domingo, 3 de abril de 2016

Catalina la Grande

Sexo y Corona: Los escándalos sexuales de las monarquías europeas

Monarquía Hispánica:
Alfonso XIII: El rey del porno (1886-1941)
Isabel II: Un reinado repleto de escándalos (1830-1904)
Fernando VII: El gran sable (1784-1833)
Felipe IV: El rey adicto al sexo (1605-1665)

Monarquías Europeas:
Catalina la Grande (1729-1796)

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Antes de adentrarnos en la vida de esta extraordinaria mujer, y de todos los rumores sobre su gran apetito sexual,  nos gustaría realizar un pequeño apunte, y es que precisamente, casi todas las mujeres que han gobernado de manera firme y sin la compañía de un hombre a su lado han estado inmersas en todo tipo de leyendas sobre su sexualidad, casi siempre presentándolas como insaciables en cuanto a sus apetitos sexuales y a su gran número de amantes, desde Cleopatra a nuestra reina Isabel II.

El ascenso hasta el trono ruso

Nuestra protagonista aunque nacida en el seno de una familia noble nunca imaginó que pudiera reinar como zarina durante más de 30 años, sólo las intrigas palaciegas urdidas por su madre, le posibilitaron contraer matrimonio, en el año de 1745, con el sobrino de la emperatriz Isabel, después eso sí, de un lavado imagen, al convertirse a la religión ortodoxa y aprender ruso, cambiando su nombre de Sofía Federica por el de Catalina, todo ello como medida de acercamiento al pueblo ruso. 

Retrato de Catalina
Su matrimonio, fue breve y no muy feliz, ya que ambos cónyuges pronto encontraron su felicidad en brazos de distintos amantes. El fracaso de este matrimonio se debió en gran parte a los problemas de impotencia que sufría su marido que le impedió consumar su matrimonio durante 12 años.

Catalina, ante la impotencia de su marido, el duque Pedro, no dudó en saciar sus apetitos sexuales con una larga lista de amantes, entre los que destacaban ya las principales figuras políticas del país, así como un nutrido grupo de opositores a las políticas filoprusiana de su marido.
Y es que Catalina, desde muy joven, demostró grandes dotes para la política, su inteligencia y su astucia, le permitieron asentarse en el siempre peligroso trono ruso. Catalina fue una mujer muy instruida, en contacto con las corrientes ilustradas europeas, manteniendo relaciones epistolares con intelectuales de la talla de Voltaire y Diderot.

El clímax de estas intrigas palaciegas se desarrolló en el verano de 1762, cuando Catalina, mediante la intervención de su amante, Grigori Orlov, jefe de la Guardia Imperial Rusa dió un golpe de Estado, deponiendo a su marido el Zar, siendo asesinado tres días después, junto con otros posibles candidatos al trono imperial.

Este ambiente refleja muy bien la astucia y habilidad de Catalina para saber mantenerse en el poder a pesar de no descender directamente de la familia real.Y es a partir de este momento cuando se empezó a forjar la leyenda sobre su desenfrenada vida sexual… joven, viuda y con el suficiente poder para poder vivir en plena libertad, no dudó en rodearse de todo tipo de amantes, a los que premiaba con puestos en la corte, incluso una vez que éstos habían saciado sus apetitos sexuales y el fragor del romance tocaba a su fin les concedía tierras y siervos como recompensa a sus servicios.

Una líbido incontrolable

Catalina supo conjugar a la perfección su inteligencia con sus armas de mujer, asegurándose la fidelidad de algunos de sus más poderosos colaboradores al permitirles entrar en las habitaciones más privadas del palacio.

Entre sus amantes destacados podemos citar a Serguei Saltykov, su primer amante y verdadero padre de su hijo Pablo, y es que como dicen los rumores todos sus hijos fueron de diferentes padres y ninguno de su marido. Otro de sus amantes de más relumbrón fue el último monarca de Polonia, el futuro rey Estanislao II Poniatowski. Aunque sin duda uno de sus amantes más poderosos fue Grigori Potiomkin, estadista, militar y político ruso que se convirtió en su hombre de confianza, una vez muerto su esposo, hombre al que muchos señalan como el único gran amor en la vida de Catalina. Otro de sus amantes fue Alexis Lanskoi, que murió envenenado a manos de Potiomkin, receloso de perder su cuota de poder ante la intrusión de este nuevo amante. También destacó por su belleza física y por su intelecto el joven Aleksandr Dmítriev-Mamónov.

