miércoles, 19 de julio de 2023

Historia de los azotes II: Cuando los doctores recetaban latigazos

 Historias de los Azotes:
- Historia de los Azotes I: Los azotes en la historia
- Historia de los Azotes II: Los usos médicos de los azotes
- Historia de los Azotes III: El vicio inglés

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Como hemos podido ver en esta historia de los azotes, el uso de los azotes y la flagelación no sólo tuvo un uso punitivo o de castigo que derivó en muchos casos en parafilias sexuales de carácter sadomasoquista, sino también en algunos casos un componente ritual, casi orgiástico, y en muchos casos también tuvo un uso médico...

Una idea, la de la flagelación para curar determinados males, que pervivió largo tiempo, extendiéndose durante el nacimiento de la medicina moderna.

Ya que, en pleno Siglo de las Luces, aparecerán diversos tratados médicos, de distinguidos y reputados doctores, describiendo como los azotes podían curar diversas enfermedades del cuerpo y la mente, entre ellos, mejorar la virilidad sexual.

Incluso algunos de los manuales clásicos de medicina que estuvieron en nuestras universidades en el siglo pasado tenían pasajes dedicados al uso del látigo o la fusta como elemento curativo para determinadas dolencias, como el "Tratado de Terapéutica y de Farmacología" del catedrático Eduard Soulier.

 

 MEIBOMIUS (1590-1655) Y EL "DE USU FLAGRORUM"

Uno de estos primeros tratados fue el "Tractatus de usu flagrorum in re medica & veneria, et lumborum renumque officio" publicado en 1629  por el médico y profesor de medicina alemán Johann Heinrich Meibom. En este tratado se hablaba de los efectos médicos y erógenos de la flagelación, describiendo como los azotes mejoraban la virilidad sexual. 

Y es que en siglo XVII se creía que los riñones desempeñaban un papel fundamental en la función sexual, por lo que azotar zonas cercanas a los riñones aumentaba el flujo de sangre en los riñones y éstos a la vez producían más esperma.

 

Frontispicio de la edición de 1718 de
Tratado sobre el uso de la flagelación en asuntos venéreos

 

Como buen científico acompañó toda esta teoría con innumerables ejemplos sacados de textos bíblicos, científicos e incluso literarios, especialmente extraídos de textos clásicos:

De esta forma, tomando de referencia a los romanos y su famoso festival de la fertilidad de las Lupercales también escribía sobre el beneficio para la concepción y la fertilidad que los azotes podían producir en las mujeres, ya que la circulación sanguínea se incrementaba en la zona donde se recibían los golpes, por lo que la sangre fluía hacía el útero aumento el deseo sexual y facilitando la concepción.

Los discípulos de Asclepíades, el famoso médico de la época de Augusto, ya escribieron que la mejor manera de devolver a los maníacos el sentido común era una buena sesión de latigazos.  Séneca afirmaba que la flagelación curaba las fiebres cuartanas, al dividir, por medio del calor, los humores acres, espesos y negros que las causaban; Galeno fue testigo de cómo los comerciantes de esclavos, antes de sacarlos al mercado, les propinaban azotes, para hacerlos parecer más sanos y sonrosados. Celio Aureliano, médico romano del siglo V, aseguraba que algunos males del amor sólo podían curarse a base de flagelaciones.

Lupercalia, por Andrea Camassei (ca. 1635).
Madrid, Museo del Prado.
 
Vemos como esta tradición de los azotes siguió vigente muchos siglos después. Así tenemos a Valescus de Taranta (1382-1417) que en su obra "Philonium" aconsejaba fustigar las nalgas con varas espinosas de un arbusto para curar el mal de amor de los hombres.

Un dato curioso que recoge Meibom es el testimonio de su colega de profesión Tomasso Campanella que le explicó el caso del príncipe de Venosa, que afectado por problemas de estreñimiento encontró la solución en ser fustigado por un criado de confianza antes de ir al servicio. 

Muy interesante es el apunte que hace Meibom al reflexionar sobre las ventajas de la flagelación en determinadas personas ya que pretendía "entender a esas personas que no pueden disfrutar de los placeres del amor si no son aguijoneadas con el látigo", es decir, 

Aquí nos habla, no de personas que acuden a la flagelación para aumentar la libido o el vigor sexual, sino de un primer testimonio claro de sadomasoquismo, personas que sólo se excitaban cuando eran azotadas.

Otro caso claro de tendencias sadomasoquistas lo recoge de la obra de Giovanni Pico de la Mirándola (1463-1494) "Adversus astrologiam divinatricem" donde explica: “conozco un hombre, que vive en este tiempo, cuya sexualidad no tiene parangón. No puede tener relaciones con una mujer, por violento que sea su deseo, si antes no ha sido fustigado [...] Este desgraciado reclama tal servicio, con las más lastimeras súplicas, a la mujer, vestida, con la que quiere acostarse, ofreciéndole él mismo las fustas que desde la noche anterior ha tenido metidas en vinagre, pidiéndole de rodillas el favor insigne de que le haga trizas la piel.".

