domingo, 18 de diciembre de 2016

El matrimonio en el Antiguo Egipto

Para entender el concepto de matrimonio en el Antiguo Egipto debemos desprendernos de nuestra idea de matrimonio, ya que para los egipcios el matrimonio era un acto privado sin ningún tipo de connotación religiosa o civil detrás de él.

Aunque más bien se puede decir que lo extraño a lo largo de la historia ha sido el concepto sagrado del matrimonio que nos ha transmitido nuestra tradición judeo-cristiana.

Así pues el matrimonio en el Antiguo Egipto era un acto privado, donde no intervenía ningún tipo de autoridad religiosa o civil para refrendar dicho acuerdo. Simplemente bastaba el mutuo acuerdo de la pareja y el acto simbólico de convivir bajo un mismo techo, siendo normalmente la mujer la que se trasladaba a la casa del hombre. Esta concepción se plasma clarísimamente es su lenguaje donde el acto del matrimonio se puede traducir como "fundar una casa" o "entrar en casa de la pareja".

Este concepto laico del matrimonio no significa que no tuviese importancia, ya que el matrimonio era una institución básica en el mundo egipcio, además como en cualquier acto importante en la vida de una persona este matrimonio sería celebrado por ambas familias mediante una fiesta, y conociendo el gusto de los egipcios por la cerveza, podemos afirmar que sería una celebración bastante animada.

También, y como ha sucedido hasta tiempos bien recientes, es bastante probable que fuesen los padres quienes se preocupaban de buscar la pareja adecuada para sus hijos o hijas, atendiendo a motivos económicos, patrimoniales o sociales, pero aquellos padres más comprensivos podían atender también a razones sentimentales.

The Family of Neferherenptah from the Mastaba of Neferherenptah at Giza


Matrimonio por amor

Aunque retrocedamos varios milenios atrás en el tiempo parece evidente que el amor es uno de las fuerzas más poderosas del ser humano, por lo que los egipcios no fueron ajenos a este sentimiento y también nos hablaron del amor, de parejas de enamorados, de jóvenes atrapados en las llamas de la pasión que sólo desean estar el uno con el otro hasta el final de los tiempos...

Los testimonios sobre el amor en el matrimonio son enormemente variados: desde poemas  a canciones amorosas, ya sea escrito en papiro o esculpido en la roca, ya fuese mediante hermosos y sensibles versos, o a través de frías instrucciones:

"Si eres sabio, guarda tu casa, ama a tu mujer sin restricción. Llena su estómago, viste su espalda, esos son los cuidados que hay que proporcionar a su cuerpo, acaríciala, satisface sus deseos durante todo el tiempo de su existencia, se trata de un bien que honra al señor de la casa".
- Máximas de Ptahhotep


Todo esto es fácilmente comprobable visitando cualquier museo que albergue arte egipcio, no será muy difícil encontrar en estas colecciones estatuas o pinturas que muestren signos de amor entre parejas: maridos y mujeres con sus brazos alrededor de su cintura, sujetándose las manos u ofreciéndose mutuamente flores o comida. Por lo que podemos concluir que el amor y el afecto era una parte importante en el matrimonio Egipto.

Meryt, mujer de Sennefer, se presenta ante él con flores de loto.
También sabemos por textos egipcios que una mujer era libre de escoger a su futuro marido, por lo que en cualquier caso, y aun contradiciendo la opinión de su familia siempre se podía negar a aceptar a un cónyuge impuesto. Aunque esto último sólo se daría en casos muy aislados, principalmente porque las mujeres se casaban a edades muy tempranas, por lo que dudamos que se atreviesen a ir en contra de la opinión familiar.

Que mejor forma de terminar este apartado que con este bonito texto inscrito en una estatua, el cual es un claro reflejo de ese amor dentro del matrimonio:

"Deseamos reposar juntos
Dios no puede separarnos.
Tan cierto como vives, no te abandonaré
Antes de que de mí te canses.

No queremos más que estar sentados, cada día, en paz,
Sin que ocurra nada malo.
Juntos hemos ido al País de la Eternidad,
Para que nuestros nombres no sean olvidados.

