viernes, 15 de septiembre de 2023

Merkins o Pelucas Púbicas: ¡ponte la peluca ahí abajo!

A lo largo de la historia se han utilizado muchos tipos de pelucas y por diferentes motivos (modas, motivos estéticos, como distintivo social, ...), especialmente fueron populares en los reinos de Francia e Inglaterra, sobre todo cuando algunos de sus reyes las empezaron a utilizar para tapar sus tempranas alopecias, imponiendo la moda al resto de la corte. 

Sabemos que en la corte de Versalles se tuvieron que contratar hasta 48 artesanos de pelucas para abastecer la creciente demanda de la nobleza parisina. Así las pelucas se convirtieron progresivamente en un distintivo profesional de algunas de las profesiones más nobles como abogados, jueces, escribas o profesores.

Aunque si hablamos de pelucas en este blog es para hablar de una de las más sorprendentes... ¡¡las pelucas púbicas! pelucas que se ponían sobre la vulva de la mujer, por cuestiones estéticas pero sobre todo de salud sexual, bueno más bien, para fingir buena salud sexual. 

 

Y es que en los siglos XVI y XVII, cuando se popularizó su uso, se consideraba que un pubis cubierto de vello era síntoma de buena salud y por lo tanto deseable. ¿el motivo? que muchas mujeres, especialmente aquellas dedicadas a la prostitución, solían tener el vello afeitado para evitar enfermedades como los piojos.

Y aunque nos parezca que el uso de estas pelucas es algo del pasado, hoy en día se siguen utilizando, especialmente en el mundo del cine, cuando actrices depiladas con láser o con ciertos reparos por enseñar un desnudo completo prefieren recurrir al uso de estas pelucas púbicas para tapar o disimular su vulva.

Vendedor de pelucas púbicas, 1860

 

EL ORIGEN DE LAS PELUCAS PÚBICAS

Algunos historiadores han conseguido rastrear el origen de estas pelucas para el pubis hacia mediados del siglo XV, época donde las prostitutas empezaron a rasurarse el vello púbico por cuestiones de higiene y evitar el problema de los piojos o liendres en sus zonas íntimas. Además, muchas de ellas recurrían a estas pelucas para tapar los síntomas de algunas enfermedades sexuales como la sífilis que provocaban llamativas llagas genitales, denominadas chancros, que podían contagiar la infección.

Incluso uno de los cronistas más famosos sobre los bajos fondos londinenses y su vida nocturna, el político y funcionario naval, Samuel Pepys, dejó anotado en su diario de 1667 la poca higiene que estas pelucas púbicas tenían:

“Fui al Swan; y mandé llamar a Jervas, mi viejo fabricante de merkins, y él me trajo un merkin; pero estaba lleno de liendres, así que me preocupé al verlo y lo envié a limpiarlo”.

Hay quien le ha buscado un origen más teatral a la aparición, o al menos a la popularización, de estas pelucas púbicas. Y es que, en época Isabelina, entre 1550 y 1600, las compañías de teatro inglesas no permitían que actuasen mujeres, por lo que el papel de dama estaba reservado para jóvenes varones imberbes, que en algunas escenas y para aclarar la situación al público empezaron a lucir estas pelucas para goce y diversión de los asistentes.

Sobre el origen etimológico de este curioso nombre de "merkin" existen varias teorías: una de ellas es que sería un nombre utilizado en el inglés antiguo para referirse a las mujeres jóvenes de clase baja; otra teoría sostiene que proviene de la palabra "Marykin", una forma cariñosa para referirse al nombre femenino de Mary.

Sea como fuere, las pelucas púbicas se siguieron utilizando hasta prácticamente el siglo XX, y es que una vulva peluda siempre se ha considerado un símbolo de salud y prosperidad. De hecho, sabemos que los merkins siguieron siendo populares durante todo el siglo XVIII, y algunos, en particular los que usaban las mujeres más ricas, estaban decorados con cintas, joyas, flores y otros adornos, para embellecerlos.

Dibujo de una posible peluca púbica adornada con lacito.

 

Incluso dieron el salto al charco, llegando a EE.UU., ya que a principios de siglo XX era ilegal que una mujer se desnudara por completo en los shows eróticos, por lo que recurrían a estas pelucas para esquivar la ley, y en caso de ser condenadas por indecencia, les servía de atenuante al no estar completamente desnudas.

