viernes, 28 de abril de 2017

El concubinato de los clérigos en la Edad Media

Monje y su concubina,
de Cornelis van Haarlem
Durante la Edad Media la falta de organización y formación dentro del cuerpo de la Iglesia hizo que clérigos, curas y frailes fuesen motivo de continúa burla y denuncia por su vida licenciosa. El mejor ejemplo de todo ello son la infinidad de casos que recoge nuestra literatura donde estos servidores de la Iglesia aparecen retratados como bebedores, juergistas y mujeriegos.

Aunque a nosotros el aspecto que nos interesa es este último, ya que en la entrada de hoy nos centraremos en uno de sus fenómenos más visibles, el amancebamiento o concubinato de los clérigos.

Y aunque prohibido desde hacía varios siglos, fue una práctica muy habitual entre curas, frayles, obispos y hasta Papas durante toda la Edad Media y parte de la Edad Moderna, ya que un buen número de ellos vivieron abiertamente con una mujer e incluso muchos no ocultaban su progenie.


ORIGEN

No nos vamos a detener mucho en los orígenes de esta práctica, ya que desde la misma fundación de la Iglesia Católica el tema del concubinato siempre fue muy controvertido.

Desde los primeros siglos del medievo la Iglesia fue bastante ambigüa con este tema, permitiendo los matrimonios espirituales, matrimonios donde los clérigos podían convivir con una mujer aunque sin ningún tipo de contacto carnal, de ahí lo del matrimonio espiritual. No hace falta deducir que bajo esta fórmula era bastante fácil pasar de los espiritual a lo terrenal, por lo que la proliferación del amancebamiento fue un fenómeno generalizado en todo el clero.

Der esta forma la Iglesia, desde casi sus inicios, intentó erradicar el concubinato entre sus representantes, por lo que desde los primeros concilios de la Iglesia, como el de Elvira, celebrado en el siglo IV, ya se tomaron medidas contra estas prácticas.

Pero ni los cónclaves, ni los concilios, ni tan siquiera las cosignas de los grandes doctores de la Iglesia consiguieron erradicar el concubinato. Así San Bonifacio (s.VIII) se quejaba amargamente de que los clérigos “de noche mantienen a cuatro, cinco o más concubinas en su cama”.


Imagen extraída del ‘Decamerón’ de Giovanni Boccacio, Paris, folio 108 verso, mediados del siglo XV.
El clérigo comparte una comida con una pareja y se acuesta con la esposa mientras que el marido reza en la terraza.


TESTIMONIOS LITERARIOS

Los testimonios sobre la lujuría, el concubinato y la mala vida general de los clérigos durante la Edad Media aparecen en las más diversas obras (crónicas, colecciones de milagros, poemas, tratados morales, lírica tradicional y popular), recogidos en todo tipo de lenguas y culturas y retratando las más variopintas y estrambóticas situaciones, donde todo tipo de clérigos, desde los seculares hasta las más alta dignidades, incumplieronn sin contemplaciones sus votos de castidad.

Estos testimonios se recogen desde bien temprano, así Gonzalo de Berceo, considerado como el primer escritor en lengua castellana, en su obra 'Los milagros de Nuestra Señora' ya recoge numerosos testimonios de clérigos borrachuzos, monjes que yacían con prostitutas y otro sin fín de ejemplos.

Otra obra cumbre de la literatura española como es "El libro del buen amor" del Arcipreste de Hita, despliega ante nosotros todo un entramado de personajes religiosos más preocupados de satisfacer sus necesidades terrenales que las espirituales.Y es que se puede decir que en esta obra sus personajes están movidos por el erotismo y el deseo sexual, donde monjas y clérigos son arrastrados por las llamas de la pasión y el amor.

Otro de los libros que recoge Eduardo Juárez en su artículo dedicado a la vida de los clérigos (revista Historia de National Geographic) y que nos relata más a las clara el comportamiento sexual de los clérigos es "El libro de los Exemplos" de principios del siglo XV, donde podemos ver desde monjas condenadas al infierno por mantener relaciones con caballeros hasta un abad que justifica su comportamiento fornicador aludiendo a que su cuerpo carnal es como el de los demás hombres.


LEGISLANDO CONTRA LA CORRUPCIÓN MORAL

Acabar con esta mala conducta del clero había sido siempre un campo de batalla para la Iglesia Católica que veía como el mal ejemplo que daban sus propios miembros era un problema cada vez más acuciante, y a la postre fue uno de los motivos esgrimidos para la ruptura con la Iglesia del mundo protestante.

Así no nos puede extrañar que la Iglesia intentase regular el comportamiento de sus clérigos con numerosas medidas, aunque de escaso éxito, ya que la mayor corrupción estaba entre sus propios dirigentes.

Como dato curioso señalar que muchas veces eran las comunidades de vecinos las que alentaban al párroco de turno a contraer una "barragana", ya que este era el método más fiable para evitar posibles aventuras amorosas del clérigo con sus propias esposas.