Cuan bello es el momento
En el que se ve la luz del sol,
Eternamente,
Como Señor de la necrópolis."

Pintura de una tumba donde se muestra el reencuentro de matrimonio en la otra vida.
Los evidentes gestos de afecto nos hablarían de que el matrimonio por amor tenía gran importancia en la cultura egipcia.


Institución básica de la sociedad.

Y aunque este primer acercamiento al concepto de matrimonio egipcio nos pueda parecer que se tratase de un asunto trivial y sin importancia, no hay que engañarse, el matrimonio era de vital importancia en la sociedad egipcia, ya que su principal finalidad era aportar hijos a una sociedad siempre necesitada de excedentes demográficos.

 “Toma esposa cuando seas joven, para que te dé un hijo. Debe engendrar para ti mientras eres joven, el mundo debe ser poblado. El hombre con una gran familia es feliz, se le admira por su descendencia”.

Además los hijos como bien explica Parra Ortiz en su libro 'Vida amorosa en el Antiguo Egipto' "eran básicos en el pensamiento egipcio porque de ellos dependía, no sólo el bienestar de los padres durante la vejez, sino el mantenimiento del culto funerario de los progenitores, sin el cual su existencia eterna quedaba comprometida".

Edad

Como en todas las sociedades antiguas la edad para contraer matrimonio era muy temprana, especialmente en el caso de las mujeres.

La edad adecuada para que un joven contrajese matrimonio estaría entre los 17 y 20 años, una vez que había demostrado que era capaz de mantenerse por sí mismo. Dependiendo de la profesión del joven se casaría a una edad más temprana o tardía, así podemos suponer que un agricultor se casaría mucho antes que un escriba, cuya formación llevaba más años.

En las 'Máximas de Ankhsheshonq' podemos leer: "Toma una mujer cuando tengas veinte años, para que puedas tener un hijo cuando todavía seas joven".

Por contra a las mujeres se les buscaría matrimonio una vez alcanzada la pubertad, a los 14 o 15 años, la mayoría de las veces sin tener muy en cuenta la diferencia de edad, ya que su futuro marido podía ser mucho más mayor que ella.

Senedyem y su esposa, ante una mesa de senet en su tumba de Deir el-Medina (dinastía XIX).


La ceremonia

Uno de los misterios más curiosos sobre la civilización egipcia es la completa ausencia de información sobre el acto de casarse. La mayor parte de información que nos ha llegado sobre las bodas en el Antiguo Egipto son del período ptolemaico, donde sí que se nos habla de su carácter festivo y de su ceremonia, pero apenas sabemos nada sobre la ceremonia del matrimonio durante el Imperio Antiguo, si es que hubo alguna.

Podemos concluir que antes de la boda ambas familias se reunían para acordar los términos del matrimonio. Normalmente este trámite en sus primeros pasos se dejaba en manos de las mujeres de ambas familias, y cuando ellas daban el visto bueno sobre el futuro cónyuge entraban los hombres a negociar un acuerdo matrimonial.

Este tipo de acuerdos giraban en torno a la dote que recibiría la novia, normalmente una suma de dinero y algún que otro regalo lujoso como compensación de la pérdida de la virginidad de la mujer.

Una sirvienta coloca el cabello de su señora.
Tumba de Djeser, dinastía XVIII.
Y aunque hemos dicho que el matrimonio era un acto sencillo, la importancia de este paso en la vida de los cónyuges era celebrado mediante una pequeña fiesta. Y sabiendo el gusto de los egipcios por la cerveza y su preocupación por la belleza podemos suponer que todos lucirían sus mejores galas y se maquillarían con sus cosméticos más caros.

Los testimonios más recientes nos hablan de que el día previo a la boda las mujeres de la familia del novio visitaban a la futura esposa, donde imaginamos que aparte de vestirla y maquillarla con pinturas corporales le darían importantes consejos para la noche de bodas. Los hombres también se reunían en un ambiente festivo donde la música y la cerveza estarían muy presentes.