Sólo con la llegada del bikini a mediados del siglo XX y la popularización de las revistas eróticas las mujeres empezaron a recortar su vello púbico, y eso que en los años 70 y 80 se volvió a poner de moda el vello púbico frondoso. Habrá que esperar a la "invención" de la cera brasileña y la llegada de los 90 cuando definitivamente la moda de ir con poco pelo o completamente rasuradas se ha instaurado en el imaginario erótico de occidente como símbolo de belleza.

Sobre los materiales con los que estaban hechas se puede decir que se realizaban con lo que más a mano se tenía en cada región: las había realizadas con fibras naturales, pero más realistas eran las diseñadas con pelos de animales, como crin de caballo, pelo de cabra o piel de castor (por ello uno de los apodos que tiene la vagina en inglés es "beaver", castor en inglés), hasta llegar a las más lujosas que se fabricaban con vello púbico humano.


Merken o peluca púbica


Pelucas púbicas en Hollywood

Para finalizar, si tenéis curiosidad en saber en qué películas se pueden ver actrices lucir pelucas púbicas, aquí os dejamos algunas donde las propias actrices han confesado que cubrieron sus partes íntimas con un merkin:

Probablemente el ejemplo más evidente lo tenemos en la película "El Séquito" (2015) donde la ex actriz porno Sasha Grey luce una evidente peluca púbica. Otras actrices famosas que han lucidad pelucas han sido Kate Winslet en "El lector" (2008), Heidi Klum en "Blow Dry" (2001) o Evan Rachel Wood en la serie de tv de "Mildred Pierce" (2011). Pero no sólo las mujeres han recurrido a este tipo de recursos, el conocido actor Jake Gyllenhaal también disimuló sus genitales en las escenas más íntimas en "Amor y otras drogas" con un tipo de peluca para hombres.



sábado, 2 de septiembre de 2023

Mérida, la ciudad de los secretos


Artículo publicado en la revista 'Feria' del Ayuntamiento de Mérida

Todas las ciudades guardan sus secretos, apartados rincones donde dos amantes se susurraron palabras de amor prohibidas, inscripciones que guardan las hazañas amatorias de hace siglos, lugares donde se dio rienda suelta a las más bajas y sórdidas pasiones, piedras que aún callan íntimas caricias que solo ellas vieron, antiguos manuscritos de letras ilegibles que esconden miles de pequeñas historias…

Muchos de estos secretos aún pueden contemplarse si uno pasea atento entre las milenarias piedras de nuestra ciudad, otros han quedado olvidados bajo las inmutables arenas del tiempo, y otros aún aguardan a ser descubiertos en algún olvidado legajo o esperan ser desenterrados por el paletín de algún arqueólogo. Y el protagonista principal de la mayoría de estos secretos es el amor, el erotismo, la pasión, los celos, en definitiva, el sexo, o si prefieren una palabra no tan escandalosa, la sexualidad humana.

Aunque hoy en día, aún, nos estamos desprendiendo de la imagen restrictiva del sexo que nos impuso la religión católica, hay que recordar que desde el mismo momento de la fundación de esta ciudad, la sexualidad fue considerada un elemento imprescindible para la prosperidad de Emerita Augusta.


La sexualidad era considerada una fuerza positiva, generadora de vida, de fertilidad y de buen augurio, como bien atestiguan los numerosos y escondidos falos que visten algunos de nuestros monumentos más emblemáticos. 


Falo del puente romano de Mérida.
Así, todo visitante que entraba en nuestra ciudad por el Puente Romano era bendecido por un falo alado, que aún se mantiene visible para todas aquellas personas que, con los ojos bien abiertos, den un paseo por nuestra isla.

Y es que si algo nos enseña la historia es que conceptos (supuestamente) universales como el amor o la moral sexual han ido variando enormemente a lo largo de los siglos, como bien atestigua un grafiti romano de claro carácter homosexual, conservado en una de las columnas romanas expuestas en la Alcazaba, donde se lee: Suriano, que esto escribió, abusó de Mevio, adornando esta hazaña sexual con representaciones fálicas.

Estas contradicciones entre sexualidad y moral pública tienen su mejor reflejo en el mundo de la prostitución, ya que su concepción y aceptación, según los vaivenes de la historia, ha ido variando enormemente. 


