexo estaba prohibido los miércoles, viernes y domingos, y sólo se podía practicar por la noche o en la oscuridad. Después, lógicamente, había temporadas donde un buen cristiano no podía tener el cuerpo para alegrías, sino sólo para pensar en su pobre alma: estas temporadas eran toda la Cuaresma (lo de no comer carne era algo más que una obligación culinaria), pero tampoco 40 días antes de Navidad o los 40 días previos a la fiesta del Pentecostés.

Después estaban las prohibiciones más del día a día, prohibido también estaba fornicar la semana antes de comulgar, así como los días donde se celebrase alguna santidad. En definitiva, que para fornicar sin pecar un buen cristiano sólo tenía un tercio de los días del año.


Por lo que no parece nada raro, que si algún soberano era capaz de cumplir con todos estos requisitos sexuales se le canonizase como santo...


Y así fue el caso de Fernando III de Castilla y León (San Fernando) o el de su primo Luis IX de Francia (San Luís).

Ambos monarcas cumplían fielmente estas recomendaciones de la Iglesia, aunque el caso de Luis era más llamativo, porque a este monarca sí que le apasionaba el sexo, por lo que cuando llegaba un día permitido, se ponía a la faena a lo loco, en cualquier lugar y varias veces al día. Tan es así, que su madre, Blanca de Castilla, dio órdenes que se organizase una red de vigilancia para no pillar al rey y su esposa en plena faena en cualquier lugar.

Luis IX de Francia, San Luís.




ALFONSO XI DE CASTILLA, UNA GUERRA CIVIL POR UNA MUJER


Otro ejemplo de como el sexo puede configurar alianzas entre países, provocar guerras e incluso una guerra civil lo tenemos en el caso de Alfonso XI de Castilla. Se casó en 1328 con la princesa María de Portugal, hija del rey portugués, con la que tuvo dos hijos, uno de ellos Pedro I "el cruel'.

Pero pocos años después se enamoró perdidamente de Leonor de Guzmán, que rápidamente pasó de ser "la favorita", instalándola con toda clase de lujos en Sevilla, a reina cooficial, ya que le dio más de 10 hijos al monarca, entre ellos, Enrique II, viviendo ambos como marido y mujer.

Como nos podemos imaginar, más pronto que tarde, María, despechada y humillada, volvió a la corte portuguesa, aunque a pesar de su exilio de más de 20 años, siempre se consideró la reina legítima de Castilla, y sus hijos herederos de pleno derecho al trono.

Este hecho fue tan escandaloso que hasta el propio Papa Benedicto XII escribió al monarca para que recapacitase, incluso no dudó en culparle de la derrota de sus tropas ante los musulmanes por su relación pecaminosa. Decía la misiva:

"Examina tu conciencia y mira si no te habla nada acerca de esa concubina a que hace tanto tiempo estás demoniadamente apegado en detrimento a tu salvación y de tu gloria"

Así que a la muerte de Alfonso XI tenemos un cóctel explosivo que llevará a los reinos hispánicos a una larga y cruenta guerra civil que se extendió durante varios años, con suerte cambiante para ambas facciones... 


Por un lado tenemos, a Pedro I "el cruel" o el "justiciero" según el cronista de turno, hijo de María de Portugal y por otro a Enrique II de Trastámara, hijo de Leonor.  Y aunque en un primer momento, la familia de Leonor juró lealtad a Pedro, y se prometieron obediencia y esas bonitas cosas que se prometen en el momento de la coronación. Tanto unos como otros no tardaron en conspirar para eliminar a tan peligrosos enemigos.

La última despedida, de Antonio Amorós y Botella. 1887. Museo del Prado.
La obra representa el momento en que Fadrique Alfonso se despidió de su madre Leonor en presencia de la reina María de Portugal.

María, lo primero que pidió a su hijo Pedro fue la cabeza de su antigua rival amorosa, la reina Leonor, que fue hecha prisionera en el mismo cortejo fúnebre y posteriormente ejecutada. Pedro "el cruel" fue asesinado a todos los hermanastros que le caían a mano, menos a Enrique II, que casado con la hija del más poderoso noble de la época, le disputó la corona en una guerra fratricida que se alargó durante años, con vaivrnes en ambas facciones e implicaciones de las demás potencias europeas.