El día de la boda la novia era conducida a casa del marido, podemos suponer que rodeada de una comitiva y acompañada de música, cantos y algún que otro chascarrillo de carácter obsceno, ya hemos hablado en otros post como era muy habitual en numerosas culturas antiguas la presencia de símbolos fálicos durante los festejos de matrimonio así como cánticos subidos de tonos como elementos propiciatorios de la fertilidad.

Una vez que la novia se trasladaba a casa de su futuro marido se oficializaba el matrimonio mediante la firma de un contrato matrimonial (los primero datan del siglo IX a.C.) donde se registraba la fecha, los nombres de los contrayentes así como el de sus familiares más cercanos, al profesión del marido y el nombre de algún otro testigo. Este documento era firmado en presencia de alguna autoridad religiosa que era el encargado de registrar dicho contrato.

Una vez finalizadas todas estas formalidades y actos simbólicos se iniciaría un banquete que se prolongaría, a buen seguro, hasta altas horas de la madrugada.

Músicas y bailarinas. Tumba de Nakht en Tebas (dinastía XVIII).

Igualdad de la mujer

Uno de los aspectos más llamativos de la cultura egipcia era la posición que ocupaba la mujer en su sociedad, y es que la igualdad entre hombres y mujeres alcanzó cuotas sorprendentes. La mujer tenía total libertad de acción, era dueña de sus propias tierras y dote, podía dirigir negocios de toda clase así como recibir y dar herencias a su libre voluntad.

La ley también contemplaba esta igualdad por lo que las mujeres podían presentarse ante un tribunal ya fuese como querellante, defensora o testigo, por lo que también eran juzgadas con la misma severidad que los hombres.

Un claro reflejo de todo esto son los contratos matrimoniales, y aunque éstos no eran necesarios sí que existen un gran número de ellos, por lo que parece que a partir del siglo IX a.C. fue una práctica cada vez más extendida entre clases acomodadas.

Lógicamente las clases más pobres no firmarían este tipo de acuerdos, primero por que el escaso valor de sus posesiones no requerían de tales acuerdos, y por otro lado, por que la firma de un documento de este tipo suponía un desembolso demasiado elevado para estas clases populares, ya que el coste del papiro y de un escriba sería prohibitivo.

El objetivo de estos contratos prenupciales era establecer los derechos y posesiones de cada miembro de la pareja durante el matrimonio y su reparto en caso de divorcio. Era tal la igualdad entre hombres y mujeres que los cónyuges se unían en régimen de separación de bienes, y por lo tanto, ¡la mujer podía disponer de sus bienes cómo a ella se le antojase sin contar con el permiso del marido!



Divorcio

El enano Seneb y su familia. Dinastía VI.
Museo de El Cairo
A pesar de que el matrimonio se entendía como un contrato para toda la vida, al no estar ungido por imposiciones religiosas, tanto la mujer como el hombre, podían divorciarse simplemente abandonando el hogar familiar. Por lo que podían casarse de nuevo si así lo deseaban.

Aunque bajo esta aparente sencillez se esconden algunos escollos económicos y sociales que dificultaban en realidad este hecho, por lo que realmente el número de divorcios no fue muy numeroso. Como curiosidad apuntar que como en la actualidad se podían firmar contratos de divorcio o ruptura, muy importantes éstos para las mujeres, ya que se aseguraban de no ser acusadas de infidelidad si iniciaban una nueva relación.

Con todo ello, el principal problema de un divorcio era el económico, ya que la justicia egipcia protegía especialmente a la mujer para evitar casos de repudio o de abandono. Por lo que la cuantía a pagar por el hombre era bastante abultada, ya que debía devolver la dote de la mujer más un tercio del total de los bienes gananciales.

Incluso se conocen contratos prematrimoniales aún más onerosos para el marido para evitar estos casos de abandono, ya que la mujer, sino contaba con protección familiar, podía quedar en una situación bastante desamparada.

Los motivos más esgrimidos para el divorcio eran los malos tratos, el adulterio (de la mujer) y la falta de hijos, aunque también se han encontrado documentos donde se aferran a motivos algo más terrenales como la presencia de una suegra malvada o los chismorreos del vecindario.


