domingo, 13 de diciembre de 2015

Fernando VII y su gran sable

Sexo y Corona: Los escándalos sexuales de las monarquías europeas

Monarquía Hispánica:
Alfonso XIII: El rey del porno (1886-1941)
Isabel II: Un reinado repleto de escándalos (1830-1904)
Fernando VII: El gran sable (1784-1833)
Felipe IV: El rey adicto al sexo (1605-1665)

Monarquías Europeas:
Catalina la Grande

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Si por algo destacaron nuestros monarcas en el siglo XIX fue por convertir el palacio real, en una (y perdón por la expresión) auténtica casa de putas, y ¡no!, no exageramos... durante todo este siglo gobernaron reyes y reinas, pero también amantes de reyes y amantes de reinas, donde personas de toda clase y condición opinaron e intervinieron sobre asuntos de Estado, desde generales advenedizos, pasando por religiosos piadosos, políticos corruptos y todo tipo de representantes del pueblo llano, desde cortesanas hasta panaderos.

Dentro de este convulso siglo, con tan malos y nefastos gobernantes, el que se lleva la palma, sin duda alguna, es el infame Fernando VII, considerado como el más inepto, inútil e incapaz de todos los regentes que le ha tocado sufrir a nuestro país.

Pero dejando al lado su faceta política, Fernando VII también destacó en otro rasgo característico de los Borbones, su enfermiza obsesión por el sexo, una lujuria incontrolada que como ya vimos en anteriores post heredaron tanto su hija, Isabel II, como su bisnieto, Alfonso XIII.

Retrato de Fernando VII.
El 'gran sable' de Fernando VII

El principal mito sexual acerca de Fernando VII es el descomunal tamaño de su miembro viril, hecho que le acarreó numerosos problemas a sus sucesivas esposas. Este gran tamaño se debía a una enfermedad conocida como macrosomía genital, derivada de la costumbre borbónica de contraer matrimonio con familiares consanguíneos. Y para que se hagan una idea de su 'monstruoso' aspecto les dejamos la descripción que hizo del mismo el escritor francés Prosper Mérimée: "Fino como una barra de lacre en su base, y tan gordo como el puño en su extremidad, además tan largo como un taco de billar".

Este problema no era asunto baladí, ya que la falta de descendencia acarreó un grave problema de Estado. Y es que el enorme tamaño del miembro fue la causa de que sus tres primeras mujeres sufrieran numerosos abortos  y desgarros vaginales, incluso circuló el rumor que la muerte de su segunda esposa fue a causa del aborto provocado por dichos desgarros. Por todo ello, sus médicos idearon una almohadilla circular con un agujero en medio para que hiciese de tope y no penetrase tan profundamente a sus esposas en sus arrebatos amatorios.


Reconstrucción de la almohadilla para el pene.

También era comidilla de todo el reino la afición del rey a frecuentar las tabernas y prostíbulos de los bajos fondos madrileños, correrías nocturnas que no se esforzaba mucho en disimular. Partía del Palacio de Oriente por una pequeña escalinata secreta, que aún hoy en día es conocida como la "fernandina", siempre acompañado de un nutrido séquito, formado por gente de toda clase y condición, para acabar en locales tan poco recomendables como el prostíbulo de Pepa la Malagueña, donde según cuenta la leyenda alardeaba de las doncellas que había desflorado en Palacio con su 'gran sable'. Por lo que no nos debe sorprender que pronto circulasen coplillas en su honor cantado sobre sus 'virtudes'.

Los matrimonios de Fernando VII

El problema fisiológico de Fernando VII, como decimos, trascendió a la política, tanto nacional como internacional, ya que sus tres primeras esposas no pudieron darle descendencia a causa de lo complicado de las relaciones con el Monarca. Pero los rumores sobre la ajetreada vida sexual de Fernando VII no acaban aquí, sus cuatro matrimonios también estuvieron salpicados de escándalos de todo tipo, especialmente los episodios relativos a las noches de boda:


María Antonia Borbón
Dos Sicilias
Primera boda: El despertar de la lujuria

Su primera boda fue con 17 años y se casó con su prima hermana, María Antonia Borbón Dos Sicilias, en 1806. El pobre príncipe se presentó a la noche de boda sin que nadie le hubiese dado ninguna noción básica sobre sexualidad, por lo que a la hora de consumar no sabía muy bien qué tenía que hacer. Su flamante esposa, algo más instruida en estas labores se despojó de sus ropajes para dejarle hacer, aunque lo único que consiguió fue que el heredero al trono se lanzase a lamer sus pechos cual lactante. Una vez "saciada su sed" y pensando que ya había cumplido con su deberes matrimoniales se retiró a sus estancias.

Y así pasaron varios meses, sin que ninguno de los dos esposos pusiese fin a esta situación. María Antonia hastiada, por la repulsión que le provocaba su nuevo marido, tampoco tuvo mucho interés por enseñarle los secretos del sexo femenino. Otros autores, algo más benignos, apuntan que este matrimonio no se pudo consumar hasta un año después debido al retraso en el desarrollo hormonal de Fernando.

Finalmente esta situación, siendo ya la comidilla de toda la Corte, llegó a oídos de su padre, el rey Carlos IV, que rápidamente tomó cartas en el asunto, instruyendo a su vástago en todo lo relativo al sexo, y de qué manera! a partir de esas lecciones nuestro futuro rey se convirtió en todo un semental, y pronto la princesa quedó embarazada. Aunque la princesa, débil de salud y tras sufrir dos abortos, murió de tuberculosis en 1806.