Finalmente, Pedro I tras una derrota ante Enrique II se vio obligado a refugiarse en una pequeña fortaleza de Montiel, de la que le convencieron salir para tratar con su eterno rival. Y aquí cuenta la leyenda, que nada más verse en la tienda, se abalanzaron uno contra otro, daga en mano, la lucha debió ser encarnizada, aunque un tal Duguesclín, viendo que Pedro estaba a punto de asesinar a su señor, lo empujó, hecho que aprovechó Enrique para asesinarlo y ganarse su apodo del "fratricida".

Para la posteridad quedará la célebre frase de Diguesclín que, según la tradición, pronunció aquello de "Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor"

Momento en el cual Duguesclín sujeta a Pedro I para permitir que Enrique lo apuñalase,
cuadro de Arturo Montero y Calvo.


JUAN II, EL HOMOSEXUAL


No podíamos acabar esta sección sin los rumores sobre la homosexualidad de algún monarca. Y aquí surgen los nombres de los últimos representantes de la casa Trastámara, ya que tanto Juan II como su hijo Enrique IV fueron acusados de sodomitas y de beneficiar a sus nobles "más queridos y cercanos".

Genelaogía de los Trastámara.


A Juan II se le acusa de tener como amante a su valido, Álvaro de Luna, hombre encargado de su formación y consejero íntimo del rey, al que siempre tuvo en alta estima. Sólo la mano firme de Isabel de Portugal, segunda esposa de Juan y madre de la futura Isabel "La Católica" logró acabar con su influencia, ejecutándolo, bajo el beneplácito de gran parte de la nobleza.

De aquella época contamos con el testimonio del historiador Fernán Pérez de Guzmán que en sus crónicas "Generaciones y semblanzas" escribió:

El rey Juan ni de noche ni de día quería estar sin don Álvaro de Luna, y lo aventajaba sobre los otros, y no quería que otro alguno lo vistiese ni tratase”.


ENRIQUE IV, "EL IMPOTENTE"


Acabamos este repaso con Enrique IV, "el impotente" al que ya dedicamos una entrada en nuestro blog, ya se le acusó de prácticamente de todo lo acusable: Enrique IV: impotente, homosexual y vouyerista.

Y aunque más de uno de estos rumores, seguramente, fuera cierto, es importante señalar que Enrique IV tiene el dudoso honor de ser el primer monarca de nuestra historia patria que sufrió una campaña orquestada de desprestigio por parte de sus enemigos, al verter sobre su persona una serie de continuos rumores malintencionados sobre su sexualidad.

Los rumores sobre su impotencia vienen desde su primera noche de bodas, ya que por lo visto fue incapaz de mantener la erección para consumar con la reina. Con el paso de los años, y como la Reina no quedaba embarazada, los rumores sobre su sexualidad se fueron incrementando, ya que muchos aseguraban que la impotencia del rey era debido a una homosexualidad aletargada, ya que detestaba el trato carnal con mujeres y tuvo una larga lista de amantes masculinos, a los que benefició con toda clase de nombramientos y prebendas.


Es más, su única hija fue apodada "la Beltraneja" ya que por todos era sabido que Enrique había consentido la relación entre la reina y su hombre de confianza Beltrán de la Cueva, para así poder tener su ansiado heredero al trono.

Pero de todos los rumores que circularon en torno a Enrique IV el que más daño le hizo fue, sin duda alguna, el de ser un cornudo consentido, ya que esto fue lo que a la postre le costó el trono a su hija.




BIBLIOGRAFÍA:

 Gracias especialmente a la web www.sexomedieval.com y su entrada http://www.sexomedieval.com/reyes-versus-sexo-santos-y-reinos-perdidos/ que nos ha servido, en una semana de feria y vacaciones, de guión de inicio para este post.

 https://www.monografias.com/trabajos57/alfonsoxi-leonor-guzman/alfonsoxi-leonor-guzman2.shtml

No hay comentarios:

Publicar un comentario