Matrimonios múltiples, poligamia y concubinato:

Debido a la facilidad con la que un egipcio podía divorciarse, de forma llana y somera, cogiendo sus bártulos e yéndose a otra casa, es muy probable que existiesen personas que se casaran dos y tres veces a lo largo de su vida sin existir un divorcio "oficial" entre ellos.

Por otro lado, si tenemos en cuanta la baja esperanza de vida en el Antiguo Egipto, especialmente entre las mujeres que daban a luz, es fácil comprender la existencia de numerosos monumentos donde se reflejan estos matrimonios múltiples, es decir, esculturas donde aparece el marido sentado con las esposas que tuvo en vida.


Wekhotpe (propietario de la tumba C.1 en Meir) con sus dos esposas, Khnemhotpe y Nebkau (reinado se Sesotris II óIII) Museo de Boston.

Y es que en el antiguo Egipto no había ninguna ley que censurase el concubinato ni la poligamia, y aunque parece claro que la mayoría de los egipcios eran monógamos, un hombre era libre de casarse con cuantas mujeres quisiese, eso sí! siempre que su economía se lo permitiese.

Además normalmente estas segundas mujeres solían ser concubinas o esclavas, por lo que sólo las clases más elevadas podían permitirse el lujo de mantener varias esclavas y acarrear los posibles gastos generados de mantener a más de una familia.

Uno de los testimonios más conocidos sobre poligamia es la de un ladrón de tumbas de Tebas que durante la dinastía XX fue capturado y juzgado. Durante su juicio se hace mención a que tenía cuatro esposas, dos de ellas estaban vivas en el momento del juicio ya que en el papiro se puede leer:

"la ciudadana Herer, esposa del vigilante del tesoro del faraón, Paaemtawemet y la ciudadana Tanefrery, su otra esposa, siendo ésta la segunda.” y también dice: “soy una de sus cuatro esposas, dos murieron, pero otra aún vive”.


Aunque una cosa es la poligamia y otra el concubinato, ya que parece fuera de toda duda que las relaciones sexuales con sirvientas o esclavas de clase inferior fueron bastante frecuentes entre las clases adineradas. Así en numerosas tumbas aparecen mujeres, que no son la esposa oficial, acompañadas de sus hijos, por lo que suponemos que eran los hijos que el señor había tenido con sus concubinas o esclavas.

El hecho de aparecer retratados en estas tumbas nos hablaría que estos niños eran aceptados dentro la familia, ya fuese manteniendo su condición de esclavos o bien siendo adoptados por el matrimonio y pasar a ser considerado hijo legítimo.

Algo similar ocurría con las propias concubinas que a ojos de la burocracia seguían siendo simples esclavas, sólo mediante la comprar de su libertad o su adopción por parte de otro pariente estas mujeres podían alcanzar el rango de esposa y legitimar su matrimonio.

Con todo ello, podemos deducir que aunque la poligamia estaba socialmente permitida fueron muy pocos los hombres que se permitieron tal lujo, a excepción clara de los faraones y sus famosos harenes, aunque ese tema es harina de otro costal.



Bibliografía:

Parra Ortiz, J.M.; La vida amorosa en el Antiguo Egipto, Aldebarán, 2013.

http://amigosdelantiguoegipto.com/?p=687

http://elcajondeherramientas.blogspot.com.es/2013/03/el-matrimonio-en-el-antiguo-egipto-i.html


domingo, 11 de diciembre de 2016

Escándalos sexuales en la Edad Media: Sexo y lujuria en la Torre de Nesle

Escándalos sexuales en la Edad Media:
- Sexo y lujuria en la Torre de Nesle
- El matrimonio de Felipe Augusto e Ingeborg


---------------------- OOOOOOO ----------------------

Iniciamos esta sección con el que quizá sea el mayor escándalo de índole sexual de toda la Edad Media, estamos hablando del affaire conocido como el escándalo de la torre de Nesle, y en un blog como este no utilizamos la palabra escándalo a la ligera... y es que las nueras del Rey de Francia, hijas de poderosos nobles feudales y casadas con los sucesores de la corona francesa, mantuvieron un tórrido romance con dos apuestos caballeros normandos, hecho que hizo peligrar no sólo la estabilidad de la monarquía francesa sino algo casi todavía más grave ensuciar la línea de sangre real mediante bastardos.