Segunda boda: El rey de los prostíbulos

María Isabel de Braganza.
Su segundo matrimonio, con su sobrina María Isabel de Braganza, tampoco tuvo mucha mejor fortuna. Y es que la nueva reina, nacida en Lisboa, de cuerpo rollizo, ojos saltones y expresión bobalicona, pronto fue el blanco de las burlas del pueblo español, que a otra cosa no!, pero a mala leche no le gana nadie, por lo que el día de su boda fue recibida con la cantinela de: "Fea, pobre y portuguesa, ¡Chúpate esa!"

La princesa poco agraciada y con numerosos problemas para mantener relaciones sexuales con el rey, nunca fue del agrado del monarca, por lo que prefirió apaciguar su fogosidad en los burdeles madrileños. Cuenta la leyenda que la reina harta de las escapadas nocturnas del rey, una madrugada le esperó en las escaleras de palacio vestida a la manera de las prostitutas madrileñas, ocasión que no desaprovechó nuestro fogoso monarca para tomarla allí mismo.

Aún con todo esto, la reina fue capaz de dar a luz una niña, que muy débil de salud solo vivió cuatro meses. Su siguiente embarazo, un año después, acarreó peores consecuencias, ya que madre e hija murieron en un terrible parto anticipado, como terriblemente cuenta el cronista Wenceslao Ramírez de Villaurrutia: "hallándose en avanzado estado de gestación y suponiéndola muerta, los médicos procedieron a extraer el feto, momento en el que la infortunada madre profirió un agudo grito de dolor que demostraba que todavía estaba viva".

  
Tercera boda: La peor noche de bodas de la historia

María Josefa Amalia.
Su tercer matrimonio fue aún más esperpéntico, su mujer María Josefa Amalia de Sajonia, una joven de apenas 15 años y criada en un convento entre monjas y rosarios, sólo conocía del sexo aquello que le habían contado las monjas, por lo que todo lo que sabía sobre el sexo era que un acto pecaminoso y vergonzante.

Por lo que la pobre reina esperaba la noche de bodas con auténtico pavor, más aún, cuando el lascivo rey, un hombre veinte años mayor que ella, atraído por la gran belleza de su nueva joven esposa, se abalanzó sobre ella sin ningún tipo de recato. Cuentan que la pobre reina, muerta de miedo, se hizo sus necesidades encima, hecho que llenó de asco al rey, que salió en estampida de la habitación.

La situación no mejoró en los meses siguientes, la beata reina se negaba a cometer ese terrible pecado que condenaría su alma eternamente (imaginamos que el enorme tamaño del falo real también le ayudó a tomar dicha postura); por su parte, el rey harto de que su mujer se negase a consumar el matrimonio le escribió una misiva al Papa para que le concediese la anulación del matrimonio.

Por fin, y tras mediar la Santa Sede asegurando la salvación del alma de la reina, la puritana dama accedió a consumar el matrimonio, eso sí! siempre rezando un rosario antes de cada acto. Aunque imaginamos que a pesar de los rezos, los contactos entre los reyes fueron escasos, porque a pesar de sus más de 10 años de matrimonio, la reina nunca quedó embaraza, muriendo finalmente de fiebres en su Palacio de Aranjuez en 1829.


Cuarta boda: ¡Mi reino por una almohadilla!

Reina María Cristina.
La falta de descendencia de un ya maduro Fernando VII era un evidente problema de Estado, ya que su hermano Carlos María Isidro de Borbón conspiraba en la sombra para hacerse con el trono, por lo que se le buscó una nueva esposa al rey felón. La elegida fue su sobrina María Cristina de las Dos Sicilias, quien conocedora de los problemas que habían arrastrado las anteriores esposas de Fernando VII por el tamaño de su pene, y sabedora, que tenía que quedar pronto encinta, rogó a los médicos de Palacio que buscasen un solución eficaz.

La mejor solución que encontraron los médicos fue la almohadilla perforada que hacía de tope durante el coito y aunque fue un remedio algo artesanal parece que fue bastante efectivo, ya que, la reina María Cristina pronto quedó embarazada de nuestra futura reina Isabel II, al que siguió un segundo embarazo de otra niña, Luisa Fernanda.

Poco tiempo después Fernando VII morirá, quedando como regente su mujer María Cristina, que intentará por todos los medios que su hija Isabel herede la Corona frente a los derechos dinásticos de su tío Carlos. Aunque los escándalos sexuales no terminarán con la muerte del rey, ya que tanto la reina regente como su hija Isabel II, seguirán protagonizando escándalos sexuales de todo tipo.

Aunque eso ya es otra historia....




6 comentarios:

  1. ¿Desgarros? ¿Almohadilla para el pene?¡Madre mía!
    La de cosas que aprende una entrando en este blog.
    Un saludo

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    Respuestas
    1. Jaja yo había escuchado lo de ponerse una toalla para no hacer penetraciones muy profundas... pero ser de la realeza es lo que tiene, que te hacen una almohadilla para el pene a medida!

      Muchas gracias por seguirnos todas las semanas! ;)

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  2. Así que una toalla, eh!
    Mmmmmmm... Interesante.

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  3. ¿De que os extrañais? ¿Quien no ha usado una toalla o una almohadilla?

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  4. Se ha equivocado, el nieto de Fernando VII no fue Alfonso XIII, sino Alfonso XII.

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