 

FLAGELLUM SALUTIS

El otro gran tratado sobre los beneficios de los azotes es el "Flagellum Salutis" (El látigo de la curación) escrito por el reputado médico alemán Christian Franz Paullini (1643-1712), y publicado por primera vez en 1698.

En este tratado se habla de las propiedades curativas de los azotes para múltiples males y trastornos como la melancolía, la parálisis, el dolor de muelas, el sonambulismo, la sordera, el hipo, la rabia, y, ¡cómo no! la ninfomanía.

Portada del "Flagellum Salutis" de 1698

 

Paullini también dedicó un capítulo a estudiar la relación entre la flagelación y la excitación sexual, siguiendo la teoría de Meibom, venía a explicar como el aumento del flujo sanguíneo en los riñones por los azotes hacía que la sangre se calentase, fluyendo hacía los testículos provocando una mejor erección y una importante excitación sexual, tanto en hombres como en mujeres.

Estas teorías tuvieron bastante predicamento por toda Europa, por lo que se generalizó la idea que las personas con dificultades sexuales o muy frías, podían mediante azotes, despertar su libido e incrementar su excitación sexual.


SIGLO XVIII: LIBERTINOS FRANCESES Y SU AFICIÓN A LOS AZOTES

Estas ideas sobre los beneficios médicos de la fustigación se mantuvieron a lo largo del siglo XVIII, especialmente de manos de dos autores: el médico y militar francés Francois Doppet y el médico Mercier, que se dedicaron a copiar los trabajos anteriormente mencionados o a ampliarlos con sus filias personales.

Y hablamos de filias personales porque Mercier más que médico era un libertino... ya que ha sido más conocido por sus novelas eróticas como "Manual del tocador" o "Ensayos eróticos sobre las señoritas de Atenas" (1787) que por su labor de médico.

El médico y militar francés François Amédée Doppet publicó "Afrodisíacos externos o la trata de los azotes y sus efectos sobre la física del amor" (1788), un trabajo médico-filosófico que venía a confirmar los postulados anteriores sobre la eficacia de la flagelación a la hora de curar ciertos males como la impotencia y la baja libido sexual, y por esos mismos efectos, se debía eliminar los castigos corporales que implicasen azotes en las zonas de nalgas y muslos, así como las flagelaciones de carácter religiosas, ya que los límites entre la excitación sexual y el éxtasis místico podía quedar bastante difusos.

Portada del libro de Amédée Doppet
 

La influencia de la obra de Meibom siguió vigente en textos de diversa índole: desde los escritos periodísticos de Charles Virmaitre, autor que se sumergió en el ambiente nocturno y sórdido del Paris de los cabarets de finales del siglo XIX, escribiendo sobre prostitución, sexo, ocio nocturno, ... y un libro con el curioso título de "Los flagelantes y flagelados de París", donde a lo largo de sus cuatrocientas páginas describe con detalle cientos de conductas relacionadas con la esclavitud sexual consentida y solicitada.

Los flagelantes de París,
de Charles Virmaitre

Pero irremediablemente, con la modernización de la psicología y la medicina, la flagelación fue perdiendo su componente médico y "deslizándose, insensiblemente, hacia los terrenos de la degeneración sexual y la perversión". 

Una brecha que terminó por romperse con la exitosa publicación en 1870 de "La Venus de las pieles" de Leopold Von Sacher-Masoch, obra que nos relata, la excitación de un hombre poderoso al ser sometido, esclavizado y humillado por una mujer.

Tal fue la influencia de esta "Venus de las pieles, que el término Masoquista fue puesto en honor a su autor por el psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing, que en su libro "Psychopatia Sexualis" (1886)  describió los azotes como una forma de perversión sexual y a los que no se les podía encontrar ningún método terapéutico.

Así, las terapias de azotes pasaron de ser recomendadas por reputados médicos en los siglos XVII y XVIII como formas de estimular el apetito sexual y la fecundidad, a ser consideradas a finales del XIX como perversiones sexuales que había que erradicar. 

Aunque ambas teorías coincidían en el componente erótico y excitante que podían albergar, como veremos en el siguiente capítulo de nuestra historia de los azotes: el vicio inglés.


 

Bibliografía:

 
Rojo Vega, A.; Moralistas, médicos y látigos,  Revista española de investigaciones quirúrgicas, ISSN 1139-8264, Vol. 16, Nº. 1, 2013, págs. 43-50

 Mengal, Paul; Melancolia erotica e histeria, Eidos: Revista de Filosofía de la Universidad del Norte, núm. 1, agosto, 2003, pp. 110-127, Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia

 Una terapia a latigazos en https://anikaentrelibros.com/blogs/alvaro-bermejo/2015/6/19/una-terapia-a-latigazos/


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