Por lo que entre los siglos XII y XV empezaron a surgir numerosas legislaciones para intentar frenar la corrupción ética y moral que asolaba a la Iglesia Católica. Aunque sin ninguna duda, el campo que intentó controlar más férreamente la Iglesia fue todo lo relativo a la sexualidad de sus feligreses.

En las famosas "Partidas" de Alfonso X el Sabio ya se recogen numerosas sanciones para los vicios más comunes de los clérigos, ya fuese el juego, la bebida o el sexo.

La doma del asno, Eduardo Zamacois y Zabala, 1868

Pero el mayor campo de batalla para la Iglesia fue intentar imponer el voto de castidad y celibato, por lo que desde el siglo XI vemos como la mayor parte de concilios y sínodos de la Iglesia tratan el asunto del amancebamiento de los curas. Desde el Concilio de Compostela de 1056, pasando por el de Palencia de 1129, el de Valladolid en 1228 o el de Toledo en 1324, son un claro ejemplo de la necesidad imperiosa de la Iglesia de imponer el celibato. Incluso las Cortes en pleno siglo XIV siguió adoptando medidas para reprimir el amancebamiento de los clérigos.

De todo esto se desprende que esta fue una costumbre muy extendida por todo el continente europeo. Aunque algunos estudios apuntan que un 30% de los sacerdotes vivieron en concubinato durante toda la Edad Media si nos aferramos a las fuentes y testimonios de la época esta cifra es a todas luces demasiado abultada.

Algunos autores han señalado que tildar la mancebía de los clérigos como norma general se debe más a lo escandaloso de algunos casos que a una realidad concreta. Desde clérigos que convivían con varias mujeres, a sacerdotes que desde su púlpito animaban a las feligresas a visitarle, a curas que vivían rodeados, sin ningún pudor, de toda su progenie, o aquellos que no dudaban de introducir a prostitutas en la casa de Dios, por no hablar de la figura del marido consentidor, muy popular en la literatura de la época.

Y a pesar de la existencia de numerosas leyes, como las desprendidas desde la Santa Sede como la Reforma Gregoriana o los llamados "Cánones lateranenses", que amenzaban con la excomunión a los sacerdotes que viviesen públicamente con una mujer, todo parece indicar que estas sanciones no inspiraron demasiado temor a los clérigos, ya que el amancebamiento siguió extendiéndose hasta bien entrado el siglo XVI.

Cuadro del pintor alemán Otto Dix.
A todo ello contribuyó en buena medida la actitud laxa de numerosos Papas y obispos que fueron modificando su postura ante este tema al calor de sus propias necesidades, especialmente las económicas (cambiando penas de excomunión ya impuestas por multas económicas).

Tal es así, que estas 'mancebas' o 'barraganas' obtuvieron en muchos lugares reconocimiento jurídico, y a pesar de las trabas que ponía la Iglesia para el reconocimiento de su figura, sabemos por ejemplo que el rey Juan I en 1378 reconoció el derecho a pagar un impuesto por amancebamiento.

Otro testimonio que nos habla bien a las claras de la duración del fenómeno son las declaraciones del obispo burgalés don Pascual de Ampudia en el sínode de 1498 quién insitía en que "ningún clérigo pueda tener consigo o en su casa ni de compañía mujer suelta ni casada, de ninguna edad que sea, con quien antes haya tenido participación carnal"

Por lo que habrá que esperar hasta el Concilio de Trento, celebrado en el año 1563, para que la Iglesia diese el golpe definitivo sobre la mesa para intentar acabar de una vez por todas con la corrupción de costumbres que carcomía sus instituciones, poniendo especial énfasis en el concubinato de los sacerdotes "que viven en el corrupción impúdica y el inmundo concubinato", prohibiéndoles "tener en su casa o en otra parte concubinas o mujeres sobre las que puedas haber una duda".

En cuanto a las penas para los clérigos amancebados fueron variando a lo largo del tiempo, mientras hasta el siglo XIV las penas fueron esencialmente espirituales, suspensión, excomunión o penitencia, a partir del siglo XIV fueron prevalecieron las penas de carácter económico o penales.

Y aunque el espíritu reformador de la Iglesia y el aumento de las inspecciones hicieron menguar el fenómeno del amancebamiento entre los clérigos, la Iglesia, tan empeñada en controlar otros aspectos de la sexualidad de sus fieles, no puso el mismo interés en acabar con estos casos, como su prolongación en el tiempo demuestra.


EL ALTO CLERO

El cardenal Mendoza
Pero este fenómeno, como cabe de esperar, no sólo se daba entre el bajo clero, es más, se puede decir, que el alto claro era aún peor, ya que, estadísticamente, el número de obispos o papas con amantes e hijos fue mucho superior.  Recordar que estos altos cargos eclesiásticos solían ser ocupados por los segundos hijos de las principales casas nobiliarias por lo que no cabe esperar que tuvieran un comportamiento ejemplar.