Y es que el rey francés Felipe IV no tuvo mucho ojo a la hora de buscar parejas para sus hijos, ya que si sus hijos tuvieron la mala fortuna de acabar siendo unos cornudos, su hija Isabel casada con Eduardo II, rey de Inglaterra, tuvo que soportar la amistad fraternal del rey con un plebeyo conocido como Piers Gaveston, una amistad demasiado estrecha para algunos... pero esa ya es otra historia.

La familia real francesa en una pintura de 1315.
La familia real

Como en este episodio no vivimos sólo una, sino varias infidelidades, más propias de un culebrón venezolano que de una familia real en plena Edad Media, vamos a presentar a los principales protagonistas de esta famoso escándalo.
Dibujo de la torre de Nesle,
por Eugène Viollet-le-Duc

Felipe IV, rey de Francia, tuvo cuatro hijos:

- Luis, el primogénito, casado con Margarita de Borgoña, nieta nada más y nada menos que de Luis IX, y una de las acusadas de infidelidad.

- Felipe, casado con Juana de Borgoña, hija de Otón IV conde de Borgoña, quizá la menos culpable de todos los implicados.

- Carlos IV, último rey de Francia de la dinastía de los Capetos, casado con Blanca de Borgoña, hija también de Otón IV y otra de las principales implicadas en el escándalo.

- Isabel casada con el rey de Inglaterra Eduardo II en un intento de terminar las siempre eternas disputas territoriales entre Inglaterra y Francia. Aunque como ya dijimos anteriormente este matrimonio tampoco fue muy feliz, ya que su marido parecía más cercano a su joven amigo Piers Gaveston que a su mujer. Además todo parece indicar que la reina Isabel junto a su amante Roger Mortimer estuvieron tras el asesinato del rey inglés.




Las sospechas

Todo comienza con una visita de los reyes de Inglaterra a Francia en 1313. Los hijos del rey organizaron un festejo por todo lo alto como bienvenida, con espectáculo de títeres incluido, así que el rey inglés y su esposa Isabel deciden regalar unos valiosos monederos bordados a mano a sus hermanos y las esposas de éstos.

Pero meses después Isabel descubre que esos exclusivos monederos estaban en manos de dos caballeros normandos, Gautier y Philippe d'Aunay, por lo que empieza a sospechar que ha tenido que existir algún tipo de affaire entre estos caballeros y sus cuñadas. Por lo que preocupada por el honor y la honra de su familia decide contarle estas sospechas a su padre.

De esta forma Felipe IV puesto sobre aviso manda vigilar a estos caballeros para confirmar los posibles rumores de infidelidad y descubrir a los posibles implicados en esta trama. Así que pocos meses después se confirman sus peores temores... Blanca y Margarita se habían estado viendo con estos caballeros en la famosa torre de Nesle, una antigua torre de guardia situada en pleno corazón de París, a orillas del Sena. Además su otra nuera, Juana, también estaba implicada, ya que al parecer conocía estos encuentros y ayudó a encubrirlos, incluso algunas malas lenguas también la acusaron a ella de cometer adulterio.

Torre de Nesle, junto al Sena.



Juicio ...

Por lo que una vez confirmados los rumores de infidelidad al rey no le quedó otro remedio que hacer públicas dichas acusaciones y mandar prender a todos los implicados, y aunque los caballeros normandos intentaron huir hacia Inglaterra sabedores de la suerte que les esperaba, finalmente fueron capturados. Ambos fueron interrogados y torturados hasta que confesaron sus crímenes por lo que fueron declarados culpables de uno de los peores crímenes de la edad media... de lesa majestad. 

Las cuñadas, por su condición de nobles, fueron juzgadas en el Parlamento aunque de nada les valió, ya que fueron declaradas culpables de adulterio y sentenciadas a cadena perpetua, la última implicada Juana fue la única que salió airosa ya que fue declarada inocente.

Todo este escándalo afectó terriblemente a la salud del rey Felipe IV ya que ese mismo año murió, siendo sucedido por su primogénito Luis.


Margarita de Borgoña tras ser condenada es sometida a la humillación de ser rapada.