Ese ardor sexual le acompañó hasta el final de sus días, ya que no dudó en buscarse amantes hasta 40 años más jóvenes que ella, cuando nuestra protagonista ya superaba los 60 años. Su último amante conocido fue el príncipe Zúbov, que se aprovechó de la pasión de la zarina por él para satisfacer sus numerosas extravagancias.

Algunos historiadores han llegado a cifrar en más de 80 los amantes que pasaban cada año por la alcoba real, otras fuentes nos hablan que la zarina tenía a su disposición hasta un total de 20 amantes al mismo tiempo, que se iban alternando en su lecho, según los caprichos de la zarina, y es que según cuenta la rumorología Catalina exigía a sus amantes cumplir hasta 6 veces por día, ya que nunca quedaba saciada del todo.


Abridor de Cartas de Catalina la Grande


La increíble habitación erótica de Catalina la Grande

Silla decorada con elementos eróticos.
Pero si algo ha engrandecido la leyenda de mujer lujuriosa e insaciable de Catalina la Grande fue el descubrimiento de una fabulosa habitación erótica situada en su palacio de Tsárskoye Seló. La habitación estaba decorada con todo tipo de cuadros y esculturas que representaban escenas eróticas y pornográficas.

Además su mobiliario también era todo un derroche de imaginación erótica, ya que todos sus muebles estaban profusamente decorados con falos, vulvas, escenas de felaciones,...

La habitación aunque destruída por el ejército alemán durante la II Guerra Mundial fue fotografiada anteriormente por unos estupefactos soldados soviéticos que no daban crédito a lo que acababan de descubrir en esa enigmática habitación secreta.

Y es que la habitación era todo un museo de objetos eróticos, según los testigos todo el mobiliario de la habitación, desde las sillas hasta la cama, pasando por el escritorio, estaba decorado con imágenes pornográficas. Y donde no faltaba una enorme colección de juguetes eróticos, con consoladores de toda forma y tamaño, tallados por uno de los mejores artesanos del Imperio.

Y aunque actualmente sólo se han conservado dichas fotografías, ya que el fuego de la guerra destruyó todo, su autenticidad no se pone en duda ya que hay constancia de que una colección de arte erótico perteneciente a la familia Romanov fue catalogada en 1930 por el personal del museo Hermitage.

Reproducción de una mesa realizada por el ebanista francés D. Roitel.


La mayor infamia sobre Catalina... muerta al ser penetrada por un caballo.

Caricatura de la supuesta relación zoofílica.
Pero sin duda, el rumor más exagerado sobre el desmedido apetito sexual de Catalina la Grande son los infundados testimonios sobre ciertas aficiones zoofílicas de la zarina.

Cuenta la leyenda que Catalina dándose un paseo por las cuadras reales (buscando nuevos amantes entre los miembros de la caballería real) quedó impresionada ante la visión de un semental montando a una yegua, al ver su enorme falo y la potencia vigorosa empleada por el animal, la zarina no podía dejar de fantasear en ser tomada por tan portentosa bestia.

Las supuestas pruebas que vendrían a confirmar esta leyenda urbana son una carta obscena que la propia Catalina envió a su amigo Voltaire y un hermoso mueble de caoba fabricado expresamente para facilitar la cópula entre Catalina y el semental.

La carta, que bien podría tratarse de un simple juego de fantasía erótica, rezaba:  "Yo lo espero como a un amante, dándole la cara y la ternura de mis ojos. El acerca a mi pecho su enorme cabeza de animal noble". El rumor sobre esta relación zoofílica fue acrecentándose con el paso del tiempo llegando a convertirse en una mentira histórica habitual afirmar que la lujuriosa Catalina murió de un ataque al corazón mientras era penetrada por un caballo.

No hace falta decir que este y otros muchos rumores sobre su vida sexual son completamente falsos, ya que a su muerte, sus numerosos enemigos se encargaron de difundir rápidamente toda clase de insidias sobre su persona. Bulos y mentiras que calaron en el imaginario colectivo gracias a su fama de mujer promiscua y sexualmente libre.


Conclusión

Catalina que realmente murió de un ataque de apoplejía a los 67 años fue una gran gobernanta, haciendo una incomiable labor en la modernización y expansión del Imperio Ruso. Su reinado, con más luces que sombras, estuvo marcado por su inteligente labor política y por un despotismo ilustrado que conjugó ciertos aires de libertad, igualdad y tolerancia religiosa, con otros rasgos de carácter autoritario, como la censura o el encarcelamiento de sus opositores políticos.






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