En estos casos, donde cualquier sanción era impensable, la Iglesia sugería adoptar ciertas medidas como que los hijos ilegítimos menores de 5 años no vivieran en la misma casa, o que no ayudaran a sus padres en los oficios litúrgicos y por supuesto, que ni mucho menos pudieran heredar.

Aunque claro, todo estos hijos bastardos podían ser fácilmente encubiertos alegando ser sobrinos. Pero para que nos vamos a engañar, el poder lo consigue todo, así que aquellos hijos ilegítimos de las más altas esferas no tuvieron problemas en ser reconocidos. Así conocemos como los hijos del famoso cardenal Mendoza fueron legitimados por el Papa por mediación de la propia Isabel I de Castilla.

El argumento esgrimido por la Iglesia para vigilar más estrechamente al bajo clero era que ellos, al estar en contacto más directo con los fieles, debían ser el mejor ejemplo posible.


LAS BARRAGANAS 

En cuanta a la condición social de estas mujeres no tenemos muchos datos, por regla general podemos deducir que la mayoría tuvo una vida normal, especialmente si tenemos en cuenta que la normalización del matrimonio católico no se dió hasta los últimos siglos de la Edad Media.

Los principales problemas que atestiguan las fuentes son: Por un lado, el reconocimiento jurídico de su figura, ya que vivían en una especie de limbo legal, por lo que muchas veces sus exigencias estaban relacionadas con la herencia, el reconocimiento de los hijos o con la posibilidad de ser enterradas junto a su "marido".  Por otro lado, tenemos el caso de barraganas que llevaban un tipo de vida más suntuoso del que debería una mujer en su condición, presumiendo y haciendo ostentación de ciertas riquezas.

Por lo que cabe esperar que estas mujeres sufrieron o disfrutaron de todo tipo de suertes: desde aquellas que vivieron como amancebadas con el clérigo toda una vida, casi como un matrimonio "normal", hasta aquellas que sufrieron toda clase de situaciones de marginalidad y pobreza, ya que incluso se promulgaron algunas leyes que obligaban a estas mujeres a portar un distintivo "infamante".

Y es que la literatura refleja todo tipo de situaciones, casi siempre desde posiciones misóginas, donde destacan la codicia y la avaricia de las mujeres. Así en un cancionero musical del siglo XV una madre extrañada de que su hija haya rechazado a un campesino y a un escudero le pregunta:
"Por qué quieres el abad? - Porque non siembra y á pan". O en otros casos suelen deternerse en la lujuria de la que es presa la mujer por la belleza del clérigo en cuestión



CONCLUSIÓN


Otra terrible curiosidad es la forma de actuar de la Iglesia ante los escándalos de algunas de estas uniones, ya que la Iglesia recomendaba silenciar estos casos o reprimirlos internamente,  como bien indica Ana Arranza en su aproximación al fenómeno: "Era preciso silenciar las debilidades de cualquier clérigo para evitar el mal ejemplo o el desprecio de la feligresía". Ya que la principal preocupación de la Iglesia como alude el obispo burgalés don Pablo de Santamaría era que "los seglares (...) no se retryan de la devoción de las yglesias...".

Como vemos la actitud de la Iglesia a la hora de enfrentarse a problemas o delitos internos siempre ha sido la misma: echar tierra sobre el asunto o tapar sus vergüenzas como mejor pueda... nada nuevo en el horizonte.






Bibliografía:


- ARRANZA GUSZMÁN, A.; "Celibato eclesiástico, barraganas y contestación social en la Castilla bajomedieval", Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Hª Medieval, t.21, 2008, págs. 13-39.

 -JIMENO ARANGUREN, ROLDÁN. “Concubinato, matrimonio y adulterio de los clérigos: notas sobre la regulación jurídica y praxis en la Navarra medieval”. A.H.D.E. nº.81, pp.543-574. Ministerio de Justicia.2011

-MONREAL ZIA, GREGORIO; JIMENO ARANGUREN, ROLDÁN. “Naturaleza y estructura del matrimonio y otras uniones afines en el derecho histórico hispánico, con especial atención a Navarra.” Rev. Príncipe de Viana, Año nº, 71; nº 250, pp. 501-538. Institución Príncipe de Viana. Gobierno de Navarra. Pamplona, 2010.

-RUIZ, JUAN, ARCIPRESTE DE HITA. “Cántica de los clérigos de Talavera”, Libro del buen amor. Alfaguara. Madrid, 2000.

NICASIO SALVADOR, M.; Soltería devota y sexo en la Literatura Medieval (Los Clérigos),  La familia en la edad media : XI Semana de Estudios Medievales, Nájera, del 31 de julio al 4 de agosto de 2000 / coord. por José Ignacio de la Iglesia Duarte, 2001, págs. 317-348

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