... y castigo

El peso de la justicia fue implacable contra todos los implicados, según las crónicas el 19 de abril de 1314 los caballeros normandos fueron ejecutados públicamente en la plaza de la ciudad de Pontoise, primero les castraron y sus miembros fueron echados a los perros, y tras una larga tortura donde fueron despellejados vivos  y descuartizados, finalmente les decapitaron y sus cuerpos fueron arrastrados por las calles de la villa para acabar siendo colgados en una horca.

Suplicio de los hermanos d'Aunay.

A Margarita y a Blanca de Borgoña se les rapó la cabeza, se les despojó de sus lujosos vestidos y cubiertas con harapos fueron conducidas en un carro tapado con sábanas negras hasta su destino final... las celdas del castillo de Château- Gaillard.


Margarita de Borgoña fue confinada en una celda abierta a los cuatro vientos en lo alto de un torreón, donde murió a los pocos meses, seguramente por las duras condiciones de encarcelamiento. Aunque algunos investigadores apuntan que fue estrangulada en su celda por órdenes de su propio marido, ya que a la muerte del rey Felipe IV ella se había convertido en reina de Francia, por lo que su marido, el ahora Luis X, ante la imposibilidad de anular su matrimonio ante la falta de Papa, deseaba fervientemente acabar con su matrimonio para poder contraer nupcias con Clemencia de Hungría.

Asesinato de Margarita de Borgoña.



Blanca tuvo un trato "más amable" que el de su prima Margarita, ya que ella era la mujer del hijo menor, pero no del futuro rey de Francia, por lo que estuvo encarcelada durante ochos años en una celda del mismo castillo. Su marido Carlos, que sucedió al poco tiempo a su hermano en trono de Francia, se negó a dejarla en libertad. Sólo cuando la salud de su mujer estuvo muy deteriorada se le permitió salir de su encierro para vestir los hábitos en un convento en Maubisson donde falleció poco después.


Juana que también había estado bajo sospecha por ser cómplice de los crímenes cometidos fue puesta bajo vigilancia en el castillo de Dourdan, aunque ella siempre contó con el apoyo de su madre y su marido, por lo que pronto fue puesta en libertad. Algunos historiadores han afirmado que el amor entre Juana y Felipe fue siempre muy intenso y por eso el marido no dudó de la inocencia de su mujer, otros autores algo más insidiosos han apuntado que el interés de Felipe por salvar su matrimonio estaba más relacionado con conservar el Franco-Condado que con un verdadero amor, ya que este era un importantísimo territorio que ella llevaba en la dote.


Conclusión
 

A lo largo de la historia hemos visto como cientos de veces se han utilizado las acusaciones de infidelidad como arma política, siendo una de las mejores formas de librarse de rivales políticos o allanar el camino hacia el poder.

Aunque en este caso la mayor parte de historiadores se inclinan por dar por ciertas dichas acusaciones, ya que no están claras las posibles motivaciones políticas de urgir una conspiración de este tipo. Algunos expertos han sugerido que la ambiciosa Isabel pudiese ser la responsable de lanzar estas falsas acusaciones, en busca de asentar a su hijo en el trono francés, aunque esto resulta bastante improbable ya que los futuros hijos de sus hermanos siempre estarían por delante de su hijo. 

Otros historiadores han apuntado a que fue el Gran Chambelán de Francia, Enguerrand de Marigny quien tendió la trampa a los caballeros y las damas por oscuros intereses políticos o desavenencias.

Otra posible explicación es que fuese todo un terrible malentendido ante la confrontación de dos estilos de vidas, dos moralidades muy distintas: una representada por la corte del rey de Francia, donde la sobriedad y la austeridad son su seña de identidad; por otro lado tenemos a las tres nueras borgoñonas, que representan la elegancia y el lujo propios de esa región, mujeres "modernas" acostumbradas a alegres fiestas y banquetes, donde poder hacer gala y ostentación de sus riquezas y de su refinada sofisticación. En definitiva, mujeres aferradas a los nuevos ideales del amor romántico que empezaban a circular en las cortes europeas y que se dejaron cortejar por los hermanos d'Anuay.