En Roma, se consideraba que el sexo por placer era algo aceptado e incluso beneficioso, por lo que la prostitución fue una práctica de lo más habitual y natural, tanto, que hasta se cree que una lápida de mármol conservada en el Museo Romano podría ser la representación de una cortesana de lujo.

Posteriormente, durante la Edad Media, a pesar de que la Iglesia no veía su práctica con buenos ojos, se aceptó que fuese regulada y controlada por las propias ciudades, que veían en estos lupanares una suculenta fuente de ingresos extra. En Mérida, las tabernas y mesones se situaban cerca de las puertas del recinto amurallado, entre la Plaza de Santiago (Parador Nacional) y en el Arrabal de Santa Eulalia (Rambla), zonas de obligado paso para aquellas personas que entraban en la ciudad.

Incluso se sabe que el propio Ayuntamiento hizo rehabilitar en 1542 un mesón situado en el cruce de las actuales calles de San Salvador y Almendralejo, y convertirlo en una mancebía que cumpliese con todas las normas de decoro y sanidad, por lo que se nombró a un padre de putas que se encargase del cuidado y el mantenimiento de las meretrices, así como del buen funcionamiento del local.

Tiempo después, con Felipe IV, se inicia la prohibición reglamentada de la prostitución, aunque como pueden adivinar, estas medidas nunca fueron muy efectivas. Incluso en una época tan represiva y oscura para la sexualidad de los españoles como fue el franquismo, los prostíbulos siguieron siendo habituales en nuestra ciudad, contando con nuestro propio “barrio chino”, situado junto al Puente Romano en unas casas paralelas al río, las cuales más de una vez se vieron afectadas por las crecidas del Guadiana, que se las llevó con muchos de sus secretos.

Crecida del río Guadiana

Pero estos secretos no son sólo cosa del pasado, tened por seguro que durante esta feria, nuevos e íntimos secretos serán concebidos: un joven cantará su amor hacia su amada con una pintada en una fachada a la que solo ella prestará atención; un matrimonio de 50 años volverá a tener una noche de lujuria desenfrenada, haciendo sonrojar a la vecina de abajo; un hijo obtendrá el valor de mirar a los ojos a su padre y confesarle que es gay; y bajo la mágica luz de los fuegos artificiales, dos adolescentes se darán su primer beso.

Y aunque con la llegada de este siglo XXI parece que la sociedad emeritense ha logrado desprenderse de muchos de sus tabúes y complejos sexuales.

No es fácil liberarse de una moral sexual que durante siglos se ha basado en la represión del placer, en el rechazo a lo diferente y en la invisibilización de la sexualidad femenina.


Por ello, aunque hoy en día lucimos con mucho orgullo una gran bandera LGTB en una rotonda, al mismo tiempo, unos vándalos destrozan el Monumento a la Diversidad situado en el parque de las Siete Sillas.

Por ello, muchos padres y madres, muy modernos ellos con sus iPhones de última generación, siguen rechazando que sus hijos e hijas reciban clases de educación sexual en el instituto, no digamos ya en el colegio.

Monumento a la diversidad sexual en Mérida.


Por ello, a pesar de que tenemos toda la información a un solo clic de distancia, un gran número de adolescentes siguen repitiendo falsos mitos sobre la sexualidad y, lo que es más grave, perpetuando conductas machistas.

Por ello, aún existen muchas mujeres que no saben lo que es un orgasmo porque nadie les ha explicado que el placer está en sus manos.

Y por todo ello, creemos que es necesario seguir manteniendo vivo uno de esos pequeños secretos que se esconden entre las callejuelas de Mérida, una pequeña tienda, algo difícil de encontrar (como buen secreto que se precie) y donde una vez que entras te das cuenta de una verdad tan simple como universal: que la sexualidad humana es tan rica y variada, que no existe una sola forma de entenderla; que la sensualidad, el erotismo y el placer son expresiones naturales del ser humano; y

que la mejor forma de combatir los prejuicios y terminar de derribar esas barreras morales que nos han hecho concebir el sexo como algo sucio es con dos palabras: educación y cultura.


Artículo publicado en la revista Feria del Ayuntamiento de Mérida


 Moisés Reixach / Esther Calvo
Propietarios de la Boutique Erótica Pussycat



http://www.merida.es/descargas/festejos/2017-feria-septiembre-revista.pdf